El genocidio en Gaza y la utopía de Kant (a los 300 años de su nacimiento)

El genocidio en Gaza y la utopía de Kant (a los 300 años de su nacimiento)

En 2024 se conmemora el nacimiento de Immanuel Kant, filósofos clave de la modernidad. En 'La paz perpetua' planteó un antecedente de instituciones como la ONU

Por: Damián Pachón Soto
marzo 20, 2024
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El genocidio en Gaza y la utopía de Kant (a los 300 años de su nacimiento)

Este año se conmemora en Occidente el nacimiento de Immanuel Kant, uno de los filósofos modernos más importantes quien trabajó en campos tan diversos como la teoría del conocimiento, la ética, la antropología y hasta la paz entre los Estados. En efecto, en su librito La paz perpetua planteó un antecedente de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cual tenía como fin mantener la paz mundial. Esta institución está hoy francamente en cuidados intensivos tras la guerra en Medio Oriente, donde Israel comete un genocidio en Gaza ante la impotencia (y también con cierta connivencia) del mundo. Recordamos aquí la apuesta de Kant, sus fundamentos y la importancia de su propuesta.

El asunto de una paz cosmopolita fue tratado en varias obras de Kant, entre ellas Idea de una historia universal en sentido cosmopolita (1784), La paz perpetua (1795), que es donde mejor trata el tema y, por último, en la Metafísica de las costumbres (1797). Kant sabía que esa paz perpetua no se alcanzaría definitivamente, pues tal anhelo era un ideal, un postulado, y como todo ideal lo máximo que podemos hacer es acercarnos a él, por eso sostenía: “...No se trata de saber si la paz perpetua es posible en realidad o no lo es, ni si nos engañamos en nuestro juicio práctico cuando opinamos por la afirmativa, sino que debemos proceder como si este supuesto, que tal vez no se realizará, debiera, no obstante, realizarse”. Si bien Kant no tenía mucho optimismo al respecto, pensaba que la naturaleza dirige al hombre hacia ese fin: “quien suministra esa garantía es nada menos que la gran artista de la naturaleza […] en cuyo curso mecánico brilla visiblemente una finalidad: producir la armonía a través de la discordia entre los hombres, incluso contra la voluntad de ellos”.

Pero ¿cómo fundamentaba Kant esa paz internacional? Para explicarlo, hay necesidad de partir del famoso “estado de naturaleza misma”, esa ficción que denuncio Nietzsche, pero que cumple la función de legitimar el orden civil mismo. Para Kant, el humano “sale” de la naturaleza gracias a la razón. La razón es esa chispa que lo lanza más allá de su hábitat natural. El humano en este estado puede estar de dos formas: en una violencia incontenible o en una pacífica convivencia. Lo cierto es que en tales estados no se puede permanecer. Si el hombre hubiera decidido vivir, sostiene Kant en Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita, en la naturaleza, en un estado natural armónico, esa maravillosa facultad que es la razón nunca hubiera aflorado ni hubiéramos cosechado sus frutos; y, si hubiera permanecido en guerra, habría llegado a la autodestrucción y tales facultades tampoco hubieran sido posibles. Por eso sostenía: “¡Agradezcamos, pues, a la naturaleza por la incompatibilidad, la envidiosa vanagloria de la rivalidad, por el insaciable afán de posesión o poder! Sin eso todas las excelentes disposiciones de la humanidad estarían eternamente dormidas y carentes de desarrollo”.

 El humano en el estado natural, estado de “libertad salvaje”, no tiene seguro absolutamente nada. Su propiedad es provisional, pues cualquier hombre puede arrebatársela en cualquier momento. En el estado natural no se puede garantizar lo “tuyo” y lo “mío”. Esa conflictividad es, sin embargo, necesaria para Kant, pues de ahí surge el principio según el cual el antagonismo es el motor de la historia, una idea que permea el pensamiento mismo de Marx. Son las guerras y las mismas inclinaciones humanas las que jalonan el proceso histórico y lo dirigen hacia la meta: “El medio de que se sirve la naturaleza para alcanzar el desarrollo de todas las disposiciones consiste en el antagonismo de las mismas dentro de la sociedad, por cuanto éste llega a ser, finalmente, la causa de su orden regular”. Kant explica por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, es decir, “la inclinación que los llevará a entrar en sociedad, ligada, al mismo tiempo, a una constante resistencia que amenaza de continuo con romperla”. De tal forma que ante la penuria que implica vivir en un estado natural, el hombre, empujado por la misma naturaleza (en realidad, la providencia), entra obligadamente al estado civil. Sin esa insociabilidad las facultades humanas hubieran quedado sepultadas eternamente.

El individuo ingresa al estado civil “voluntariamente”. Es aquí donde es notoria la influencia de Rousseau sobre Kant. En El contrato social Rousseau explica el modo mediante el cual el hombre pasa del estado natural al estado civil. El contrato social sólo puede comprenderse como una elección hecha por cada individuo. Cuando todos los individuos se reúnen y deciden fundar su pacto de convivencia nace la voluntad general. El hombre al decidir voluntariamente ingresar a la sociedad se está dando, autónomamente, su ley; él ha elegido la ley que se le aplicará, entonces, en últimas, cada ciudadano se está obedeciendo a sí mismo. Así se expresa Rousseau: “encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común a la persona y los bienes de cada asociado, por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes”. Para Kant, cuando el humano ha ingresado al mundo civil, ha dejado su libertad salvaje y se ha sometido a un orden jurídico y la dependencia a esa legalidad es parte de su propia voluntad.  El hombre racional, pues, no puede permanecer en el estado natural que, en estricto sentido, es un estado de guerra, entonces para superar ese estado de conflicto permanente debe ingresar a la sociedad, debe someterse al derecho y al Estado, ante el cual no puede rebelarse; esa rebelión sería un crimen. Así, el Estado es un mal del cual no se puede prescindir.

Una vez en este punto, veamos cómo debe llegarse hasta la paz cosmopolita. Para Kant los Estados deben verse como individuos en “el estado natural”, es decir, cada Estado está respecto a otro en estado salvaje, en libertad salvaje. De tal forma que entre sí cada uno es un peligro para el otro, y carece de cualquier seguridad; es un estado de zozobra y desamparo. De tal manera que tales Estados deben ingresar y someterse, tal como lo hicieron los individuos al pasar del estado natural al estado civil, a una autoridad mayor que los cobije a todos. Esto está expresado en Idea para una historia universal en sentido cosmopolita, La paz perpetua y los Principios metafísicos de la doctrina del derecho e, incluso, en otros artículos más. Así lo sintetiza Kant: “Los pueblos - como Estados- pueden considerarse como individuos que se hacen daño unos a otros en su estado de naturaleza- es decir, en un estado sin leyes externas –sólo por su mera coexistencia, y cada uno de ellos puede y debe exigir al otro, en aras de su seguridad, que entre con él en una constitución similar a la constitución del Estado, en la que se puede garantizar a cada uno su derecho. Esto sería una confederación de estados…que no tendría que ser, no obstante, un estado federal. De tal manera que la solución a los conflictos entre los Estados es una “confederación de Estados”.

Kant propone que todos los pueblos se integren en este tipo de federaciones. Esto debe ser así por lo siguiente: puede haber un Estado que tenga su constitución jurídica interna, pero que no esté bajo la federación, este Estado podría atentar cuando a bien lo tuviera contra un miembro de la federación de paz. En este caso, la federación tendría derecho a defenderse. Igualmente, sostiene Kant, que cada Estado puede retirarse de la federación si así lo quisiese. Aunque lo ideal es que esto no suceda y que la unión de Estados logre mantenerse. Kant es claro al sostener que no intenta fundar una sola república mundial, pues esto equivaldría a anular la libertad externa que cada Estado tiene como tal.

Una vez en este punto, podemos decir que la idea de Kant de agrupar los Estados en federaciones de paz se ha materializado en la historia.  Un primer antecedente notable fue la Santa Alianza de 1815, firmada por los emperadores de Rusia, Austria y Prusia. En ella se invocó el derecho divino y las antiguas tradiciones hereditarias de los reyes con el fin de restaurar los límites que el imperio napoleónico había instaurado. Era un regreso al Antiguo Régimen. Esta Alianza buscaba detener el ideario de la Revolución francesa, pues según la Alianza tal revolución había resquebrajado la paz de Europa.

Una segunda materialización del ideario internacionalista de Kant fue La Sociedad de las Naciones, creada en 1919 después de la Primera Guerra Mundial. La Sociedad de las Naciones surgió del rechazo a la barbarie demostrada por las partes en los 4 años de guerra. La Sociedad fue suscrita buscando, en adelante, mantener la soberanía de los Estados y la seguridad nacional, al evitarse, en lo posible, las guerras como mecanismo de solución de conflictos. Sin embargo, el objetivo de la paz permanente entre los Estados estaba muy lejos de alcanzarse, pues no se prohibió totalmente la guerra, sino que se instauró la figura de la “moratoria de la guerra”, según la cual, esta debía postergarse hasta el fallo dictado por los jueces pertenecientes a la Sociedad.  Con este mecanismo se puso fin a la guerra entre Colombia y Perú en 1933.  El fracaso de la Sociedad de las Naciones fue evidente pues no pudo evitar la Segunda Guerra Mundial.

Por último, el ideario kantiano tomaría forma en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organismo internacional que nace después de la Segunda Guerra Mundial, uno de los eventos más violentos del siglo XX, donde se cometieron los peores crímenes contra la dignidad humana. El objetivo de la Organización estaba planteado así: “Los miembros de la organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas”. Lo cierto es que la ONU no ha resultado, hasta hoy, muy eficiente. Si bien se han logrado avances en la paz internacional, su inocuidad se mostró en el ataque de Estados Unidos a Irak, donde la oposición de los miembros de la Organización no pudo evitar la agresión de los norteamericanos. Desde entonces, hasta hoy, se ha venido hablando de la necesidad de reformar la estructura interna del Organismo y de revaluar las relaciones de poder de esta, así como de las potestades de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y su poder de veto, el mismo que ha impedido parar el genocidio actual en Gaza.

El anhelo de Kant de lograr una paz cosmopolita es una utopía inconclusa que la humanidad ha de realizar. En este sentido, Kant fue un utopista.  Si la utopía es la discordancia entre la realidad y el deseo, la razón no realizada aún en la historia, el filósofo alemán siempre tuvo presente que esa distancia que separa la realidad de la idea, aunque nunca se tocaran, era algo que debía aminorarse, y que actuar para acercar tales extremos se convertía en un deber moral para la humanidad, para los Estados. En eso consistió, entre otras cosas, la grandeza de este filósofo moderno nacido en 1724.

*Universidad Industrial de Santander.

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