Durante muchos años, las mujeres han jugado un papel muy importante en la sociedad. No solo han sido las progenitoras de una nueva vida, sino que también han sido la causa y el efecto de muchas circunstancias que dieron lugar a la historia de este mundo.
Por ellas, grandes e importantes hombres han realizado guerras, invasiones, y en las épocas donde con la hoja de la espada se buscaba conseguir el honor, inmensas y devastadoras masacres.
Desafortunada mente, el machismo siempre ha existido y a muchas de ellas se les trataba (y aún se les trata) como mercancía, disponiendo de su libertad y sus sentimientos, y obligándolas a casarse con el primer chisgarabís que sus padres conocían y creían iba a ser buen esposo.
Con los años adquirieron un poco de identidad, su personalidad empezó a marcarse y comenzaron a tomar un rumbo diferente al del género opuesto.
Ya el absurdo concepto del ama de casa se dejó a un lado, pues si los hombres hacen lo que las mujeres, ¿Por qué no las mujeres pueden hacer lo que los hombres hacen?. Con estas teorías llegó el siglo veintiuno, y en muchos lugares del mundo cambiaron muchas situaciones que no permitían la evolución social.
Empero, a la mujer se le sigue discriminando y subvalorando en determinadas sociedades, tratando de manera inadecuada en ciertos países que por algo los tildan de sub desarrollados o en vía de desarrollo (para darles un nombre menos humillante).
Un ejemplo claro, latente, y viviente es el caso que el pueblo colombiano vió durante estos últimos días sobre la señorita Natalia Ponce de León; en el cual se deja a un lado el raciocinio, se congela el corazón, y se utiliza la barbarie para realizar tan brutal atentado; que no solo afecto su imagen, su integridad, su dignidad, sino que también afectó a una madre, una familia completa, y un pueblo que se hace dos preguntas ¿Qué está pasando? Y ¿nuestra maldad hasta que punto llegará?.
Niñas, y jóvenes son violadas, golpeadas, reclutadas por los grupos al margen de la ley; obligadas a hacer cosas que a los ojos de una persona con un ápice de moral serían in humanas.
Si estamos en el siglo veintiuno, es momento que comencemos a formar un nuevo mundo, en donde el dialogo sea la base para resolver los conflictos, un mundo en el que nos respetemos entre nosotros, donde no exista discriminación de género, racial, o de otros tipos; donde se le dé a la mujer el lugar que merece.