A principios del 2002 ningún mango se caía de un árbol en los Montes de María sin el consentimiento de Rodrigo Mercado Peluffo, alias Cadena, el paramilitar más temido del Bloque Héroes que mandaba en el departamento de Sucre, epicentro de una de las peores violencias paramilitares que tiene en la cárcel al ex senador Álvaro García y al ex gobernador de ese departamento Salvador Arana. El golfo de Morrosquillo se abría al paso de las embarcaciones que enviaba atestadas de cocaína hasta Panamá. Todos le rendían cuenta a Alias Cadena, hasta Martín Caballero, quien comandaba el frente 37 de las FARC, se rendía a los pies del jefe paramilitar.
El miedo que sentía la población hacía Cadena estaba refrendada por una estela de sangre. Desde 1996, cuando las Autodefensas se asentaron en la zona, perpetraron 17 masacres en donde murieron más de un centenar de personas. En el Salado, Pichilín, Colosó y el Chengue, los hombres al mando de Diego Vecino, comandante del Bloque Héroes, aterrorizaron los Montes de María a punta de garrote, machete, motosierras y balas. Muchas balas.
El panorama cambió abruptamente cuando el almirante Rafael Antonio Colón llegó a la zona en calidad de Comandante de infantería de marina nombrado por el ministro Martha Lucía Ramírez en el gobierno del Presidente Uribe. Las Autodefensas sabían que sería un hombre duro de corromper. Su trayectoria lo delataba. Había sobresalido en la persecución al Cartel de Cali como parte del Bloque de búsqueda, que terminó con la captura de Miguel Rodríguez Orejuela y fue muy notable el decomiso que logró de más de 25 toneladas de cocaína en las costas de Nariño.
Su templanza y honestidad resistían jugosas ofertas por parte de los barones de la droga asociados con los paramilitares en el control del apetecido Golfo de Morrosquillo. Al principio Diego Vecino y Cadena quisieron encontrar caminos para doblegarlo con chantajes económicos, pero la respuesta del nuevo jefe de fuerzas especiales de la Armada fue contundente: nada más en el 2003 él y sus hombres decomisaron más de 3.5 toneladas de cocaína.
Las autodefensas, acorralados, empezaban a pintar grafitis en las paredes de Sucre en donde rezaba la consigna de que había que matar a Colón. Cuentan que en las fiestas, Cadena, con el alcohol recorriéndole las venas, decía que a América la había descubierto Bolívar por no decir el nombre que él consideraba maldito.
Colón se fue convirtiendo en leyenda. Ante cualquier jugada polémica que surgiera en los partidos de fútbol que se armaban en las polvorientas calles de los pueblos de los Montes de María, los niños decían “Vamos a llamar a Colón” para que resolviera el entuerto.
Ante el acoso de la Armada, la clase dirigente sucreña empezó a protestar. Decían que por estar pendiente de perseguir a las Autodefensas había descuidado su verdadera tarea que era la de combatir a las guerrillas que azotaban la zona. El brigadier respondió de una manera contundente "La verdad es que el 95 por ciento de la tropa está destinado a las zonas donde operan las Farc y apenas 5 por ciento en la lucha contra las AUC".
Desde la base del Corozal, el comandante de infantería de Marina iba cerrando el cerco sobre los paramilitares en todo Sucre. Sabiendo que era fundamental ganarse la confianza de la gente para que esta pudiera colaborar con el ejército, utilizó su probado carisma visitando casa por casa en los puertos de Verrugas y Rincón del Mar. La población, por primera vez en mucho tiempo, empezó a ver a la fuerza pública como un aliado. Pero además de respetarlo la gente lo quería, le tenía confianza.
Entonces a la gente no le dio miedo señalar los refugios, los escondrijos, los secretos. Y así cayó “El oso” uno de los principales lugarteniente de Cadena y él mismo que no tuvo más remedio que huir cuando una noche el almirante le piso los talones en su propia cabaña de descanso Rincón del mar. Allí cayó su esposa y con ella le quedó claro el mensaje: sus días estaban contados. Cadena resolvió entonces, como última instancia, acogerse al proceso de paz del gobierno Uribe con los militares y recluirse en Santafé del Ralito junto con el comandante de las AUC de Sucre, Diego Vecino.
El horror, que se vislumbraba desde años anteriores, se pudo ver en su plenitud cuando las tropas del ejército entraron en el 2005 a la finca El Palmar, la base de operaciones que tenía Cadena en San Onofre. Allí se descubrieron 40 cementerios clandestinos que cargaban con el peso de 72 personas muertas. En la exhumación se supo más sobre los métodos que usaban los paramilitares para atemorizar a la población: torturas, descuartizamientos, apedreamientos, decapitaciones.
El almirante Colón recibió con honores el ascenso a general y de Montes de Maria fue trasladado a dar la batalla contra el narcotráfico al sur del país, en el Putumayo. Trabajó nuevamente al lado de la gente y su compromiso con la necesidad de llegar a la paz lo llevo a formar parte del Plan de consolidación liderado por Sergio Jaramillo como experimento para asegurar, con el trabajo con los pobladores, aquellas zonas donde la Fuerza pública había logrado erradicar los grupos armados al margen de la ley.
El general Colón regresó a la primera línea cuando el ex director de la policía, empezando el segundo gobierno de Santos, el general Oscar Naranjo lo llamó a conformar su equipo de trabajo para el post-conflicto. Su tarea: limpiar al país de las minas que la guerra sembró. Será una tarea ardua y monumental que pondrá nuevamente a prueba su capacidad de interactuar con los colombianos de todas las orillas. En los comandos de desminado deberá articular el trabajo entre guerrilleros, desarmados, sin uniforme y soldados. El general Colón estrenará la primera acción del post conflicto.