El general Leonardo Barrero es, a sus 57 años, un buen conocedor del país y un hombre que ha cambiado la rutina de los cuarteles por la selva de la política. En el año 2013, por decisión del presidente Juan Manuel Santos, llegó a la comandancia de las Fuerzas Militares, en reemplazo del general Alejandro Navas, y desde su puesto como jefe de operaciones conjuntas del Comando General de las Fuerzas Militares. Así, llegó al puesto más importante en las Fuerzas Militares sin haber sido antes comandante del Ejército. Seis meses después fue destituido en un gesto que el general Barrero considera que tenía una clara intencionalidad política. De ahí saltó al Centro Democrático de la mano del expresidente Alvaro Uribe y se probó como candidato a la gobernación del Cauca en el año 2015, donde obtuvo 25.000 votos. Ahora va intentar llegar al Senado.
Ricardo Angoso: ¿Cómo fue su salida del ejército y por qué?
General Leonardo Barrero: Utilizaron una grabación mía antigua que era una conversación, en la que yo empleé algunas palabras soeces, sobre el trato que la justicia había dado a un militar en un caso muy concreto. Esa grabación es filtrada a la revista Semana y se me acusa de que estoy afectando la majestad de la justicia, ni más ni menos. Pero yo creo que el trasfondo era otro bien distinto y tenía más que ver con mi concepción de que la fuerza pública debía tener visibilidad en la defensa del Estado en el territorio, algo que como comprobé después iba claramente en contravía con el proyecto de dar fuerza y titularidad a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y luego ocurrió un acto en el Ministerio de Defensa con el presidente de la República, Juan Manuel Santos, en donde yo le agradezco a la máxima autoridad del Estado los comentarios que había hecho en el sentido de que el papel de la fuerza pública, del Ejército, no se iba a negociar de ningún modo en La Habana y que eso era lo que mantenía unida a las tropas y les daba espíritu de servicio. Entonces, Santos se mira con el Ministro de Defensa de entonces, en un gesto extraño, y a los quince días me sacan del cargo.
EL PROCESO DE PAZ
R.A.:Ahora, ya con una perspectiva de los acuerdos de paz entre el gobierno de Santos y las FARC, ¿cuál es su opinión y su análisis sobre los mismos?
G.L.B.: Son unos acuerdos a destiempo y que no había necesidad de hacerlos. O al menos no haberlos hecho en esas condiciones, haciendo renuncias fundamentales sobre el papel del Estado y ofreciendo claramente la impunidad. Si el Estado no se arrodilló en el 2002, cuando estábamos secuestrados en las ciudades y las fuerzas criminales tenían más de 40.000 hombres, cuando no se podía ni transitar por todo el país, ¿por qué ahora se tenía que arrodillar ante siete mil guerrilleros para conseguir beneficios políticos y jurídicos para aquellos que han cometido crímenes de lesa humanidad? E incluso para acabar despenalizando el narcotráfico y para legalizar sus fortunas -las de los terroristas- en el exterior. Entonces, pienso, en esas condiciones no había ninguna necesidad de firmar un acuerdo. Yo creo que el mejor camino hubiera sido seguir apostando a la política de seguridad democrática, generando confianza en la gente, y con los resultados que esa buena dirección aportó a la economía.
Al final, los acuerdos sólo han servido para fortalecer el trabajo político de las FARC con recursos del Estado a través de varios programas que incluso cuentan con el apoyo internacional. Se les ha dado un papel institucional que les ha fortalecido y veremos en el futuro, incluso, como las FARC consiguen controlar algunas alcaldías. Además, el proceso se ha hecho de una forma desesquilibrada porque les otorgó una participación política a las FARC, mientras que a algunos que hemos trabajando de forma honesta toda la vida nos cuesta mucho conseguirlo y otros se han quedado en el camino, como por ejemplo el general Mendieta.
De repente, estos señores que llevan destruyendo el país durante años, atrasando el campo, ya que ellos son los verdaderos causantes del subdesarrollo del agro y de que la gente no invierta en la agricultura, se acaban convirtiendo en los adalides del país, incluso de la moral y la ética, otorgándolos asientos en el Senado y en la Cámara de Representantes. Creo, en definitiva, que ha habido un acto de absoluto desequilibrio y de agravio con aquellos que tuvieron un comportamiento ejemplar durante años y que han cumplido con la Ley. No creo que el mensaje enviado a la sociedad haya sido el mejor con este proceso y la lectura que hago es, por supuesto, negativa.
R.A.:Además, la percepción que uno tiene es que la amenaza terrorista y la inseguridad siguen ahí a pesar del proceso de paz, ¿qué opinión tiene acerca de los ataques, atentados y aumento de la inseguridad de estas últimas semanas?
G.L.B.: Nada de nada ha cambiado. Incluso los ataques parecen haberse multiplicado. Los informes de las Naciones Unidas ya alertan del actual estado de cosas. Lo que ha ocurrido es que cada espacio territorial de desmovilización de la guerrilla han surgido grupos disidentes que siguen ejerciendo la violencia. A este problema se le viene a sumar que en esas zonas de violencia conviven el narcotráfico, la minería ilegal y bandas criminales que operan sin control. Luego el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue muy activo, incluso con más capacidad que antes, y sin descartar que en algunos casos haya habido un simple cambio de brazalete. También hay luchas por el control de las rutas del narcotráfico y otros conflictos territoriales que explican muchas de las matanzas que se han producido últimamente. Mucha gente cree que está habiendo más violencia, más muertos, que antes de los acuerdos de paz. El mensaje ha sido claro: cuando una regala la autoridad del Estado y su legitimidad a cambio nada, sólo consigue la impunidad y la violencia.
LA INSEGURIDAD EN COLOMBIA
R.A.:Otro aspecto alarmante es que pese a los acuerdos de paz, las tasas de homicidios siguen siendo muy altas y la inseguridad está llegando a niveles preocupantes, ¿qué está pasando?
G.L.B.: ¿Cómo puede haber paz en un país que pasó de 40.000 hectáreas de cultivos de coca a 200.000? El motor que mueve e inspira a casi todas estas actividades criminales es el narcotráfico, no cabe duda. Tampoco hay políticas desde el gobierno de la nación para erradicar esos cultivos ilícitos y se han propagado como nunca antes en Colombia. En esas circunstancias, sin que nadie actúe, es muy difícil que las cosas cambien.
R.A.:¿Cree que, en general, habría que haber continuado con las políticas de Uribe en esta materia?
G.L.B.: El presidente Uribe lo demostró en su momento que sus políticas eran exitosas. Cuando Uribe tomó las riendas del país, y todos éramos escépticos, tuvo la voluntad política de generar el cambio y nos demostró con hechos que era posible. Vimos luz al final del túnel, devolvió al país la confianza en las instituciones y la seguridad. Recuperamos la legitimidad y el respeto. Hoy lo que único que se ve es el desorden en todos los aspectos de la vida diaria. La gente no respeta a las autoridades ni a la policía, se irrespetan a los agentes del orden, la justicia no actúa ni hace nada y nada funciona adecuadamente. El país necesita una reestructuración a fondo. El orden debe volver al país y la nación reclama el regreso de la seguridad democrática. Hace falta que haya una mayor conexión y colaboración entre la fuerza pública y las autoridades regionales para devolverle a los ciudadanos la tranquilidad y la seguridad. Esa recuperación de la seguridad irá acompañada del regreso de la inversión privada a esas zonas del país.
R.A.:¿Qué medidas se deberían tomar para mejorar la seguridad pública?
G.L.B.: La inseguridad es una realidad que está en la calle, que está latente, y no una percepción de los medios, como dijo el presidente Santos. Está en la calle y no se puede ocultar. Hace unos días en el exclusivo barrio de Rosales, en Bogotá, a una señora le pegaron tres tiros en la cara por robarle un carro. Todos los días hay atracos y hechos violentos en todo el país, es evidente que reina el descontrol y la violencia desmesurada porque no hay autoridad. Creo que se envío un mensaje equivocado a la sociedad, en el sentido de que unos criminales fueron autorizados a entrar en política y lograr la impunidad sin pagar los crímenes perpetrados. Se perdió autoridad moral y ahora es el momento de reorientar al país por otra senda.
R.A.:¿Qué piensa de la corrupción galopante que sufre Colombia?
G.L.B.:Hay que reconocer, y así lo percibo en el trato con la gente, que hay un desprecio total por la clase política. La gente dice que todos los políticos son iguales, que son unos ladrones. Incluso desconfían de la gente que nunca estuvo en política, como es mi caso, y te dicen a la cara que la gente entra en política para robar. Yo frente a eso pretendo presentar argumentos sólidos y concretos, explicando las cosas y haciendo ver a la gente que ese discurso fue el que acabó triunfando en Venezuela con los desastrosos resultados que todos conocemos. En Venezuela les prometieron que acabarían con la corrupción y miren en qué acabó convertido ese país. Podemos estar ad portas de un proceso parecido al de Venezuela, y eso me preocupa mucho. Por ese motivo, para conjurar esa amenaza, estoy en política.
R.A.: ¿Cuál es el balance de la gestión de Santos?
G.L.B.: El presidente Uribe transmitió al país un mensaje de compromiso y de confianza, algo que se notó desde el primer día. Un discurso que movilizó a la gente y cambió el país. La amenaza terrorista decreció, el país se posicionó en la economía internacional, se recuperó la imagen de Colombia en el mundo, se le devolvió a la gente el orgullo de ser colombiano y, en definitiva, la nación percibió un cambio profundo y radical en la mejor de las direcciones. Hoy, sin embargo, el mensaje es bien distinto. La gente desprecia a la clase política, los jóvenes solo quieren irse del país, el que tiene dinero en el último país en donde invertiría, aunque fuera colombiano, es en Colombia porque no hay seguridad real en las calles ni jurídica para hacer negocios. Los impuestos crecen, se derrocha el dinero público, la corrupción aumenta y así habría muchos más elementos negativos que resaltaría. Hay desmotivación del inversionista, pero también inseguridad jurídica junto a grandes cargas tributarias. ¿Quién va a invertir en esas circunstancias en Colombia?
DE LA MILICIA A LA POLITICA
R.A.:¿Qué le motivó como militar a entrar en política?
G.L.B.:Yo como comandante militar estuve muy implicado en el trabajo rural y desempeñamos algunos trabajos muy exitosos en las áreas en las que estuve destinado en su momento. Muchas veces los políticos no comprendían nuestro trabajo ni tampoco las necesidades de la comunidades. Nos convertimos en articuladores con muy buenos resultados entre el sector privado, las necesidades de la comunidad, los dineros públicos y el sector privado. Las comunidades nos reconocieron esos trabajos y generamos productividad, desarrollo y confianza allá donde trabajábamos. Se generaron semillas de cambio.
Durante el gobierno de Uribe conseguimos que la seguridad fuera de la mano del desarrollo social del campo colombiano. Esa quizá fue mi primera aproximación a la política pero sin ningún interés electoral ni público, sino por el simple hecho de servir a la sociedad desde posición militar. Fue un trabajo silencioso, de compromiso con la comunidad a la que servía. Cuando me pasé al retiro, algunos sectores me reclaman para que continuase con ese trabajo y el presidente Uribe me llama para participar en unas elecciones a la gobernación del Cauca por su partido, Centro Democrático. Así nació este vínculo afectivo con la gente y también mi disposición a comprometerme con mi trabajo al servicio de la sociedad. También creo que hay comprometerse en la lucha contra las amenazas que se ciernen sobre el país, denunciando cómo se pretende imponer el socialismo del siglo XXI y unas políticas fracasadas que han llevado al desastre a Venezuela. Por esos motivos, milito en el partido de Uribe y he tomado esta decisión patriótica, como otros muchos militares, de liderar un proyecto político al servicio de la nación. Estoy en una campaña austera, correcta y recta, tal como es mi proyecto político.
R.A.:Finalmente, ¿como militar cambiaría el modelo de Fuerzas Armadas colombiano?
G.L.B.: Creo que las Fuerzas Armadas colombianas han venido a ser, históricamente, lo que tienen que ser y han sido. Son unas fuerzas muy preparadas, efectivas, experimentadas y muy conectada con las comunidades, con la sociedad, en donde actúa, esa es una de las particularidades de la fuerza pública colombiana.