Cuando el general Óscar Naranjo le entregó su renuncia, con su prestigio a tope, como director de la Policía Nacional al presidente Juan Manuel Santos después de haberlo acompañado los dos primeros años de su gobierno, en abril de 2012 se abrió el abanico para decidir su sucesor. Había 32 generales en la línea de mando, pero el escogido fue el segundo de Naranjo en la policía: el general José Roberto León Riaño.
Desde Cartagena, Santos dio el anuncio asegurando que el nuevo director, que se posesionaría en mayo de 2012, era un hombre de toda su confianza. Había sido responsable del Mundial Sub-20 en 2011 y la Cumbre de las Américas en abril de 2012, además había trabajado de cerca con el presidente cuando se desempeñó como ministro de Defensa de Uribe, en tiempos en que Santos siguió al pie de la letra el manual de la Seguridad Democrática.
Formado en la institución a la que ingresó a los 17 años, igual que dos de sus hermanos, uno de ellos también general (r), se especializó en el tema de la seguridad ciudadana y se estrenó como subteniente en la Policía Metropolitana de Bogotá, pero su tiempo de gloria le llegó con el Seguridad Democrática. Un declarado y leal admirador de Álvaro Uribe, en el 2003 fue nombrado comandante de la Policía Metropolitana de Cundinamarca y un año después el presidente Uribe lo premió nombrándolo agregado de Policía en Washington. De regresó al país asumió la Metropolitana de Cali y con la llegada de Juan Manuel Santos al Ministerio de Defensa siguió su carrera meteórica en la Dirección Nacional de Escuelas, Dirección de Carabineros e Inspector general de la Policía Nacional. Todo un ramillete de cargos respaldados por las 83 condecoraciones que ha recibido en su carrera.
Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia en 2010 con un doble discurso de zanahoria y garrote: negociación y guerra. En esa línea sus planes tocaron a la Policía en cabeza del recién nombrado genera León Riaño empezando el 2012. Arrancó la modernización de la institución y el Escuadrón Antidisturbios. La mano dura se vio pronto en el Esmad, y el 31 de julio, dos meses y medio después de haber asumido el cargo, León Riaño estaba firmando una resolución que le cambiaría su carácter con nuevas armas y nueva manera de operar con un propósito: romper cualquier protesta social en el país. Armas de letalidad reducida, incluidas las polémicas armas eléctricas. Profundizaba el endurecimiento iniciado por el general Naranjo a comienzos del segundo gobierno de Álvaro Uribe.
El Esmad, creado en 1999 por el gobierno de Andrés Pastrana, también fue intervenido, igual que todas las Fuerzas Armadas de Colombia, por los lineamientos de la Seguridad Democrática. En el 2007, con el general Oscar Naranjo en la comandancia de la Policía se implementó un nuevo Manual para el manejo y control de multitudes. La resolución de Riaño buscaba principalmente ampliar el tipo de armamento utilizado por los policías del Esmad, especificando las reglas para su implementación.
Los cambios de la resolución 02686 de Riaño son significativos. Habilitó a los agentes del Esmad para poder disparar directamente con perdigones de goma o los “bean bag”, perdigones de plomo dentro de una bolsa de tela. Anteriormente cualquier disparo directo debía ser a una distancia mayor de 18 metros. Este tipo de munición, aunque se supone es de letalidad reducida, ha sido denunciada por la Organización Human Rights Watch por las graves heridas que puede causar.
Sobre el papel, el protocolo pretende ser respetuoso de las vidas humanas y advierte que los policías del Esmad siempre deben disparar de manera parabólica, rasante y rastrera, dependiendo del alcance que quiera tener. Pero lo cierto es que el negro historial de muertes deja en claro que este no se cumple a cabalidad.
Las muertes de manifestantes como Nicolás Neira, que fue asesinado por el Esmad durante las marchas del 1 de mayo en 2005 por un disparo en la cabeza; el caso de varios indígenas en el Cauca; el asesinato del campesino Víctor Alberto Triana Benavides durante el paro campesino del 2013, o el más reciente, el homicidio del joven Dilan Cruz, que recibió un impacto directo en la cabeza con la peligrosa munición “bean bag” que lo dejó agonizante durante 48 horas en el hospital San Ignacio hasta su fallecimiento, son apenas un ejemplo del accionar del Esmad en sus 20 años de existencia.
Uno de retos más difíciles que tuvo el general León Riaño como director de la Policía Nacional fueron los paros del 2013 y muy especialmente los 50 días de tomas en el Catatumbo que terminaron desbordándolo, hasta llevarlo a extrañar los tiempos de la mano dura del expresidente Uribe. Las FF.MM filtraron la grabación de una conferencia a otros oficiales, en la que se escuchaba a un general Riaño drástico que no dudo en afirmar: “Póngale cuidado a la inteligencia y eviten los paros, porque mire, los paros van escalando, no hacen nada. No, que esperar la mesa de diálogo, que esperar, no. No se pueden dejar bloqueos, por favor, con razón la gente extraña mucho al expresidente Uribe”.
El general dejó en evidencia el malestar de un sector de las Fuerzas Armadas con el presidente Santos por su acercamiento a la guerrilla para el diálogo y éste decidió cortar de raíz y descabezarlo. El empoderamiento y protagonismo que el expresidente Uribe le dio a los militares fue un logro que claramente éstos no estaban dispuestos a perder tal como Riaño lo dejó entrever en su conferencia:
“[Con] el expresidente Uribe sucedía un secuestro y el comandante a la hora estaba en el sitio donde fue el secuestro y dirigiendo operaciones para rescatarlo, había un bloqueo y a la hora estaba desbloqueado, no se admitían bloqueos en las vías. Actualmente no, ahora bloqueamos en todo lado y no, esperar y esperar y el bloqueo va escalando y después es muy complejo para solucionarlo. Nos queda grande, mejor dicho”.
La abrupta salida del condecorado general de la dirección de la Policía precipitó un revolcón en la cúpula militar con el que Santos se la jugó, retirando a unos cuantos de los halcones heredados del gobierno Uribe para rodearse de los oficiales más afines a su propósito mayor: lograr una negociación de paz con la guerrilla de las Farc. León Riaño salió de la institución, pero en el año en que estuvo mandando en la Policía dejó la huella en un Esmad embravecido, con un armamento que puede resultar letal, dispuesto a enfrentar a cualquier precio las movilizaciones sociales, hasta convertirla en la fuerza policial más despreciada por la ciudadanía.