Si por un lado el Congreso avaló la actitud fascista del ministro de la Defensa, Carlos Holmes Trujillo García, amigo de utilizar la pistola taser, la escopeta calibre 12 y otras medidas de choque para reprimir la protesta social, hay quienes le están poniendo el “tatequieto” al gobierno nacional como el Juez Quinto Laboral de Bogotá, quien ordenó suspender el uso de gas lacrimógeno.
Una medida oportuna, más ahora que se está preparando el paro del 21 de noviembre que, como ocurrió hace un año, rechaza las políticas del presidente Iván Duque en materia económica, educativa, laboral, de salud, su clara aversión al acuerdo de paz y la negativa sistemática a dialogar con organizaciones beligerantes en conflicto, como el Ejército de Liberación Nacional.
El diálogo es el único camino para terminar con la polarización nacional, pero el ejecutivo considera que sentarse a conversar con los indígenas y las diferentes expresiones populares, es tanto como ceder terreno. La misma posición de Uribe, expresidente, exsenador que tanto daño le ha hecho al país y quien, bajo la premisa de la represión, cree que se puede avanzar en un país donde prevalecen la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades.
A raíz de la muerte violenta de Dilan cruz a manos del Esmad, la fuerza pública no podrá utilizar las escopetas calibre 12 que generan terror por sus efectos letales. Ahora tampoco el gas lacrimógeno porque en criterio del juez “… pone en mayor riesgo de un posible contagio del COVID-19, lo mismo que la utilización de otros agentes químicos durante la pandemia”,
El fallo fue proferido el 29 de octubre pero se conoció en las últimas horas y deja sentado que el gas lacrimógeno, que se utiliza para dispersar las concentraciones de manifestantes, produce un bloqueo de la función respiratoria induciendo al ahogamiento.
Ahora, es previsible que el ministro de la Defensa salga a ripostar. Siempre lo hace cuando quieren poner freno a las medidas represivas. Él que es hijo de quien fuera senador, embajador y un político liberal con tendencia a un marcado pensamiento de izquierda, no acepta que en las calles haya manifestaciones.
De cara a las movilizaciones del 21 de octubre, salió a los medios de comunicación a decir que la minga indígena estaba infiltrada por el ELN y las disidencias de las Farc. Como no ocurrieron hechos violentos, cambió la versión. Desde su perspectiva, la insurgencia se abstuvo de protagonizar “hechos de terrorismo” porque se habían activado mecanismos de inteligencia por parte de la fuerza pública. Como decimos, “la que no gana, la empata”. Es decir, si tira una moneda a la suerte, gana con cara o con sello.