Articular las demandas sectoriales y regionales sobre el escenario de posconflicto, es uno de los mayores retos de este gobierno, muy de la mano con alcaldes, gobernadores, consejeros, ministros y las comunidades.
El nuevo gabinete que el presidente ha calificado como de “lujo”, debe ser capaz de hacer la tarea de coordinar la entrada ordenada de capacidades institucionales, sobre territorios donde ha habido poco Estado y pocas libertades.
Es responsable por la puesta en marcha de los nuevos mecanismos de participación ciudadana, que en perfecta coordinación deben lograr la implementación de los acuerdos finales de La Habana; responsable de hacer que los proyectos se concluyan sobre los territorios y los arquitectos que contribuirán a crear condiciones y equilibrios para el desarrollo humano de las comunidades afectadas por el conflicto.
Establecer el “cómo” ponernos de acuerdo para construir y transformar territorios con mejores mecanismos de participación ciudadana no es tan fácil como programar una fiesta en el Nogal para agasajar el nombramiento del contralor, ni tan locuaz como el procurador señalando que el proceso de paz es “una gigantesca operación de lavado de activos”.
Abrir la ruta para hacer la transición a un escenario de posconflicto es mucho más complejo que la simple altivez que divide; y su camino estará lleno de las malformaciones que deja el clientelismo y la mala política.
Sobre un escenario de transición al posconflicto, no hay cabida para ligerezas; se debe plantear como en el frente de batalla, una masa crítica, una fuerza conjunta de acción decisiva, que resuelva buena parte de los grandes problemas sociales del país.
La experiencia de la política pública no ha sido muy buena en los gobiernos contemporáneos, porque a la vuelta de la esquina nos estrellamos con decepciones y desorden.
No ha sido posible instalar servicios y bienes públicos sobre las comunidades rurales que ya no tienen presencia de guerrillas y paramilitares en sus territorios; no hemos podido reconstruir un poblado como Gramalote, no tenemos ferrocarriles ni la infraestructura estratégica que haga sostenible el desarrollo integral del país.
Nos vemos desarticulados porque no sabemos funcionar trabajando en equipo; a pesar de los mecanismos que las instituciones han desarrollado para coordinar estrategias, formulamos buenos proyectos, pero en el momento de ejecutarlos y tomar decisiones vitales, se ponen pies en polvorosa.
Articular capacidades institucionales requiere de planes de acción con enfoque territorial, de obligatorio cumplimiento entre los actores institucionales que tienen la misión de reconstruir y transformar las regiones.
La creación de los ministros consejeros supone mejores estrategias de articulación institucional, que no haya lugar al choque de trenes por duplicidad de funciones; ante este riesgo se pondrán a prueba sus liderazgos, para derribar las amenazas de la desinstitucionalización, a causa de la improvisación o el desorden.
Los ministros consejeros a pesar de no tener facultades con recursos públicos, podrán ser determinantes a la hora de articular capacidades y poner orden en la ejecución de los programas claves.
El gabinete del posconflicto debe operar como una fuerza conjunta de acción decisiva, que fortalezca la legitimidad institucional, recupere la confianza ciudadana y avance en todos los frentes del territorio nacional, llevando en su vanguardia obras y soluciones.
Debe trabajar sobre el terreno, lejos de la burocracia de las oficinas enfrentando con respuestas rápidas las complejidades de los territorios; allí existen comunidades con ciudadanos auténticos y emprendedores; otros que esperan subsidios asistencialistas, otros desconsolados con su pobreza, algunos que poco hacen por su desarrollo personal y el de sus familias; también encontrará renovados liderazgos en las veredas y se estrellará con burgomaestres que no apoyan a sectores de sus comunidades, porque no votaron por ellos.
El posconflicto no da espacio a las malas prácticas, ni a leguleyadas de funcionarios que con tal de imponer su autoridad para anular los argumentos del otro, pasan por encima de la verdad y del conocimiento, para ganar reconocimiento.
Coletillas desde mi orilla:
Muy buena noticia el arribo de militares y policías en servicio activo a la mesa de negociaciones en La Habana; esta decisión del presidente enriquece el proceso de paz con las Farc y aumenta las posibilidades reales para la terminación del conflicto.
Preparar mecanismos para el cese al fuego, la dejación de armas y el tránsito hacia la civilidad de las guerrillas, adquiere mayor coherencia y valor político, cuando se construye desde el conocimiento de militares que han conocido a las Farc sobre el campo de combate.
Con la presencia de las víctimas, académicos independientes y ahora militares y policías activos, que darán soporte técnico a la mesa, se busca una respuesta efectiva a los anhelos de paz y reconciliación de los colombianos; ahora hace falta que las Farc hagan su transición hacia la razón.