Una de las noticias internacionales del momento es el proceso de independencia que se está gestando en Cataluña. Ya sea para informar o desinformar, el poder mediático mundial ha realizado cubrimiento constante a cada novedad de este suceso.
Si bien, se han tejido mitos, verdades a medias y grandes mentiras sobre este hecho, lo cierto es que el deseo de autonomía del pueblo Catalán no es algo ligado al actual gobierno, ni siquiera cosa de este siglo, sino de muchos siglos atrás, incluso, antes de Cristo, ya los territorios que habitaban en lo que hoy es Cataluña tenían una cultura diferente a lo que hoy es España.
La movilización independentista catalana debe ser el inicio y servir como ejemplo para los pueblos del mundo, puesto que el glorioso derecho a la independencia es un acontecimiento positivo a nivel personal, social, político, económico y hasta religioso. Me explico:
La independencia mental debe ser la primera batalla de quienes sueñan con la libertad, no se puede pretender cambiar a la sociedad y el gobierno, si nosotros somos unos conformistas e indiferentes.
La independencia social tiene como base la predicación de nuestro aprendizaje. La educación debe ser la base fundamental de toda sociedad que anhele una transformación.
La independencia política es el tercer paso, se dará cuando el pueblo se decida a ser libre, y tenga la conciencia suficiente como para elegir a gobernantes que defiendan la autodeterminación de los pueblos y no la política de la rodilla en tierra ante las potencias mundiales.
La independencia económica es indispensable para acabar con la deuda individual y colectiva de los territorios; debe ser un objetivo clave. Quien tiene deudas será esclavo de sus prestamistas.
Y, religiosamente hablando, personas de diversas creencias afirman que el fin de los tiempos se dará cuando satanás llegue a la presidencia del mundo y, desde lo político, el fenómeno que más se asemeja al control de un solo ser en el mundo es la globalización, puesto que pretende imponer a todos los países del mundo una misma moneda, idioma, política, cultura, etc. Y, también desde lo político, el fenómeno que se opone a la globalización es la independencia.
Por lo tanto, las fronteras de los territorios deben reorganizarse, y esta vez, de acuerdo a sus coincidencias históricas profundas y no a las divisiones que hicieron aventureros conquistadores. Así se evitarán conflictos por regionalismos (como en Colombia) o guerras por religión (Como en Oriente Medio).
No se puede permitir que la globalización destruya la autodeterminación. Los pueblos del mundo deben encaminarse a la construcción de nuevos países. El futuro será independentista.