De acuerdo con un reciente libro de la investigadora estadounidense, Chrystia Freeland, Plutocrats, existe en EE. UU. un 0,1% de personas, una élite que se ha multiplicado en muy pocas décadas, cuyos ingresos exceden en 380 veces el ingreso medio de su país. La distancia entre los tradicionales millonarios es cada vez mayor, engordando su capital año a año gracias a la revolución tecnológica y a la globalización, que permite una mayor diversificación geográfica de sus negocios. En su libro Freeland dibuja un perfil que incluye, según las palabras de un crítico, “desde la élite tecnológica de Silicon Valley, hasta tiburones de Wall Street, genios de las inversiones como el especulador George Soros, u oligarcas rusos. Este 0,1 % ha desarrollado además una faceta filantrópica muy importante y también diferente a las simples donaciones de épocas pasadas. En las fundaciones y proyectos que presiden, proyectan las mismas estrategias empresariales en un sincero afán de cambiar el mundo según sus reglas. Estas reglas propias, afianzadas por las ventajas fiscales que les otorgan los gobiernos, les hacen creer que lo bueno para sus fortunas es bueno para el conjunto de la economía, por no hablar del mundo. Con sus claroscuros, y sus diferencias, los plutócratas constituyen una nueva élite a tener en cuenta y a analizar por su creciente importancia en el sector económico, social y político.”
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Bloomberg, quien logró su fortuna en base a una existosísima plataforma informática, es más amigo de financiar entidades que comparten sus preferencias dietéticas
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Dos de estos plutócratas reseñados en el libro de Freedland han financiado, y siguen financiando, importantes proyectos en Colombia: George Soros y Michael Bloomberg. La similitud entre estos dos billonarios puede ser el tamaño de su fortuna, pero cada uno enfoca sus actividades filantrópicas de manera diferente. Soros, un emigrante húngaro que ha amasado buena parte de su enorme fortuna especulando durante tres décadas contra la libra esterlina, el bath tailandés y varias otras monedas, durante tres décadas ha dedicado su tiempo a promover su fundación sobre la sociedad abierta. (Open Society Foundation). Soros afirma ser un pupilo y admirador de autriaco Karl Popper, una de las mentes más brillantes del siglo pasado. Pero mientras que Popper expresaba su indeclinable vocación por las democracias de libre empresa y su rechazo diametral a toda forma de totalitarismo, Soros es más amigo de financiar organizaciones de izquierda que muchas veces no ocultan sus tendencias socialistas y su relativa tolerancia, por no hablar de admiración, de regímenes y grupos populistas y autoritarios. Posiblemente el mayor beneficiario de las dádivas de Soros en Colombia es la organización Dejusticia.
Bloomberg, quien logró su fortuna en base a una existosísima plataforma informática, es más amigo de financiar entidades que comparten sus preferencias dietéticas, ya sea la carne o las bebidas endulzadas. Y que estos dos ‘plutócratas’ busquen influenciar a los colombianos no es problema, siempre y cuando lo hagan de manera trasparente. Es decir, que cada vez que las organizaciones que se mueven con la platica de mister Soros o mister Bloomberg, lo dejen saber de forma clara, trasparente y contundente. Por lo menos que lo hagan para que los locales entendamos en qué se está usando la platica de las arruinadas viudas inglesas o tailandesas, víctimas de Soros, el especulador.
