En nombre de la “seguridad”, la misma que provocó miles de crímenes de Estado, el gobierno reduce el gasto público en otras áreas que beneficiarían a toda la ciudadanía y que hoy se presentan imprescindibles. El caos de las recientes movilizaciones sociales, evidencia que la cultura y la educación, se presentan, no como una alternativa, sino como la necesidad de pensar desde lo colectivo.
Un país que no garantiza a sus jóvenes el acceso al sistema educativo, como tampoco las oportunidades que brinden un propósito de vida para ellos, la interiorización de aquello que les resulta significativo para entender su propia realidad, sino que por el contrario los convierte en objetos de uso para aumentar las riquezas de un reducido grupo social, dejándolos a la deriva, sin margen para aprender, emprender y emocionarse por nuevos logros.
Un modelo que los adoctrina desde la infancia, les dice que pensar, los ajusta dentro de un molde y les impone valores y costumbres que a menudo son ajenas para ellos. Una vida de obediencia irrestricta que nadie quiere seguir, tampoco nosotros cuando fuimos jóvenes.
¿Estamos permitiendo que los jóvenes sean personas creativas? ¿Les estamos enseñando empatía y solidaridad? ¿Estamos garantizando el desarrollo de su personalidad? ¿Estamos estableciendo para ellos objetivos retadores? ¿Les enseñamos a usar su imaginación?
La poderosa estrategia política y social establecida solo se interesa en amoldarlos, en hacerlos obedientes, enseñarles a cumplir roles, a no cuestionar el establecimiento, a reconocer la autoridad sin importar lo que esta represente. Si deciden salir de ese molde, las fuerzas del Estado disparan toda su furia para contenerlos de nuevo.
Cuando un gobierno aplica tan absurda estrategia a la generación de la tecnología, de las comunicaciones, de las redes sociales, del intercambio de información en tiempo real, sin duda encontrará una respuesta bastante significativa: estallido social.
Es lo que está ocurriendo, los jóvenes que ves a diario probablemente sean menos radicales de lo que tú mismo fuiste a esa edad, digamos que sus paradigmas son diferentes y es que las nuevas formas de comunicación han tenido un efecto enorme en su desarrollo cognitivo. Su marco de compresión es diferente, diverso, pueden explorar todo y seguramente van a hacerlo. No van a ser administradores, ingenieros, contadores o analistas simplemente porque un gobierno dicta que eso es lo que la sociedad reclama.
Si no cultivamos su capacidad para buscar lo que les es significativo, si no hacemos las preguntas correctas, si no les garantizamos una educación y ocupaciones significativas, los obligaremos a moverse en un espacio extraño y distorsionado, en una sociedad de sujetos obedientes que menosprecian sus propias capacidades, esas que para ellos resultan lo más significativo.
La cultura y la educación forman mejores sociedades y ese tendría que ser el propósito principal de los gobiernos, quienes apenas si destinan un mínimo porcentaje de sus recursos a fortalecer esas áreas. Así es como se genera progreso, si no existe un modelo orientado a incentivar la exploración, la creatividad, el pensamiento crítico, a promover el cambio de paradigmas, a cuestionar los dogmas y modelos establecidos y aceptados, tendremos sociedades de inconformes que en cualquier momento y en su legítimo derecho, saldrán a exigir aquello que pacientemente han esperado sin obtener resultado. Ningún gobierno está en el derecho de decirle a sus jóvenes: “Lo lamento no hay futuro para ti, y si lo reclamas tendré que dispararte”.
El sistema actual está enfocado en formar exiliados intelectuales, desplazados del conocimiento, gentes sin proyectos ni emocionalidades. Vulnera los derechos humanos, ignorando la diversidad manifiesta de esta generación, la pluralidad de sus identidades, la expresión de su cultura, la importancia que tiene para ellos la información, la cohesión social, el papel relevante de ellas y ellos más allá de los géneros, la libre expresión de las ideas, es un modelo que coarta el desarrollo mismo de la especie humana.
Tener en cuenta la importancia de una vitalidad que renueva las expresiones culturales, crear las condiciones donde puedan prosperar y mantener interrelaciones provechosas, fomentar la pluriculturalidad, garantizar la educación y promover el intercambio de conocimiento, permitirles el autorreconocimiento de su rol en la sociedad, de su expresión, es un llamado urgente al gobierno y la sociedad: el futuro es de los jóvenes.