El fútbol es el deporte masivo por excelencia en el mundo, su pasión y festejo es casi una religión en países como Italia, Brasil o Argentina.
Hablemos primero de cifras: se afirma que el actual mundial de Rusia está siendo visto por más de 3.000 millones de espectadores; se contempla que la nación más grande del planeta invirtió alrededor de 10.000 millones de dólares para recibir 32 países; la Cadena Fox Sport, según versiones de prensa, pagó 425 millones de dólares por los derechos de transmisión en idioma inglés; el gobierno ruso espera que al final del mundial las cifras de asistentes a los partidos en los estadios de sus 11 sedes lleguen a más de tres millones. Otras cifras: en la preparación se han generado 13.000 empleos directos, 100.00 empleos para la organización y 157.000 voluntarios, además un aficionado o turista alcanza a pagar hasta 1.100 dólares por un boleto de ingreso al estadio.
Todo lo anterior es para explicar por qué el fútbol es el deporte de las multitudes, el más popular del mundo. De hecho, la atracción hacia la práctica y la afición del fútbol está, hoy en día, centrada en nosotros los hombres, en inmenso porcentaje, también en los niños y en mínimo promedio en las mujeres, aunque en crecimiento.
Hay que aclarar que la práctica del balompié, incluso profesional, ya es oficial en el sexo femenino. Sin embargo, este deporte se define antes que todo como una pasión y vale decir que la atracción no es tan generalizada entre las mujeres como en los hombres. Con eso en mente, hay algo que no se entiende, y que hoy en día se preguntan expertos de masas, psicólogos y demás: ¿por qué el fútbol comunica más a los varones que a las mujeres? Una causa psicológica sería que es un deporte de alto impacto, otra que nació históricamente solo para hombres, pero hasta ahí…
El gol es el máximo clímax, los hombres lo cantamos a gritos, nos abrazamos y hasta lloramos, pero ¿por qué a la mayoría de mujeres no les produce lo mismo? La táctica, la plasticidad, la genialidad de un Cristiano Ronaldo o de un Lionel Messi, solo para mencionar dos, poco inmuta a la mayoría de mujeres. Para muchas de ellas es algo más frío y hasta absurdo, inocuo y ridículo. “Veintidós jugadores detrás de una pelota… qué gracia”, concluyen muchas de ellas y miran sorprendidas cómo se transforma poco a poco su compañero frente a un televisor, quedando hipnotizado.
Ellas deciden tomar otro camino, en muchos casos siendo nosotros víctimas de burla o mofa. Se han presentado casos de conflicto de pareja producto de esta gran diferencia de sensaciones y pasiones, y hay historias reales donde mujeres cuentan horrorizadas a sus mejores aliadas amigas cosas como: “mi esposo prefirió ver un partido de fútbol que la faena de una buena tarde”.
Además, las grandes marcas patrocinadoras que invierten millones de dólares y creen en este deporte como estrategia de mercadeo han tratado de llegar a las mujeres consumidoras a través de jugadores estrella de excelente imagen física y carisma, pero el resultado, por lo general, ha sido ciento por ciento de efectividad del mensaje en el público infantil, juvenil y adultos hombres, no así a las mujeres como potenciales consumidoras de esta gran pasión.
La triste conclusión es que no podemos obligar a las mujeres a que quieran y se enloquezcan con el fútbol a la par con nosotros. No insistamos, se nos acabaron los argumentos para convencerlas. Dejemos que al final del día tengan que ceder y comprender que 90 minutos de desahogo y delirio valen la pena. Soñemos que para ellas al menos las piernas de algunos de estos atletas puedan constituir un atractivo que las doblegue, independientemente que poco o nada les interese dónde está la bolita… mientras el marido, novio o compañero permanece sentado en un sillón, frente a una pantalla, como si estuviera poseído y en otro mundo, para ellas lamentablemente… ¡hechos una pelota!