Hace 23 años se vivió en Colombia uno de los momentos más tensos cuando con ovación fueron recibidos los comandantes paramilitares Ernesto Báez, Ramón Isaza y Salvatore Mancuso en el Congreso. Un grupo de congresistas les hizo calle de honor y los acompañaron por la alfombra del congreso hasta el atril donde Mancuso tomó la palabra. Se había preparado para la ocasión con un vestido valentino y una corbata Hermenegildo Zegna y zapatos Salvatore Ferragamo para la ocasión que para él significarían un antes y un después en su sueño de ser Presidente de Colombia. Leyó un discurso largo en el que justificó el accionar de su ejército de 20.000 hombres como el único capaz de haber contenido el avance de la guerrilla en el territorio nacional. Este fue el texto que fue interrumpido con aplausos en varios momentos.
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El fogoso Representante a la Cámara por Bogotá, Gustavo Petro quien entonces rondaba los cuarenta años, ya era conocido por sus vehementes denuncias sobre la presencia paramilitar en el país y la cooptación que habían hecho de las instituciones en la regiones.
Gustavo Petro no dejó pasar el momento e irritado por la escenario que tenía ante sus ojos, mientras en Córdoba avanzaban las negociaciones con el gobierno Uribe, el llamado Acuerdo de Ralito, tomó la palabra con fuerza y pronunció un discurso que resonó en el capitolio cuyo eco llegaba al Palacio de Nariño. Recordaba que la fuerza parlamentaria que había llevado a Álvaro Uribe a la presidencia estaba salpicada por las armas y la ilegalidad del narcotráfico de los paramilitares.
El debate parlamentario dio origen a investigaciones lideradas por León Valencia en la Fundación Arco Iris que documentaron el fenómeno que conocido como la Parapolítico de la cuales resultó un primer libro Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, que sacudió liderazgos políticos, judicializó y mandó a la cárcel a unos cuantos. Pero su efecto fue más regional que nacional y quedaron muchos responsables sueltos con cuentas por pagar.
El Presidente Petro acaba de ver, en la comparecencia de Mancuso ante la JEP, la oportunidad de avanzar en esa verdad que quedó aplazada y por ello acaba de nombrar al comandante del Bloque Norte, quien desde que pronunció su discurso en el capitolio, dejó ver su vocación de poder, gestor de paz. Espera con esta decisión lograr algo que no consiguió la Comisión de la Verdad: que se conozca la responsabilidad de integrantes de sectores económicos, judiciales, militares y no solo políticos en la violencia paramilitar.