A las 10 de la mañana del 2 de noviembre de 1995 Álvaro Gómez terminó su cátedra de Historia Política y Constitucional que dictaba en la Universidad que él mismo había fundado, la Sergio Arboleda. Lo acompañaba su escolta José Huertas y su conductor. Fueron al parqueadero, se montaron en la camioneta negra y salieron a tomar la calle 74. El trancón estaba ahí, como siempre. Dos jóvenes en moto, vestidos de negro, que rondaban el parqueadero de la universidad desde las nueve de la mañana vieron la camioneta detenida en medio de la calle. Se escurrieron entre los carros. El que iba a atrás sacó una subametralladora. Con la punta del arma tocó el vidrio de la puerta trasera de la camioneta. Álvaro Gómez volteó a ver y recibió la ráfaga. Su escolta Huertas también fue abaleado. El hombre que conducía la moto puso un pie en tierra, sacó otra metralleta y disparó al cielo para terminar de espantar a los testigos. Arrancaron la moto y se fueron serpenteando por toda la 74. El chofer de Álvaro Gómez, quien resultó ileso reaccionó y alcanzó a llegar a la Clínica del Country. Al mediodía los médicos dieron el parte final: Álvaro Gómez había muerto.
Constitucionalista, tres veces candidato presidencial, hijo de Laureano Gómez, su voz se alzaba contra el gobierno casi que a diario. Por eso, desde que lo asesinaron, decenas de conjeturas hablaban hasta de un complot salido desde la propia Casa de Nariño donde el Presidente Ernesto Samper tambaleaba en el cargo por el escándalo del Proceso 8000 , la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial que le dio su victoria. Veinticinco años después de tantas hipótesis, las Farc se atribuyen su muerte.
La orden del asesinato se dio, según consta en carta enviada a la JEP, porque Gómez era “un objetivo militar y un enemigo de clase que representaba a quienes habían declarado la guerra a las nacientes Farc-Ep y por qué decidimos callar este hecho todos estos años. Reconocemos que fue un error haber asesinado a un político de la talla de Álvaro Gómez. Hemos leído sus biografías y hoy sabemos que su contribución a la paz del país habría sido fundamental. Pero la guerra nubla la mirada del futuro y solo permite ver la realidad en blanco y negro para dividirla en amigos y enemigos”.
Aunque las Farc según el Acuerdo de La Habana, no asumirán responsabilidades individuales ante la JEP sino como organización política, se sabe que la Red Urbana Antonio Nariño comandado por Carlos Antonio Losada era la responsable de estas acciones en la ciudad. Losada, cuyo nombre de pila es Julián Gallo, fue negociador en La Habana y forma parte de la bancada del Partido Farc en el Congreso.
Galló creció en Bogotá. Se decidió por la guerrilla cuando terminaba bachillerato en el Colegio La Merced después de haber sido detenido , apaleado y torturado en la Escuela de Artillería por haber participado en las protestas del Paro Cívico de 1977 durante el gobierno de Alfonso López Michelsen. Salió de la Cárcel Distrital, el 20 de septiembre de 1978 tomó un bus para Cali donde lo esperaban Alfonso Cano y Andrés París y a través de ellos tomó rumbo hacia las montañas del Occidente colombiano donde se vinculó al Sexto Frente de las Farc comandando por Miguel Pascuas.
En 1983 Jacobo Arenas y Manuel Marulanda le asignaron labores urbanas para construir la red de milicias y apoyos en las ciudades para atender a guerrilleros heridos, o enfermos, en hospitales de la ciudad. Al principio se movió entre Cali y Palmira. Después extendió su influencia a Bogotá. Logró una gran habilidad para moverse clandestinamente. A veces era un taxista, en otras le vendía baratijas a los soldados del Cantón Norte. Unos meses era Arnulfo, otras Omar. No tenía derecho ni a tener nombre.
En noviembre de 1991 el Mono Jojoy conformó la Red Urbana Antonio Nariño y Carlos Antonio Losada fue el encargado de armarla. La idea era trasladar la guerra a Bogotá. En diciembre de ese año mataron a un dirigente sindical y luego a la Comisión Judicial que realizaba el levantamiento del cadáver. Después atacaron con rockets a una estación de policía en Kennedy. El reclutamiento especialmente de estudiantes para engrosar las filas de las Farc también estaba a su cargo.
Además del asesinato de Álvaro Gómez, las Farc también se han atribuido el crimen del exgeneral Fernando Landazabal y del académico Jesús Antonio Bejarano. Ese ocurrió en la noche del 16 de septiembre de 1999, dos hombres con pasamontañas entraron a la Universidad Nacional y esperaron frente al edificio de la Facultad de Economía a que apareciera el profesor Jesús Bejarano, quien había sido consejero de paz de los gobiernos de Virgilio Barco y Cesar Gaviria. Uno de los encapuchados le disparó en la cabeza delante de los alumnos que lo rodeaban. Cuando lo llevaron a la Clínica Palermo ya estaba muerto.
Carlos Antonio Lozada estuvo hasta el año 2.000 al frente de la Antonio Nariño. Una vez se rompieron los diálogos de paz del Caguán, Losada regresó al frente del batalla en el Frente Oriental al lado del Mono Jojoy, a quien terminó reemplazándolo en el Secretariado. De las selvas del Yari viajó a La Habana donde ocupó un rol clave en la negociación de paz. Forma parte del bancada del senado del Partido Farc y sus declaraciones ante la JEP serán claves para despejar el crimen de Álvaro Gómez, revelaciones que pusieron patas arriba 25 años de investigaciones por parte de la Fiscalía y que hasta el momento no habían llegado a nada concluyente.