No cabe duda de que su jornada de trabajo es larga, de su intensa pasión, manifiesta en la inclinación a las lágrimas en cualquier circunstancia, ni de su intención de construir relaciones con las bases mediante la comunicación permanente con grupos de opinión. Además asigna prelación a asuntos de gran importancia, como la seguridad y la movilidad. Sin embargo, no está clara la eficacia de su método de trabajo. Llama la atención esta circunstancia porque Maurice Armitage es un empresario con éxito.
Para entender la situación es preciso recordar que desde hace varios lustros, al amparo de la Constitución de 1991, sin el control natural de verdaderos partidos y sin horizontes de largo plazo en la práctica política, se ha institucionalizado en muchos municipios de Colombia el clientelismo. El caso particular de Cali es extremo porque la racionalización de la plantilla municipal como consecuencia de la crisis fiscal de finales de los noventa se tradujo en la asignación de muchas tareas permanentes a contratistas cuya principal credencial es el vínculo con determinado Representante a la Cámara, Concejal o Asesor del Alcalde de turno. La fragilidad organizacional derivada de esta situación combinada con el escaso trabajo en equipo que caracteriza a la administración de Armitage es garantía de ineficacia. Las cosas se ha agravado en los meses recientes por el pésimo rediseño de la estructura orgánica de la administración municipal. La reforma que se instauró con la venia del Concejo implica que el Alcalde sea el jefe directo de más de treinta personas, lo cual en la práctica significa que él no tiene el tiempo necesario para atender y orientar al equipo de manera ordenada.
La ciudad no tiene plan de largo plazo. La administración anterior, a cargo de Rodrigo Guerrero, logró reconstruir en parte el andamiaje administrativo, erosionado por la indisciplina y la corrupción de algunos predecesores, pero quedó en deuda en materia de visión compartida, lo cual significa que no hay relación necesaria entre la asignación de recursos públicos y las estrategias de desarrollo económico impulsadas por el sector privado, que asume riesgos, invierte y genera empleo, pero necesita correspondencia en el contenido y la calidad de la educación pública, la provisión de infraestructura y la prestación de servicios de seguridad y salud. El esquema de gestión de Armitage impide avanzar en esta materia.
Cali tiene circunstancias peculiares: pese a que su ingreso per cápita y su población son mayores que los de Barranquilla, su presupuesto anual no lo es. El monto en ambos casos es del orden de $3 billones anuales. Una causa de esta situación es que parte importante de la vida empresarial de Cali tiene lugar en los municipios adyacentes, por lo cual sería conveniente la creación del Área Metropolitana, de forma que los recursos públicos atiendan las necesidades de la comunidad entera; hoy parte importante del impuesto de industria y comercio causado por la actividad empresarial se asigna al Municipio de Yumbo. En todo caso, hay mucho margen para mejorar, pero una estructura organizacional inapropiada, en adición al nombramiento de los gerentes de dos entidades clave, las Empresas Municipales, que presta los servicios de acueducto, alcantarillado y distribución de energía, y Metrocali, que tiene a su cargo el sistema de transporte masivo, por el Alcalde y no por la junta directiva respectiva, hacen improbable el logro de los resultados necesarios.
Lo más importante para mejorar la calidad de la gestión es hacer el esfuerzo necesario para afinar de manera sustantiva la forma de administrar. Es esencial el impulso al trabajo en equipo, el seguimiento ordenado a las tareas, y el apoyo al foco en educación e inversión pública alineadas con las estrategias de desarrollo regional y los clusters identificados por la Cámara de Comercio de Cali donde hay ventajas comparativas. . Es probable que se requiera revisar la organización resultante de la reforma administrativa del Municipio. El frenesí laboral de Armitage le dejará tranquila la conciencia, pero no dará fruto sin método efectivo. A veces, como en el fútbol, señor Alcalde, es mejor disparar con la pelota quieta que hacerlo sobre la carrera…