Como corolario de lo advertido por EE. UU., en febrero 24 Rusia invadió a su vecino Ucrania, aduciendo la falsa urgencia de desnazificar el Dombás y proteger a la población de origen ruso del supuesto genocidio local del cual sería víctima. Ucrania la acusó de una agresión injusta, y de impedirle ejercer el derecho de autodefensa y autodeterminarse al pedir sin éxito su ingreso a la OTAN.
Ucrania buscaba una alianza más cercana con la Unión Europea y formar parte de la OTAN, lo que Rusia asumió como una amenaza inmediata a su existencia e invadió militarmente a su vecino. Por prudencia, el Occidente no quiso formar parte del conflicto eslavo y se ha limitado a dar armas, pertrechos, asistencia humanitaria y mediación externa, dejando que Ucrania combata en solitario a Rusia, que es 22 veces mayor, tiene cien veces más tropas, recursos y si lo desea aún puede usar la opción nuclear.
La ONU, desde el inicio de la guerra activó sus mecanismos de mediación y ayuda para restablecer la paz. Rusia vetó toda iniciativa de paz en el Consejo de Seguridad, impidiendo acordar alguna resolución. En la Asamblea General se planteó el mismo caso, y la mayoría de 141 votos, con 34 abstenciones y 5 votos en contra, aprobó la exigencia inmediata del diálogo de paz; pero ha sido ineficaz en sugerir o proponer otras vías efectivas para la pronta solución de este conflicto, al igual que con otros.
Solo hizo un llamado al diálogo directo interpartes, sin desplegar una fuerza militar neutralizante. Aparte el Consejo de Seguridad no ejerció otras acciones, constatando la inutilidad del enorme y costoso sistema diplomático multilateral para evitar la escalada de este anunciado conflicto eslavo; lo que hace repensar la funcionalidad del actual sistema diplomático multi-lateral permanente, y su necesaria reformulación.
Rusia se autoasignó el derecho de suceder a la URSS, en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando junto con Bielorrusia y Ucrania acordaron disolver la URSS en 1991, sin prever nada sobre esa sucesión y; sin que ningún otro país se opusiera a ello. Esa permisión ha propiciado los reiterados vetos de Rusia en el Consejo de Seguridad.
Ante esa disyuntiva, Ucrania acusó a Rusia ante la Corte Internacional de Justicia, como agresor ilegal y delitos de lesa humanidad. LA CIJ, que es otro mediador externo, en solo una semana le otorgó unas medidas cautelares de cumplimiento compulsorio, exigiendo a Rusia detener esa invasión; pero no impulsó una agenda propia para resolver el conflicto, y se limita a observar la mediación de Turquía.
Rusia omitió acatar la orden del CIJ; accionólos misiles hipersónicos e hiperbáricos, se apropió de 500 aviones civiles extranjeros arrendados a empresas rusas y le pidió más armas a China, sin que Occidente aún idee otras opciones creibles de solución al conflicto, que a diario causa más muerte, destrucción, éxodo civil y afecta la economía mundial, al generar escasez e inflación conexa en el resto del mundo.
La Unión Europea, la OTAN, Japón, los bálticos y USA impusieron sanciones económicas y condenaron el uso de la fuerza invasora y de armas de destrucción masiva contra objetivos civiles, hospitales, hogares infantiles y el bloqueo a vías de evacuación humanitaria ucraniana. Rusia ignora toda presión externa, continúa impasible su ataque indiscriminado y amenaza la seguridad futura de los Bálticos.
Rusia sopesó su estrategia invasora, en línea con las que ya hizo a Finlandia en 1939, a Chechenia en 1999, en Osetia a Georgia en 2008 y en Crimea en 2014; sin que el centenario sistema internacional aun plantee otras opciones de paz más efectivas.
Hoy solo la mediación turca ha facilitado un diálogo estéril, donde Putin exige la rendición incondicional, la división de Ucrania, la pérdida de zonas usurpadas en Donestk y Lugansk, como base para cesar su invasión militar, que el ejército local Ucranio detuvo a medias en recientes contraofensivas, luego de un mes de guerra.
Debe asumirse a mediano plazo que si Rusia tiene éxito en dividir a Ucrania y en quitarle un tercio del territorio, imitará a Hitler y, reincidirá en su estrategia invasora sobre los países Bálticos, Moldavia y otros vecinos para tensar al máximo el sistema internacional, y aprovechar la negación Europea a tomar oportuna acción, para así crear otros micro-estados tapones, que son sus acolchados comodines ante la OTAN.
Estados Unidos, Reino Unido y la UE lideran la reacción occidental basados en las sanciones económicas, suministrarle de armas, ayuda humanitaria y apoyo verbal, que han sido ineficaces, por el afán de compromiso y la enorme dependencia europea occidental ante el gas ruso en éste invierno.
La UE omitió el principio de Responsabilidad de Proteger (R2), por temor a los efectos de una intervención directa que escale el conflicto, optó por negar la exclusión área, pasar armas a Ucrania y limitar a Rusia acceso parcial al sistema financiero SWIFT, permitiendo a Putin usar todo tipo de armas, continuar los ataques a civiles y la estrategia de arrasar las ciudades, presionando la inmediata rendición.
El gobierno ucraniano ofreció intercambiar prisioneros, un estatuto de neutralidad y la suspensión de combates y zonas de evacuación, pero todo fue rechazado por Rusia.
El sistema transaccional bancario SWIFT excluyó a Rusia de su plataforma en algunas operaciones, dejando abierta la vía para pagarle las compras petroleras y del gas, para no auto-marginarse de la calefacción barata, en este invierno. Ello evidenció el fracaso del costoso sistema multilateral externo, que evoluciona desde 1919, al crearse con tal objetivo la Sociedad de las Naciones y en 1946 la ONU.
China hizo moderados llamados a diálogo de paz, sin mediar en este conflicto, pero si ha tomado las necesarias lecciones de no intervención externa, que le podrían servir luego en su política externa hacia esos conflictos, pues también tiene tensiones con Taiwán y rivaliza por islas del Mar de China, con Japón, Vietnam, Filipinas, EE. UU. y otros estados vecinos. Ella aprendió lo que deberá optimizar y aquello que debería evitar cuando asuma su eventual rol bélico en esas zonas; que ojalá no se diera.
Rusia sigue tensando al máximo el sistema internacional para conocer su debilidad y capacidad de respuesta, buscando conquistar el máximo avance, aprovechar la inacción externa e independizar los nuevos estados prorusos, que fueron el falso pretexto para iniciar esta inexplicable invasión militar contra su antiguo aliado.
Los nuevos socios de los rusos en Latinoamérica (Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia) respaldan sin restricción la invasión rusa (la que ellos podrían sufrir después en su propio suelo). Argentina y Brasil, cuyos presidentes fueron a Moscú a buscar mayor inversión rusa al inicio de 2022, antes de iniciar la guerra, han callado.
La canciller colombiana Marta L. Ramírez planteó en febrero liderar una posible alternativa de mediación, pero el presidente Iván Duque la silenció pronto para que no afectara la política de los EE. UU.; por ello, el único actual mediador real es Turquía, que así ganó mayor protagonismo y poder regional, con muy limitados recursos.
Entre tanto, el pueblo ucraniano asume más de 20.000 muertos y cuatro millones de exiliados, la ineficacia del centenario sistema multilateral en la mediación de los conflictos, así como la inacción del Consejo de Seguridad, que tras un siglo de surgir en 1919 es del todo inútil ante el abuso de Rusia, por su escaso rol y ningún logro en un conflicto anunciado; por el peso de los actores involucrados y desinterés en este conflicto, que amenaza con convertirse en prolongada guerra de insurgencia vecinal.
Todo ello impulsa a examinar la urgente reforma del sistema multilateral de la ONU y el Consejo de Seguridad para reimpulsar un consenso mundial hacia un modelo más dotado de mecanismos de prevención y control eficaces, que propicie acciones de oportuna mediación en los diversos conflictos regionales, evitar que escalen a una guerra mundial irremediable, y luego con retardo sugerir los cambios necesarios.