Al comienzo solo eran un pequeño grupo de autodefensas campesinas. Estaba conformado por unas pocas familias, las cuales se estaban defendiendo de la violencia política que se vivía por aquel entonces en el país. Pero en el año de 1964 todo cambió. El gobierno entonces encabezado por Guillermo León Valencia decidió bombardear aquel territorio, argumentando que combatía y acabaría así, la amenaza comunista que esas familias representaban. El resultado fue todo lo contrario, ese pequeño grupo creció, y dejó de ser una autodefensa, para convertirse en guerrilla. Habían nacido las Farc.
Pasar a ser una guerrilla significa algo diferente a solo defenderse de la violencia. Significa y significó querer hacerse con el poder, por medio del uso de las armas con la política. Esta fue su estrategia hasta el 2016 cuando se firmó en La Habana (Cuba) un acuerdo de paz entre esta insurgencia y el gobierno de Colombia.
El firmar un acuerdo de paz y dejar las armas era algo impajaritable. El país no soportaba más, y demandaba un cambio. La confrontación armada había llegado a un punto muerto, que solo beneficiaba a los señores de la guerra. Por lo tanto, si Colombia pretendía salir de la espiral de violencia, el único camino era la firma de la paz.
Las Farc-Ep fracasó en el sentido de querer hacerse con el poder por medio de las armas, pues claramente no lo consiguió. Pero el fracaso de la tesis armada debe verse como una victoria de toda Colombia. La firma del acuerdo de paz significó un paso en el proceso de reconciliación nacional y un avance democrático. Cuestiones que aun profundamente necesitamos.
Cuando las Farc-Ep firmó el acuerdo en la Habana y se convirtió en un partido político, se encontró con la realidad de tener que hacer política de una forma que desconocía completamente. El primer termómetro fue el referendo de la paz. Nadie está en contra de la paz, pero, aun así, dicha contienda se perdió y aunque hubo muchos factores, la imagen, la retórica y la comunicación política de las Farc fue uno de especial relevancia.
El resultado del referendo fue extremadamente ajustado, el 50,2% votó no y el 49,7% votó sí. El voto de los primeros fue claramente un voto anti-Farc, y el de los segundos fue a favor de la paz y no de las Farc. Por lo tanto, si uno se pregunta cuál sería el respaldo político y popular con que gozan las Farc, tendremos que decir que es bajo. Están perdiendo claramente la batalla política. Esto debido a varias cosas:
En primer lugar, la marca Farc ha sido golpeada mediáticamente durante mucho tiempo. Por lo tanto, reposicionarla y mejorarla no es nada fácil. A esto se suma que sus comandantes, sin duda son líderes experimentados, pero ante todo en el monte. En las vicisitudes propias de un conflicto armado y una lucha de guerrillas de vieja data. No en lo que es y cómo funciona la política hoy en día. Es así como no logran transmitir una idea política clara, y no logran mejorar su imagen, por el contrario, empeoran. Basta con ver el caso Santrich o las declaraciones de Iván Márquez entre otros.
Esto tiene que ver con la forma amateur de hacer política en los tiempos actuales. Sus asesores son los mismos aduladores de comandantes que durante tanto tiempo inflaron los informes anunciando que la revolución estaba ahí a la vuelta de la esquina. Por otra parte, sus dirigentes políticos otrora comandantes, siguen anclados en su viejo comportamiento de jefes guerrilleros, es así como son flanco fácil, de los medios y de la crítica de cualquier “político” incluso de novatos.
Si bien las Farc hoy cuenta con una representación política en el congreso producto de los acuerdos, la realidad es que, si no sufren una profunda metamorfosis, con el tiempo desaparecerán o quedarán muy reducidos. Aunque parezca presuntuoso y prematuro decir algo así, no podemos desconocer los síntomas. El primero tiene que ver con la incapacidad de competir electoralmente en listas propias y tener que acudir a listas “colchas de retazos”. Esto es algo que uno esperaría de pequeñas formaciones políticas, pero no de una organización con tanta historia, poder y disciplina etc. El segundo síntoma, es que incluso en estas listas se les ve con reparo o se les niega la entrada. Esto es sencillamente por un análisis de costo-beneficio, pues muchos sienten que estar en una lista electoral junto con las Farc, equivale a perder votos o las elecciones.
Pero no todo está perdido para las Farc. A pesar del clima político adverso, la violencia, el asesinato y la represión con que vive Colombia, aún están a tiempo de actualizarse, solo falta la voluntad de hacerlo. Colombia necesita de diferentes y nuevas fuerzas políticas que hablen distinto y generen una matriz de opinión diferente capaz de erradicar para siempre la violencia de la cultura política colombiana.
¡Vamos Colombia a construir la paz!