El fracaso de la política
Opinión

El fracaso de la política

Un desgobierno brutal, ningún control del orden público, crisis social, falta de liderazgos, debilidad democrática, se resumen en la frase de este título

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junio 01, 2021
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Lo que ha fracasado rotundamente en la Colombia de hoy es la política. Lo que sucede es consecuencia de la crisis de los mecanismos de representación, que no representan más que a sus propios detentadores y sus particulares intereses. Si el Senado y la Cámara (para no hablar de asambleas departamentales y concejos municipales) representaran realmente a la Nación en su vastedad y variedad, en sus necesidades y aspiraciones, y el gobierno fuera el reflejo mayoritario de esa participación, pues habría el espacio político para resolver cualquier problema social que se presentase.

Como no es así, cada quien, desde senadores y representantes hasta los jóvenes amotinados en los puntos de resistencia de las ciudades, se representan a sí mismos y sus agendas abiertas u ocultas, y hay que negociar con cada uno de ellos. Es la pesadilla en que se convirtió el sueño del estado participativo, cuyos mecanismos, referendos, plebiscitos, consultas, revocatorias, establecidos en la Constitución de 1991, no han servido para nada.

El origen de desastre es la separación de las elecciones parlamentarias de las presidenciales, con las primeras por delante, que rompió la relación que debería haber entre el gobierno y el Congreso, abriendo el camino a candidatos presidenciales de opinión sin mayor o ninguna representación parlamentaria, y convirtiendo al Congreso es una suma de pequeños feudos electorales. Ambas cosas hay que cambiarlas. ¿Una Constituyente?

Hoy, los candidatos presidenciales más opcionados, Gustavo Petro y Sergio Fajardo, no tienen un partido político que los respalde y mínima representación en el Congreso. ¿Si alguno de ellos gana, cómo podrían ejecutar su programa de gobierno en esas circunstancias? La elección parlamentaria debería coincidir con la primera vuelta presidencial, para volver a unir esos dos mundos separados.

El fracaso político del gobierno Duque, que es catastrófico,  se debe a que no pudo o no quiso construir una coalición sólida de gobierno, con participación en el gabinete, desde el principio. Ahora está tratando de hacerlo a las volandas, en el año final de su mandato, cuando las personas que eventualmente podría ayudarle son las que quieren reemplazarlo. Cualquier político con diez millones de votos a su favor hubiera estado tentado a hacer lo mismo y a creer que no necesitaba del Congreso para gobernar.

Y las cosas no funcionan así, porque lo que se crea es una enorme desconexión entre el país político y el país nacional, que es lo que está sucediendo con la rebelión civil en las calles. A un costo descomunal. Si el comité del paro iba a proteger a la clase media y al pequeño empresario de un zarpazo tributario, esas mismas personas ya perdieron más de lo que hubieran costado los tributos. Si los grandes contribuyentes estaban dispuestos a asumir el costo de la reforma tributaria, es probable que sus pérdidas se los impidan. Si el gobierno quería proteger el grado de inversión de la deuda pública, el desorden creado no llevará sino a bajar más la calificación, y calificación o no ¿quién querría invertir en un país que parece a las puertas de una guerra civil?

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Es una crisis social, pero su solución no es tanto económica sino política. Si es así, debe abrirse el gobierno a incorporar a su gabinete a todos aquellos que pueden ayudar con su liderazgo político

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Es por supuesto una crisis social, pero su solución no es tanto económica sino política. Si la solución es política, pues debe abrirse el gobierno a incorporar a su gabinete a todos aquellos que él considere que pueden ayudar con su liderazgo político a la solución del entuerto, a escuchar a los jóvenes y a los desposeídos, a todos los protagonistas legítimos del paro. Gabinetes de salvación nacional o de guerra ha habido en todas partes. Aun entre nosotros cuando existían partidos políticos de verdad representativos de la gente. El más memorable, el que surgió del 9 de abril de 1948, luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que fue más o menos sentar a enemigos irreconciliables a la misma mesa.

¿Habrá en el gobierno de Colombia el espíritu para constituir un gabinete de salvación nacional, por nombrarlo de alguna manera dramática, aunque la situación no es para menos? ¿Se prestarán para ello las fuerzas políticas, los grupos representativos de ciudadanos y los organizadores del paro, que es lo que hay disponible para asegurar la gobernabilidad?

O la pregunta perversa que es inevitable: ¿Están jugando las fuerzas dominantes en la política, el gobierno de derecha, sin apoyo mayoritario en el Congreso, sin apoyo popular, y la oposición agresiva y callejera, a un juego de resistencia, una guerra de desgaste que llaman, apostando a ver cuál queda en pie para recoger las sobras del desastre? ¿O para cerrarle el camino una opción de centro?

Más que una estrategia preconcebida para demostrar que se requiere un gobierno fuerte, de mano dura (aunque la perversidad existe), lo que la gente corriente percibe es un desgobierno brutal, una pérdida del control del orden público, una crisis social sin precedentes, una falta de liderazgos nacionales constructivos, una debilidad del sistema democrático. Todo lo cual se resume en una sola frase: el fracaso de la política.

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