Luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos decidió invadir Afganistán para desplazar el régimen de los talibanes que albergaba y protegía al grupo terrorista Al Qaeda y dar de baja a Osama Bin Laden. En 2002 una misión internacional encabezada por EE. UU. ocupo de manera fácil y rápida Afganistán, desplazando a los talibanes del poder. El siguiente objetivo para Estados Unidos era instaurar un gobierno y la estabilización del país mediante un sistema político-democrático.
Luego de 20 años de ocupación e intentos por desarrollar un ejército que garantizara la estabilidad política y social del Estado Afgano, e impedir el retorno al poder de los talibanes, EE. UU. se retira, sin logra las metas propuestas. Miles vidas de soldados perdidas y multimillonarias sumas de dinero invertidas sin éxito.
Para muchos analistas existen diversas causas para el fracaso de la misión, la principal un desconocimiento de la sociedad afgana. Elementos como la división étnica, el rol del islam, las grandes desigualdades entre el campo y la ciudad, y la dificulta de la geografía no fueron consideradas. A todo esto se agregó la idea por mostrar el conflicto desde la óptica de la geopolítica internacional, cuando históricamente los temas internos han definido el curso de la historia afgana.
En el ámbito institucional, Afganistán ha sido tradicionalmente un Estado débil, mayormente fuera de las ciudades, y su autoridad siempre era cuestionada, obligando a la realización de acuerdos con las élites locales. En adición, con el golpe de estado comunista de 1978 y la posterior intervención militar soviética la ausencia del Estado era palpable y la mayoría de la población quedó fuera de toda integración más allá de la comunidad local. Lo que causa una desconexión entre las poblaciones y las autoridades centrales.
Además, la ejecución de un sistema político a partir de 2002-2004 sustentado en el modelo democrático occidental no fue acogido por la mayoría de la población; la idea de que los conflictos políticos se solucionarían con elecciones libres fue errada debido a que cada país tiene sus propias particularidades. Aquí las simpatías políticas no se prestan por motivos ideológicos sino familiares, clánicos, tribales, étnicos, geográficos, religiosos (sunismo, chiísmo). En un país donde las diferencias étnicas, agravadas desde los años noventa, están a la orden del día, es difícil crear un sistema de partidos políticos que al final terminaron ser más partidos de base étnica y no formaciones de corte ideológico.
A su vez, los nuevos actores políticos eran los mismos que habían combatido en contra o a favor de los soviéticos y luego de la salida de Moscú en 1989 se enfrentaron una guerra civil que destruyó el país y cuyas guerrillas cometieron abusos contra la población civil. Lo cual no facilitó el apoyo popular al nuevo régimen político. Más aun, los líderes afganos de los últimas 20 años han sido corruptos que se adueñaron de grandes cantidades de dinero que la comunidad internacional destinó al desarrollo del país. (Gomà, 2021)
El marco social, cultural y político un aspecto muy común es la reticencia cuando no la hostilidad a lo que viene de fuera y más si viene impuesto.
La sociedad afgana es claramente patriarcal y rígidamente jerárquica, caracterizada por una obediencia de los jóvenes a los mayores, de la mujer al hombre y de la mujer joven a la mujer mayor; la imposición de autoridades por medios democráticos no es aceptado por la sociedad. En lugar de promover cambios de manera lenta pero sostenida, se impusieron nuevas normas rechazadas por la población.
En el tema religioso, aunque el nuevo Estado pasó a denominarse República Islámica de Afganistán y el islam fue designada religión oficial, se podría haber utilizado políticamente la religión islámica para unir más a la población, pues es el único factor de unidad interna que existe en un país fragmentado étnica, geográfica, lingüística y culturalmente.
La falta de soluciones aplicables en el escenario afgano ha sido una debilidad para solucionar la difícil situación interna. Se debió haber apostado por el diseño de Estado con mecanismos para consolidarse y con la capacidad coercitiva para imponer su autoridad por medio de cuerpos policiales y un ejército bien preparado y bien pagado. Por el contrario, la corrupción a gran escala facilitó la desmotivación del ejército por la incapacidad de pago a las tropas, desviación de fondos y hasta la venta de los equipos militares por los altos mandos y los propios soldados.
La distribución de las tropas y campamentos militares por toda la geografía del país ameritaba de complejas cadenas de suministros y logística para abastecer las tropas con aprovisionamiento militar, la cual, tras la desescalada de las tropas americanas el ejército afganos no era capaz de mantener en su lucha contra los talibanes.
Como complemento el acuerdo de Doha firmado por la administración de Trump con los talibanes en 2019, mediante el cual Estados Unidos se ha comprometido a cerrar cinco bases militares, reducción de tropas, detener los ataques aéreos contra posiciones talibanas, les permitió a los talibanes reagruparse y equiparse durante todo un año.
En adición, el gobierno de Trump negoció la retirada y la paz con los propios talibanes y no con el gobierno, creando una desmotivación en las instituciones y los cuerpos militares afganos, provocando de esta manera la toma del poder por los talibanes inmediatamente Estados Unidos se retira luego de 20 años de conflictos.