El 6 de marzo del 2018 fue uno de los días más tristes para Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela en los más de 20 años que llevaban en una cárcel norteamericana. Ese día la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez condenó por presuntas irregularidades en la venta de Drogas la rebaja, la cadena que se constituyó en la joya de la corona de los capos del Cartel de Cali, a nueve años de cárcel a ocho de sus familiares: Jaime Rodríguez Mondragón, María Teresa Quazua Espinel, Amparo Arbeláez Pardo, María Fernanda Rodríguez Arbeláez, Juan Miguel Rodríguez Arbeláez, Julio César Muñoz Cortés, Juan Carlos Muñoz Rodríguez y Rafael Guillermo Arjona Alvarado. Ninguno tendría la posibilidad de tener casa por cárcel.
La jugada había vuelto a ser maestra por parte del Ajedrecista -sobrenombre de Gilberto Rodríguez Orejuela- entre 1997 y 1998, periodo en el que los hermanos estaban ya en la cárcel, movieron cerca de $ 26 mil millones de la época en cuentas de ahorro que eran abiertas y canceladas a las pocas semanas. No quedaba rastro.
La noticia de la condena se coló por las rendijas de la cárcel federal de Butner, en Carolina del Norte, el lugar en donde está desde hace 25 años Gilberto Rodríguez Orejuela. Las preocupaciones se agravaron aún más cuando, un año después, el 18 de marzo del 2019 otros catorce de sus familiares, entre los que se contaban Amaparo Rodríguez Gil, Alfonso Gil Osorio, Soraya Muñoz Rodríguez, Claudia Pilar Rodríguez Ramírez, Luz Stella Pérez Gómez, Pedro Nicolás Arboleda Arroyave, Pablo Emilio Daza Rivera, Tiberio Fernández Luna, Ricardo Calderón Ascanio, José de Jesús Naizaque Puentes, Maria Consuelo Duque, Jairo Serna Serna, Diego Durán Daza y Herberth Gonzalo Rueda.
Desde que llegó extraditado a los Estados Unidos, en el 2004, Gilberto Rodríguez Orejuela ha padecido los estragos del tiempo y de la salud. Llevaba unos días en ese país cuando sufrió un infarto. A los pocos meses fue diagnosticado con cáncer de próstata, luego fue un cáncer de colón así como la hipertensión galopante. Sin embargo sobrevivió a todo aunque, a los 82 años, desesperanzado, espera ser sacado de una cárcel en donde ya se han presentado decenas de casos de contagiado por Coronavirus.
Su abogado, David Oscar Muskus, intenta apelar a la caridad del juez del distrito sur de la Florida, quien fue el funcionario que lo condenó, para que lo deje salir de la cárcel e irse a pasar sus últimos días a Cali. Para esto quería explotar la Ley del Primer Paso que pretendía dejar libres a delincuentes mayores de 80 años que no revistieran mayor peligrosidad. Hasta el momento el juez ha sido impermeable a sus ruegos.
Miguel, su hermano y socio, siempre ha sufrido problemas de salud. Incluso el 29 de julio de 1995, cuando el Bloque de Búsqueda lo acorraló, un infarto le sobrevino. A las 10 de la mañana de ese caluroso lunes les dijo a sus hombres que lo trasladaran inmediatamente a la Clínica de Occidente de Cali. En 30 minutos le aplicaron inyecciones, respiradores, y lo revivieron. Afuera su chofer, guardaespaldas y hombre de confianza, Jesús Zapata, vigilaba que no llegara el Bloque de Búsqueda. Unos movimientos sospechosos lo alertaron. Sacaron al capo en silla de ruedas. Cuando los 50 hombres del Bloque de Búsqueda llegaron a la clínica el hombre más buscado de Colombia después de la muerte de Pablo Escobar, ya no estaba. La policía buscó los registros de los 73 pacientes que estaban internados en la clínica. Cuarto por cuarto en los seis pisos de la edificación esculcaron. Durante dos horas la búsqueda fue incentiva. No encontraron nada.
Miguel fue condenado junto a su hermano Gilberto el 26 de septiembre de 2006 a 30 años de cárcel. Además tuvieron que devolver propiedades que superaban los USD $3.000 millones. Al principio Miguel Rodríguez fue enviado a una prisión federal en el sur de la Florida, una cárcel de máxima seguridad. A comienzos de esta década lo trasladaron a una de mediana seguridad gracias a haber negociado con la justicia norteamericana. La Institución Correccional Federal Edgefield es su casa desde hace siete años. El penal alberga entre 500 y 549 reclusos. Ubicada en la frontera entre Georgia y Carolina del Sur, el ambiente es distendido y está lejos de tener la rigurosidad de otros penales donde ha estado el segundo hombre más fuerte del Cartel de Cali. Incluso allí se desarrolla un programa para rehabilitar adictos al alcohol y a las drogas. Los presos más notables que están en esa cárcel son el jamaiquino Cristopher Coke, capo de la banda Shower Pose que inundó de cocaína las costas de Florida, condenado a 30 años de cárcel; y Thomas Noe, recaudador de fondos del partido Republicano que canalizó dinero de manera ilegal dineros a la campaña de Bush. Está condenado a 18 años de cárcel.
Miguel Rodríguez se ha podido comunicar desde allí con relativa facilidad con sus familiares más cercanos, su esposa, la ex reina nacional de la belleza Martha Lucía Echeverry, y su hija Diana. Con sus otros dos hijos, Juan Miguel y Maria Fernanda, no ha tenido contacto en estos años. Ellos vivieron un tiempo ocultos en Buenos Aires. Juan Miguel está acusado de guardar varios narco bienes de su papá y su tío. También es señalado de haberse llevado $9.000 millones producto de la venta de los jugadores del América de Cali Pablo Armero, Fabián Vargas, Javier Reina, Brayan Angulo y Sergio Herrera. El poder que aún conservaría Juan Miguel se refleja en que, cuando la Selección Colombia que dirigía José Nestor Pekerman visitó por la eliminatoria al mundial de Brasil el Monumental de River, se le vio en los pasillos del estadio buscando entrevistarse con los jugadores.
En el 2018 sufrió un infarto y a los 77 años espera salir libre antes de morir.
Hasta sus celdas herméticas les llegó una buena noticia, de esas que escasean: 14 de sus familiares que fueron condenados a 25 años de prisión fueron beneficados con una rebaja que les dejó sus penas en 13 años. Tibio consuelo teniendo en cuenta que difícilmente los volverán a ver.