En tecnología hay un evento que se denomina en inglés leap frogging y cuya traducción coloquial pudiera ser ‘salto de rana’. Este fenómeno ocurre cuando una tecnología convierte a otra en obsoleta. En un pasado reciente pasó con el fax que volvió obsoletos tanto el télex como el telégrafo; y los CD a los discos, los casete, y los DVD. Más recientemente, la tecnología de los celulares ha vuelto prácticamente irrelevantes las líneas telefónicas fijas. Mecanismos para comunicarse por Internet como Skype o Face time han despedazado el negocio de las llamadas telefónicas de larga distancia. En Colombia, las compañías que manejaban las antiguas tecnologías de comunicación, como Telecom y las empresas municipales de telefonía, ni siquiera se dieron cuenta del fenómeno que se les venía encima y en pocos años perdieron casi la totalidad de su valor. La Empresa de Telecomunicaciones de Colombia, Telecom, cuyo valor llegó a estar en los miles de millones de dólares, terminó vendiéndose en unos pocas decenas de millones. La arrogancia de las empresas municipales, que tardaban años en instalar una línea física, fue remplazada por la dinámica de los operadores móviles que en cuestión de minutos le entregan a uno un teléfono funcionando.
Para tener una idea de la velocidad en que se gestan los cambios tecnológicos, Brian Krzanich, el presidente de Intel, hace un breve resumen de la ‘Ley de Moore’, ley que señala que cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado: “Si uno compara el primer microchip de Intel fabricado en 1971 con el que actualmente está en el mercado, este último es 3500 veces más potente; usa 90.000 veces menos energía; y vale 60.000 veces menos.” Para entender mejor la magnitud de este cambio, los ingenieros de Intel compararon los que hubiera pasado con un Volkswagen Escarabajo si hubiera tenido igual desarrollo tecnológico: “El carro tendría una velocidad de 480.000 kilómetros por hora y una autonomía de tres millones de kilómetros por galón de gasolina. Todo lo anterior a un costo de 80 pesos”.
Las anteriores consideraciones se hacen para traer a colación una pregunta de fondo: ¿La tecnología de Netflix va a convertir la televisión comercial en obsoleta? En reciente entrevista para la revista Bocas, el cofundador de Netflix, Matt Hastings, afirma que “la televisión, tal como la conocemos, desaparecerá antes del año 2030. Los canales que invierten sumas incalculables de dinero por tener un espacio y frecuencia en el aire y que giran en torno a una programación rígida, a horas determinadas, serán cosa del pasado… el futuro es completamente digital, pues esta es la Era de Internet”. Netflix revolucionó el mercado ya que permite consumir las 24 horas del día en cualquier pantalla, ya sea televisor digital, computador o cualquier dispositivo móvil. Esto cambió, como bien señala Hastings en dicha entrevista “el juego y los hábitos de consumo: el televidente ya no debe regirse por horarios diferentes al propio porque todo está ahí, cuando sea, donde sea, con un tiempo de espera nulo, pues las velocidades de Internet permiten ver una película de inmediato, sin tiempo de descarga. El “modelo Netflix” también introdujo el término bing watching, que traduce algo como una comilona televisiva, un atracón de entretenimiento, incluso a veces una egoísta sobredosis de drama, ya que no hay límites sino los que pone el usuario. Es por esto por lo que a las hora pico, de 10 a 12 de la noche, Netflix es el responsable de más del 30 % del tráfico de streaming en Estados Unidos; el doble de YouTube”.
El autor de esta nota no tiene elementos de juicio para opinar si Netflix va a acabar o no con la televisión. Lo que si es una realidad es que cerca del 43 % de los anunciantes ya lo hacen es en medios digitales. En Colombia el Estado —con sin igual torpeza— se ha resistido a otorgar más licencias de televisión, a pesar de los enormes ingresos que podría percibir por estas licencias. Cuando finalmente se decida a hacerlo, posiblemente la televisión sea obsoleta y estas licencias no valgan nada. Ese es el costo que los contribuyentes tendremos que pagar por la arrogancia combinada con la ignorancia.