El fin de la política del miedo

El fin de la política del miedo

El miedo tomó forma apoyado en la "tradición violenta". Acabar con el terrorismo local fue -y ha sido- la bandera de la seguridad democrática y del uribismo

Por: Edgar Eduardo Pulido García
marzo 29, 2022
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El fin de la política del miedo
Foto: Pixabay

En el libro Ciudades Muertas - ecología, catástrofe y revueltas el escritor Mike Davis escribe un capítulo de un par de páginas que se titula: 'Estudios sobre el miedo'; allí plantea la relación del cine, la televisión y los medios de comunicación desde la década de los ochenta en la creación de cierta fobia latente en la sociedad norteamericana, los peligros de un ataque alienígena, el armagedón, un ataque nuclear, en últimas una reedición de la guerra de los mundos de Orson Wells (y sobre todo la paranoia colectiva que esta desató abriendo el s. XX) multiplicada y dirigida ahora de manera intencionada.

Solo faltaba a este miedo preexistente un hecho real, tangible, que constatara y llevara a la realidad estos miedos: así el 11 de septiembre que abre el s. XXI se siembra como una realidad que confirma el terror: "algo iba a suceder y sucedió".

De allí el miedo pasa a tomar un papel central en la política (aunque de cierta forma siempre se ha usado, en especial el miedo funda los regímenes totalitarios del siglo anterior, tal como lo esboza Erich Fromm en el Miedo a la Libertad, seguramente lo novedoso aquí es el cálculo político de las "democracias modernas" y la manera en la que éste se ha implementado).

A partir de allí el miedo (curioso es el epíteto de lucha contra el terrorismo: los causantes del miedo) centra las formas de la política internacional de los Estados Unidos y se vuelve una forma de justificar las invasiones del medio oriente, el intervencionismo global: la lucha contra los "terroristas" internacionales.

Ahora bien, los usos del miedo son variados, de los cuales para estas notas vamos a tomar solamente dos.

1. El miedo desvía la atención de los problemas centrales: desempleo, inequidad, inseguridad alimentaria, etc. Así la lucha contra el terrorismo termina siendo una cortina de humo para perder de vista y hasta olvidar los problemas reales y cotidianos

2. El miedo proyecta todas las frustraciones acumuladas en un único culpable, así: el hambre, la miseria, la violencia cotidiana, enmarcados en un ambiente de incertidumbre, terminan siendo simplificados en un único culpable, placebo que no cambia en nada las condiciones particulares, pero que hace más llevadero el devenir, al menos del pueblo paria.

El miedo en Colombia
Para nuestro caso el miedo tomó forma apoyado en la "tradición violenta". Acabar con el terrorismo local fue -y ha sido- la bandera de la seguridad democrática y del uribismo. La realización del sueño de una nueva nación sintetizada en avance militar, cada baja de un jefe guerrillero se celebraba con vítores no solo en el palacio de Nariño sino en las tiendas de los barrios populares, el fin de las guerrillas, o el fin del fin, como lo dijo Santos siendo ministro de defensa, profetizaba su realización; y tras bambalinas: persecución y estigmatización del movimiento social, asesinato de líderes sociales, falsos positivos, fortalecimiento de las bandas criminales (paramilitarismo y microtráfico en los centros urbanos) desempleo, ecocidios por cuenta de megaproyectos multinacionales, ganadería extensiva, coca, etc. y ahora, en tal vez el último gobierno uribista, el culmen de su política: hiperinflación, masacres, riesgo alimentario declarado por la FAO...

Y a pesar de ello, nace la esperanza, de los últimos acontecimientos hubo uno que pasó desapercibido y por eso mismo supone importancia: el asesinato de Santrich, uno de los grandes referentes de la guerrilla en Colombia, de las disidencias que renunciaron al acuerdo y por demás objetivo central de un gobierno que buscaba bajas para compensar su ineptitud en otros campos, sin embargo el operativo que terminó con su vida no generó festejos, nombrarlo en todos los medios atrajo poca atención, ya el sofisma bélico no rindió frutos, igual ha sucedido con algunos jefes del ELN de alta representatividad, tal vez sea por los acuerdos de paz que aún hechos trizas lograron acabar con el espíritu de la guerra sembrado durante años en la población, o quizás, quizás, sea que la realidad de a pie dificulta cualquier distracción, es imposible no mirar para arriba.

Aún la incertidumbre acecha y la esperanza surge por encima de la muerte que sigue llegando en diversas formas, el fin del fin del miedo parece acercarce, pero no se puede bajar la guardia, como diría el maestro Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".

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