¿El fin de la ideología guerrillera?
Opinión

¿El fin de la ideología guerrillera?

El mensaje del presidente Petro a la alta oficialidad de las fuerzas militares sugiere que su llegada al poder cancela la necesidad de una lucha armada

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mayo 30, 2023
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No es poca cosa que el presidente Petro les haya dicho a los altos oficiales de las fuerzas militares que en Colombia, en el mundo de la subversión armada, las ideologías políticas ya no existen. Por varias razones. La primera es por quien lo dice. El presidente fue parte activa de un grupo guerrillero urbano, el M-19, surgido de un hecho político mayúsculo, aun no del todo demostrado: el fraude electoral que llevó a la Presidencia a Misael Pastrana en 1970, grupo reincorporado a la vida civil en un acuerdo de paz firmado en 1990 bajo el gobierno de Virgilio Barco.

Formado por estudiantes universitarios, nacido en las ciudades, con unas consignas nacionalistas y populares en defensa del proletariado urbano, el M-19 fue una novedad en la tradición ideológica de las guerrillas colombianas inspiradas (y financiadas) por la Unión Soviética, China o Cuba, cada una de las cuales seguía una rigurosa cartilla comunista. Unos y otros alentados por la esperanza de una revolución popular, basada en un triunfo militar sobre el establecimiento. Fueron épocas de combates, sin cuento y sin misericordia, que incendiaron campos y aterrorizaron las ciudades. El M-19 cierra su accionar militar y se dedica a la política, preservando una ideología que con los ajustes del tiempo lo llevó al poder 32 años después.

¿Así que, si una guerrilla desmovilizada, que hace política, llega al poder, para qué la ideología subversiva de las que restan en el monte? De alguna manera lo que sugiere el mensaje presidencial a los militares, que fue en realidad una muy sustentada conferencia sobre un tema que conoce bien, la historia de la violencia en Colombia, es que su llegada al poder, cancela la necesidad de una lucha armada.

Lo segundo, es a quien se los dice. El presidente Petro escoge una audiencia de la más alta oficialidad de las fuerzas militares, para destacar que la dinámica del conflicto cambia para mal. La violencia en Colombia, ha sido política y armada, desde el nacimiento de la República, hasta ahora. Primero en enfrentamientos entre las regiones, luego partidistas y luego de clases. El de clases surgido de la inequidad en la distribución de la tierra, entre campesinos y terratenientes, que enfrentó al ejército, brazo de la legalidad, con el pueblo raso. Las fuerzas militares llevan actuando desde hace decenios con esa lógica: defender la institucionalidad, establecida por las leyes, contra quienes quieren cambiarla. Puede decirse que esa lucha la ganaron y el Acuerdo de Paz del Teatro Colón con las Farc, es reflejo de ese triunfo porque lo hicieron posible con el debilitamiento militar del adversario. Ese acuerdo es otro golpe mortal a las ideologías armadas, pues existe una, la más grande, que tranza con el establecimiento, renuncia a la idea del tomarse el poder por la fuerza y se integra al Congreso.


Las ideologías guerrilleras han sido reemplazadas por dispersas maquinarias de guerra, que luchan entre sí, cuyo objetivo es el control territorial de mercados ilegales


Lo tercero, y quizás lo más importante, es la afirmación presidencial de que las ideologías guerrilleras, han sido reemplazadas por dispersas maquinarias de guerra, que luchan entre sí, cuyo objetivo es el control territorial de mercados ilegales, especialmente cocaína y oro. Una mala noticia, que todo el mundo conocía, pero que suena impactante dicho por el supremo comandante de las fuerzas militares, por las implicaciones legales y estratégicas que tiene. Las legales: que el espacio de negociación con esos grupos se reduce a lograr un acuerdo judicial para su sometimiento a la justicia, cuya generosidad depende de la voluntad de acabar con la violencia y las actividades ilegales. Las estratégicas: que el enemigo ya no es una fuerza ideológica sino comercial. Ninguna de las dos cosas hace más fácil, sino quizás más difíciles los acuerdos.

Tienen razón en molestarse los viejos dirigentes del ELN que tratan de negociar un acuerdo de paz, sin agendas precisas ni fecha en el calendario, como de costumbre, de que los hayan reducido a un cartel. Pero es un poderoso llamado de atención sobre lo que se va a negociar: o se negocia con dirigentes políticos en rebelión contra el Estado, o con narcotraficantes. Pero no se pueden revolver ambas cosas.

Es una lástima que un mensaje tan osado como el del Presidente no hay sido analizado con más cuidado, con la oposición dedicada a las más frívolas críticas y a decir que nada de lo que se propone vale la pena. Lo más interesante de asunto es si la alta oficialidad entendió el mensaje, dicho de un modo un poco insólito por su supremo comandante en el tono mesurado de un profesor universitario, y si está dispuesta a aplicarlo.

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