Por fin habló el registrador Alexánder Vega Rocha: “No existe riesgo de fraude”, dijo. De manera que fueron unas elecciones transparentes —sin omitir la S intermedia— en las que se presentó una evidente falta de planeación por parte de la Registraduría, producto de la ineptitud del funcionario que la dirige. Todo un fiasco del que no hay registro.
Los múltiples errores cometidos por el registrador, como responsable de la entidad, fueron de buena fe y, naturalmente, mientras el joven Alexánder piensa a qué otro cargo público aspira
—después de su exitoso paso por la Registraduría—, continuará atornillado en su cargo.
Habrá que pensar bien del ilustre servidor público y explicar todo el embrollo en que tiene metido al país acudiendo al famoso principio de Hanlon, principio que también puede ser aplicado a tanto funcionario público tipo Alexánder Vega: “Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”.