Haber tenido el privilegio de ser invitada al Festival de la Paz en París fue muy reconfortante. Pude advertir la otra Europa, la que vive en el arte y la que lucha; la Europa de la resistencia. Muchos de los intelectuales de siempre apoyan con su presencia y sus obras este Festival. Ellos son los que no han claudicado. Y aunque sean mayores en edad y en sabiduría, como Arman Gatti, Bruno Muel y la gran Tasha, siguen allí, inquebrantables, protestando contra las injusticias y expresando, en este caso, su solidaridad total con la Paz de Colombia. Gracias.
Se les ve en todos los actos, con sus videos, sus poemas y sus historias de lucha. Da mucha fuerza escucharlos. Igualmente ver a los cientos de jóvenes en París movilizados en contra de las medidas neoliberales de recorte. Ellos gritan consignas, que ponen en valor el ser humano: Valemos Más, Esta, además de la que está en los museos y calles, es la Europa que uno admira y quiere, porque la que voltea la espalda a los refugiados es francamente, repugnante.
Llegué a este tercer Festival por la Paz y no lo podía creer. Allí estaban montones de amigos y amigas, franceses y colombianos, muchos exiliados. (porque ahora ostentamos el título de ser un país que ha obligado a muchos compatriotas a irse). Si, allí estaban todos ellos con la Colombia puesta. Y otros, pero sobretodo, otras, que estaban allí estudiando o trabajando. Fue bello encontrarlos. Tenían una alegría inmensa y unas ganas asombrosa de escuchar de primera mano qué pasa en este país con las movilizaciones por la paz y en contra la paz. Es que a la vez que se daba ese festival, había en Colombia un paro armado de los paramilitares en cinco departamentos y la convocatoria del uribismo a una manifestación insólita, en contra del proceso de paz. Hay que estar lejos para ver ese absurdo.
Allí nos enteramos del atentado a Piedad Córdoba. Fue una noticia que nos indignó a todas y todos los participantes y asistentes. Y, fue tema de repudio y solidaridad en todos los encuentros del Festival por la Paz. Adentrándose más en el Festival que sucede en el sede emblemática de Armand Gatti en varios escenarios simultáneos, un espacio que es plaza, teatro y auditorio. El Festival es como una polifonía, hay lanzamiento de libros, paneles, conferencias, videos, poemas y canciones, comida y abrazos.
Este Festival ha sido un proceso de construcción de unas personas que merecen todo el reconocimiento y apoyo. Empezó pequeño y ahora se perfila como un gran escenario de Colombia vista desde dentro y fuera, un escenario imprescindible porque allí estaban juntos activistas políticos y sociales, artistas, periodistas y jóvenes estudiantes y asilados, conviviendo en Paz en una pluralidad necesaria para este momento. Ojalá allí, en Francia, se pueda construir un modelo de convivencia de la comunidad de colombianos.
El tema recurrente fue por supuesto tratar de explicarse el absurdo del accionar desafiante y masivo de los paramilitares, hecho, que, además de ser inaceptable, muestra un gobierno que tiene que enfrentar con fuerza grandes dificultades, entre ellas su incapacidad de aliarse con otra gente que no sea la del propio establecimiento. Da temor que este ejército de paramilitares, de energúmenos, con su trayectoria de crímenes atroces, continúe en este momento actuando a sus anchas y que sea capaz de amenazar departamentos enteros. Hecho cruel y desafiante que no podría darse si no tuviera entronques muy hondos y extensos con la institucionalidad. Eso no lo entienden los franceses, pero tampoco lo entendemos los colombianos y colombianas. ¿Qué va a pasar con los líderes sociales y políticos? Si en lo que va de este proceso ya van muchos muertos. Y sí, a los civiles se nos dificulta tanto ser de la oposición, si se nos trata todavía desde el viejo imaginario, producto de la guerra fría como ”el enemigo interno”. Y, no lo somos. ¡no lo somos! Si eso pasa con nosotros y nosotras, ¿qué va a pasar con los y las insurgentes cuando suscriban la Paz y habiten los territorios?.
Recordemos que en El Salvador, allí, después de suscribir la Paz, la violencia sin cuartel se incrementó de manera brutal. No puede ser, que estemos condenados a otros cien años de soledad en medio de la más cruda violencia.
Este Festival nos llevó a muchos y muchas de los que estuvimos allí a clamar por la solidaridad internacionalista. Necesitamos ahora más que nunca de la presencia en Colombia de decenas, de centenares de líderes sociales, de artistas, de pintores y poetas, de cantantes. Los cien años de condena a la soledad que vaticinó García Márquez se acortarán en este proceso, con el acompañamiento solidario y creador de los compañeros de la Paz de Colombia y del mundo. Porque, con seguridad, además de que la Paz de Colombia es la Paz de la región, nuestra Paz hace parte de la defensa de la Humanidad y de la Paz del mundo. Somos, además de Macondo, el mundo. Y Macondo necesita ahora el mundo.
Tuvimos la oportunidad de hablar con muchos y muchas francesas, dirigentes políticos y sociales, artistas y creadores. Y todos están dispuestos a poner de su parte por la Paz de Colombia. Y creo que dentro de las propuestas de Paz que el gobierno tiene que escuchar, ( porque, tienen que escucharnos, ¡carajo!) debe estar la presencia masiva y mixta de colombinos, colombianas que viven en el exterior en Colombia. Volveremos a hacer las Jornadas de Paz para que la gente que ha sufrido la guerra sepa que no está sola. Necesitamos la presencia de médicos, de artistas de todas las disciplinas que nos ayuden a pintar los muros de Colombia: que vengan los ambientalistas para que nos ayuden a sembrar árboles en la Guajira, miles de árboles para que los niños no se sigan muriendo de sed.
Por eso desde ahora preparemos las obras y las maletas para encontrarnos en un gran acontecimiento que inaugure la presencia del mundo en Colombia y de la Paz de Colombia en el mundo.
El cierre del Festival no pudo ser mejor, la gran cantante y cantora Martha Gómez, nos hizo llorar con su canción ¡TIERRA, TAN SOLO TIERRA!