El festival de sangre y fuego en la tierra prometida: una guerra azuzada por la geopolítica

El festival de sangre y fuego en la tierra prometida: una guerra azuzada por la geopolítica

El teatro montado por Occidente en el que simple y llanamente Israel era el bueno y todos los demás los malos, no iba a durar para siempre

Por: Mauricio Javier Díaz Beltrán
octubre 11, 2023
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El festival de sangre y fuego en la tierra prometida: una guerra azuzada por la geopolítica

La historia de la humanidad es la lucha renuente de los débiles y pequeños contra el poder avasallador de los fuertes y grandes. La Biblia, el libro de los arquetipos, ya lo describe: un joven hebreo llamado David, haciendo uso de una rudimentaria honda, dispara una roca y asesta un golpe certero y definitivo al gigante, acorazado, y hasta ese momento invencible, Goliat, el soldado más feroz de los ejércitos filisteos.

Miles de años después, en el mismo lugar árido del planeta en el que tuvo lugar aquella épica victoria, los filisteos, o bien sean palestinos, y los hebreos, ahora israelitas, siguen matándose por la supremacía de la Tierra Prometida. Se trata de uno de los conflictos más antiguos y complejos de la historia; en él han participado desde los babilonios y los romanos hasta los británicos y los yanquis.

Claro, a la historia le gusta dar giros cargados de ironía. Hoy los israelitas no son los pastores tribales armados con dagas y hondas que eran en el tiempo de David, en su lugar son un Estado moderno y próspero que posee un alto poderío militar, cosa que se debe principalmente al apoyo que reciben por parte de Occidente a cambio de ser un aliado incondicional en la región.

Y los palestinos, el pueblo de Goliat el gigante, quienes vencieron y sometieron a los israelitas de su tiempo, son un empobrecido Estado con reconocimiento limitado cuyo territorio se encuentra dividido y a cuya gente, precisamente los israelitas, le vulneran impunemente los derechos. Sin embargo, pese a la larga humillación, no han sido derrotados: resisten.

Los niños y jóvenes palestinos se enfrentan a monstruos muchos más letales y pesados que Goliat, se enfrentan a tanques de guerra. Les lanzan piedras. Las mujeres usan el burka a su manera y siguen yendo a la mezquita. Aunque en la calle la policía israelí las insulte y maltrate. Por su parte, Hamas, el grupo miliciano palestino (son un país que ni siquiera tiene Ejército regular, no se les permitiría), ha lanzado una sorpresiva ofensiva contra Israel. Cosa que no es una novedad.

Desde siempre ha sucedido. Lo novedoso es que la opinión internacional cada vez considera menos a la lucha palestina una cruzada de odio de un grupo de musulmanes fanáticos contra la buena gente judía de Israel, y más lo que es: la valiente resistencia de un pueblo que defiende su derecho a existir y a habitar la tierra de sus ancestros. El teatro montado por Occidente en el que simple y llanamente Israel era el bueno y todos los demás los malos, no iba a durar para siempre.

Quizá, si los intereses globales de las superpotencias no giraran en torno a lo que el conflicto palestino-israelí significa, hace mucho hubiese cesado la violencia. Mezquitas y sinagogas, la Torá y el Corán, habrían aprendido a cohabitar la tierra por la que pelean. Occidente necesita un Estado satélite en el corazón de Oriente Próximo que le asegure control y, digamos, gobernabilidad transnacional (además de sacar barato, fácil y rápido el petróleo saudí vía la costa mediterránea). Y Teherán, aparte de no abandonar a sus hermano pueblo musulmán (lo mismo hacen los libaneses del Hezbollah), no puede permitir que la soga estadounidense conformada por Arabia Saudita, Israel y Turquía (los aliados de Occidente en la región) se estreche sobre su cuello, lo que Moscú ve con buenos ojos.

Es una guerra desigual sostenida por los sentimientos nacionales y religiosos de los primeros implicados, palestinos e israelíes, y azuzada por los poderes globales. Así es la geopolítica. La retórica soporta al fuego: mientras una granada ucraniana es un arma heroica lanzada contra el malvado invasor ruso, una molotov palestina es un arma terrorista que atenta contra el legítimo Estado israelí.

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