Soy de Florencia Caquetá, mis papás son campesinos del sur del departamento, nacieron en Belén de los Andaquíes y Valparaíso, dos de los municipios donde la violencia pegó más duro. Desde que tengo uso de razón vivo con el fantasma de las FARC, mientras a muchos niños los asustaban con el Coco, a nosotros nos asustaban con que algún día nos iban a llevar las FARC.
Me demoré quince años para saber que el único monstruo que existía era el que habían creado los noticieros, las novelas, el mismo colegio. Nunca agarré un arma para ser combatiente, mi única arma es la palabra y el arte. El mito se cae totalmente cuando me invitan a la última marcha de las FARC, me acompañó una amiga y vimos la cara, la horrible cara de la verdad con nuestros propios ojos, los medios y las redes me habían confundido: venía con la idea de una paz idílica y de una voluntad de ambas partes, que todo estaba organizado, nada fue verdad. Mientras las FARC cumplían con lo que se había firmado que era desarmarse y luego concentrarse en las zonas veredales, el gobierno no había movido ni moverá un dedo.
Nunca nos faltó la comida, a pesar de las condiciones siempre se podía compartir una comida y la palabra, pero las condiciones de sanidad no eran las mejores, no habían baños para hacer las necesidades teníamos que abrir un hueco, una letrina en el piso. La gente dormía en cambuches improvisados de madera y caucho, si llovía nos inundábamos. Si no hubiera sido por el SENA, las ayudas internacionales y los simpatizantes del proceso la desbandada hubiera sido peor. Entendí que la convicción de ellos de cambiar era inquebrantable y que eso que decían que luchaban por nosotros no era una mentira.
Por mis ideas siempre me he sentido insegura frente al estado. En la Universidad desde que ingresé a la Federación de Estudiantes Universitarios cambió mi percepción frente al mundo y frente a la lucha estudiantil y como desde mi posición de estudiante podía transformar lo que veía y me hice preguntas como ¿por qué el actuar de un grupo armado es legítimo solo por ser del estado y la otra no porque por ser del pueblo? Las fuerzas de represión han estado muy involucradas en todo lo que hago, se siente el riesgo constante de persecución.
Nunca empuñé un arma y sin embargo ingresé al partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, ellos me invitaron el 8 de marzo del 2016 a la conmemoración del día de la mujer. Llovió todo el día, me embarré y así llegué a clase. Me dieron una flor y un mensaje “gracias a ustedes, mujeres se puede construir la paz”. Me sentí en familia, tenía una segunda familia. Me gustaron los principios, en un campamento casi no había jerarquías, todos éramos iguales.
Mi proceso de transformación se completa cuando empiezo a crear Caldera Gráfica. Éramos cuatro desocupados, muy amigos, que tenían talento, y nos lanzamos. Nos sentamos en una habitación de la oficina COORDOSAC (coordinadora de organizaciones sociales, ambientales y campesinas del Caquetá), éramos Peque, Javi, Aldemar y Rigo. Escribimos un proyecto y se lo pasamos a Don Fernando y empezamos el proceso de mostrarnos como muralistas, tenemos varios murales hechos en Florencia:
Cuando tenemos el grupo consolidado conozco a Gerson Davían y a Ángela quienes son jóvenes que hacen parte de un proceso juvenil y nos invitan a pintar un mural en Valparaíso y lo pintamos. Valparaíso queda a dos horas de Florencia por carretera destapada y allí pintamos en un centro poblado del pueblo llamado Campo Lejano:
Y ya después nos organizamos tan bien que ayudamos a organizar el Festival de Grafiti y muralismo Agua bonita se pinta de colores en manos de Paz y Reconciliación II en el ETCR Héctor Ramírez de la vereda Agua Bonita en la Montañita, Caquetá. Fueron siete días entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre. Ahí fue el momento de consolidación de Caldera Gráfica. Los cuatro locos seguimos trabajando y no nos va a parar nadie.