“La verdad surge del falso reconocimiento”— Hegel
Colombia es hoy con México uno de los países latinoamericanos en donde un líder progresista puede acceder al gobierno en 2018, continuando con los procesos de cambio que en se iniciaron en 1999 pero que sufren un declive político resultado de errores propios y de la presión de sus enemigos.
Aires de esperanza y movilización popular
La sociedad colombiana avanza con pasos algo apurados como queriéndose poner al día con la historia. Un líder popular que parecía liquidado por su paso en la alcaldía de Bogotá, resurge y emerge desde el interior de las estructuras institucionales que se aprobaron en la Constitución de 1991. Después de las elecciones legislativas del 11 de marzo de 2018, el soso proceso electoral que se inició el 2 de octubre de 2016 (plebiscito), se transformó en un movido y apasionante tire y afloje entre las fuerzas políticas en contienda que hoy se disputan la presidencia de la república.
La intrépida acción política de ese candidato moviliza a decenas de miles de personas en las plazas centrales de pueblos intermedios y ciudades, y en la red virtual (web). Con su discurso encendido cuestiona de frente el poder de las castas oligárquicas que han dominado por siempre la vida económica y política de la nación. Es el único político con esa capacidad de convocatoria en un país que parecía adormecido por el conflicto armado y el semi-fracasado proceso de desmovilización de las guerrillas. Sus ideas han logrado calar en amplios sectores populares.
Su nombre es Gustavo Petro. Fue guerrillero del M19 en la década de los años 80s del siglo pasado (XX), se desmovilizó en 1989 y se reintegró con convicción pacifista a la vida civil y política. Es economista y estudioso de temas sociales, fue parlamentario estrella y opositor férreo del gobierno de Uribe, desenmascaró las alianzas de políticos corruptos con el paramilitarismo y ejerció el 2º cargo más importante del país: Alcalde de la capital de la República que es una metrópolis de 10 millones de habitantes. Es la quinta parte de la población colombiana.
Del miedo a la esperanza
Frente al fortalecimiento del uribismo con el triunfo del no en el Plebiscito de la Paz (2016), resultado de aprovechar la demagogia de Santos, el triunfalismo de las Farc y la falta de claridad de las fuerzas democráticas y de izquierda, se pensó por parte de muchos analistas que sólo una opción moderada (Fajardo, De la Calle) podría ser alternativa a la falsa polarización orquestada por las derechas opositoras al proceso de terminación del conflicto armado. No ha ocurrido así.
Aunque “el que señaló Uribe” (Duque) es el candidato más opcionado para pasar a la 2ª vuelta –de acuerdo a diversas encuestas– Gustavo Petro se crece a diario y se consolida como una alternativa viable para derrotar a las fuerzas de la guerra, de la muerte y de la revancha. Es más, todo apunta a que ante la visible desaparición de la amenaza de las Farc, el discurso del miedo está siendo reemplazado por el de la indignación y la esperanza. ¡Es un hecho evidente!
Lo anterior por cuanto las fuerzas políticas de “centro” no fueron capaces de liderar a las clases medias y, a la vez, jalonar a los sectores populares. Su llamado a esperar un mejor momento para luchar contra las políticas neoliberales no estuvo acompañado de una actitud categórica frente a corruptos y guerreristas. No pudieron pasar de un tibio “ni-ni” a un contundente “No-No” que generara confianza y entusiasmo. Ahora es al revés, la propuesta popular debe enamorar a las clases medias y no asustarlas con iniciativas que se asemejen a algunas de las políticas fracasadas en países vecinos (exagerado estatismo, exceso de paternalismo, populismo estrecho, etc.).
La historia se repite pero con variantes
El momento que vive Colombia tiene grandes semejanzas con la gesta de Jorge Eliécer Gaitán hace 70 años. Los dos protagonizaron grandes debates en el Congreso Nacional; ambos fueron alcaldes de Bogotá con la oposición-saboteo de la casta dominante; su personalidad arrollante ha sido señalada de arrogancia y soberbia por sus contradictores quienes desde diversas vertientes lo atacan con saña; y, también, su debilidad o falencia es cierta incapacidad para construir organización ciudadana que sea el soporte social de su acción política en el Estado y gobierno.
No obstante, la sociedad colombiana de hoy es muy diferente a la de antaño. De una u otra forma existe el acumulado de luchas sociales que se constituyen en una reserva política hacia el futuro. Las propuestas de Petro frente al cambio climático, la crisis del sistema de salud y el monopolio de la tierra (y otras), recogen la inconformidad de millones de personas que sufren los estragos de las políticas privatizadoras y de la entrega (destrucción) de nuestros recursos naturales al capital transnacional y, además, lo más importante, en medio de la campaña está movilizando y fortaleciendo a las organizaciones populares que por décadas han luchado contra esas políticas.
Y entonces, allí está la clave de un eventual triunfo de Gustavo Petro en las elecciones de 2018. Si él logra pasar a la segunda vuelta con una votación importante como se prevé en todos los sondeos y encuestas, podrá contar con el apoyo de todas las fuerzas democráticas que no quieren volver a atrás y que saben que Duque no es capaz de quitarse de encima la presión e influencia de su jefe político (Uribe). Y lo fundamental, un gobierno de Petro puede contar con fuerzas organizadas que desde las localidades y regiones (bases) impidan que corruptos y oportunistas permeen la nueva administración (como sucedió con algunos gobiernos progresistas de la región y ha sido una de las causas de retrocesos y fracasos).
Hoy el miedo va en Colombia por cuenta de las derechas guerreristas y obtusas; el sueño y la ilusión de avanzar hacia una Colombia en paz que deje atrás el “pasado colonial” está del lado de la Colombia Humana. ¡Todo puede ocurrir en este contradictorio país!