Calificación:
En menos de dos años Hollywood ha revisitado dos de las grandes películas que hizo Paul Verhoven a finales de la década del ochenta. Los resultados vistos en el reciente remake de Vengador del futuro me hacían esperar lo peor de esta innecesaria vuelta de tuerca a la triste historia del policía Murphy ¿Es tan terrible la crisis de talento del cine actual que la única opción que nos queda es refritar éxitos pasados? Con esa pregunta entré a la sala, intentando dejar el prejuicio afuera y con el firme propósito de no establecer demasiadas e innecesarias comparaciones.
En los primeros minutos respiré aliviado ya que José Padilha y su guionista Joshua Zetumar lograron distanciarse de la versión original. Es el año 2028 y Estados Unidos es un imperio global. Algunas colonias, como Irán, aun se resisten a este dominio. La opinión pública ve con buenos ojos que en vez de mandar jóvenes reclutas, se construyan robots militares para que hagan presencia en los territorios conquistados. La empresa que produce estas máquinas es Omnicop, dirigido por un Michael Keaton encantador pero corroído por el deseo insaciable de acaparar millones. Los robots están en todas partes menos en Estados Unidos. La ley Dreyfuss los prohíbe argumentando que son un peligro para el pueblo norteamericano que estos autómatas anden armados por ahí, desprovistos de sentimientos y emociones, sin ninguna capacidad de distinguir el bien del mal, dispuestos a reaccionar violentamente ante cualquier malentendido.
Como buena multinacional Omnicop maneja los medios de comunicación y es por eso que un presentador, encarnado por Samuel Jackson, sale todos los días ante la cámara presionando fuertemente al pueblo gringo a que dejen esta actitud tan Robofóbica y revoquen la ley Dreyfuss y le digan si a la iniciativa que “Erradicará para siempre el crimen de nuestras calles”. Keaton sabe que estas arengas no serán suficientes, que la gente no necesita a un ser de metal sino un héroe de carne, hueso… y un puñado de tornillos, un hombre que por más policía que sea también tenga sentimientos, que tenga moral pero que a la vez sea infalible y frío como una máquina. Pero ¿De dónde sacar un agente con la suficiente moral y equilibrio mental para ser fusionado con un montón de pedazos de titanio?
Es entonces cuando en Detroit uno de los pocos policías honestos que aún quedan en la ciudad sufre un atentado que lo deja muy malherido. Gary Oldman es el científico que remendará esos jirones de carne en que ha quedado convertido Murphy, lo meterá en un traje de hojalata, controlará sus emociones, reprimirá su alma y lo transformará en Robocop, el súper héroe que ya todos conocemos .
Obvio, esta versión del cineasta brasileño no es mejor que su antecesora, carece de la ferocidad gore con la que Verhoven realizó su película, ¿Quién puede olvidar al pobre Murphy siendo acribillado brutalmente por Kurtwood Smith y su combo de sicarios? ¿O esa escena en la que uno de los villanos cae en un pozo de ácido y sale caminando mientras sus dedos se derriten como si fueran de queso fundido? No, no es mejor pero igual es una película llena de inquietudes y preguntas que la ciencia ficción hacía rato no formulaba y en ese sentido es un filme que puede generar una tendencia.
La obsesión que tiene el director de Tropa élite por lo orgánico es uno de los aspectos que hacen de este Robocop una película tan interesante. Las dos escenas en que queda claro que el traje de Robocop es su propio cuerpo son de un impacto visual demoledor. Con la mirada arrasada en lágrimas le pide a su doctor Frankenstein que lo mate, pero eso no lo podrá hacer su creador. Tuvo el poder de darle la vida pero no podrá quitársela por el simple hecho de que no está bien visto acabar con un proyecto millonario sólo por razones humanitarias.
La preocupación de Padilha por mostrar la manipulación que ejercen los medios de comunicación para imponer una idea, es otro de los puntos por los cuales esta versión de Robocop intenta devolverle al género la profundidad y la capacidad de formular teorías que ayuden a develar el futuro que alguna vez tuvo. Como en la mejor ciencia ficción las predicciones no se limitan a mostrar cómo estará la política global o qué sistema de gobierno puedan tener los Estados Unidos sino que desde el diseño de arte también se animan a mostrar los probables prototipos de electrodomésticos, teléfonos a automóviles que tendremos en un par de décadas. Pero no vayan a pensar que estos detalles convierten a Robocop en un ladrillo infumable, todo lo contrario, le añaden todavía más interés a un guion que fluye como un río.
Sólo unos pocos salieron incoformes: los nerds ochenteros ya un poco barrigones que llegaron con máscaras del policía de metal a la sala de cine. Querían que el realizador brasileño les respetara a rajatabla el recuerdo que tenían de la primera versión, incluso se atrevieron a gritar que era mucho mejor el Sierra modelo 87 que esta moto futurista y velocísima. Se fueron en grupo, cada uno a su casa, a ver la versión que acaba de salir en Blue Ray. La verdad, lo lamento por ellos, pero para mí son dos películas completamente diferentes, una no le resta mérito a la otra.
Para ver los innegables atributos de esta nueva versión, debes olvidarte por completo de su antecesora.