El locutor de ESPN decía que veía camisetas de diferentes equipos pero la imagen no era buena y todo parecía muy borroso. De todas maneras se adivinaba un envión final pues los ciclistas estaban llegando a la meta. Del bulto, se veían dos sombras: una podía ser la del afamado Cavendish, la otra de Sacha Moltov, un italiano velocísimo; al menos eso decía el locutor que, no sé cómo veía más que lo que mostraba la pantalla. La bruma parecía ir más rápido que los ciclistas y nada se aclaraba.
De pronto una mancha blanca como de un fantasma a mil de velocidad se separó de otra mancha un tanto azul o negra que le iba un tanto atrás, quién sabe. Se veía una luz aunque con incertidumbre. Pudo haber sido así desde el principio pero eso ya no importa.
Yo digo fantasma, mas no sé si los fantasmas desarrollan velocidad. Jamás he visto fantasmas y menos montados en bicicleta. Además de fantasmales tendrían que ser fantasmagóricos pues eso era lo que veía. Al final, ya en plena raya, el fantasma aquel, sin cabeza, hundida sobre el manillar, alzó los brazos. Era Francisco Gaviria un colombiano de veinte años que lograba la hazaña de ganarle a Cavendish el gran velocista y finalizador de las carreras de ruta del mundo. Sacha no le vio ni el forro, esta vez.
Es posible que Cavendish nunca supiera de la fiera elasticidad de un fantasma en bicicleta. Su aeriforme figura le permitió a Gaviria eludir un roce que diera con él en el suelo. Cavendish, estoy seguro, sabe más de escarabajos, y otros especímenes, pero no a esas alturas de la carrera.
La entrevista mostró casi inmediatamente a un chico imberbe con algunas espinillas y acné propias de su edad. Parecía más bien asustado. La gorra no lograba aumentarle la edad. No se lo creía que estuviera dando declaraciones a lo campeón. Quizás navegaba todavía con el movimiento de la bicicleta y un tanto mareado.
Gaviria dijo que había estado muerto del susto pues podía haber cortes o caídas que lo alejaran de su ambición. Nadie sabe si los fantasmas sueñan. Aun así se apoyó en algún compañero de equipo que medio lo acercó a la rueda de aquellos dos monstruos. No podía ver la rueda de Cavendish por lo que decidió irse adelante y aguantar la arremetida. En esas se mantuvo. No hubo tiempo ni para despabilar. Si despabilaba perdía. Las milésimas de segundo fueron interminables. La bruma parecía alejar la raya final. A cada instante presintió el ataque que lo rebasara, de manera que no podía aflojar ni un milímetro. Pero Cavendish ya no tuvo para más. Nadie le gana a un fantasma en bicicleta.
La sorpresa en Colombia fue mayúscula. Aunque pudo haber sido candidato a ganar, Gaviria no se daba por favorito. Tenía pergaminos, luego lo supimos, pero la transmisión no lo mencionaba; entre otras porque entre la bruma el locutor más bien adivinaba. En realidad exagero pues este locutor es uno de los mejores y puede saberse los uniformes de memoria, pero...¿de los fantasmas también?
El Fantasma Gaviria había ganado una de las etapas emblemáticas del Tour de San Luis, en Argentina. Arrancó de un susto y un miedo tremendo. Me causa gracia la forma como Gaviria define su coraje. Para mi tengo que si los fantasmas se asustan… qué nos queda a los humanos.
