Cada vez que el presidente Duque tiene la oportunidad, evoca la memoria y el recuerdo de su papá, el dirigente liberal Iván Duque Escobar. Heredó además su nombre y la pasión por la política. Pero también buenos amigos. Es el caso de Jorge Mario Eastman Robledo, el Jr., hijo del también liberal y de origen pereirano Jorge Mario Eastman Vélez, quien es su mano derecha en la Casa de Nariño, donde se desempeña como secretario general. La cercanía y admiración de Duque e Eastman fue tal que los llamaban los hombres del corbatín, la pieza emblemática del Presidente Julio César Turbay.
En 1981 Julio César Turbay nombró a Iván Duque Escobar gobernador de Antioquia, y simultáneamente a Jorge Mario Eastman Vélez, ministro de Gobierno; un joven de provincia que entraba a reemplazar al experimentado político Germán Zea. En el mismo espíritu de trabajo con las jóvenes generaciones, Turbay le dio el primer cargo público a Álvaro Uribe Vélez, nombrándolo director de la Aereonáutica Civil cuando el abogado antioqueño tenía solo 29 años.
Precisamente, fue en las toldas del turbayismo donde Eastman Vélez y Duque Escobar afianzaron una amistad presente en la vida de sus hijos, a pesar de su diferencia de edades. Diez años lo distancian.
Concluido el cuatrienio de Turbay Ayala, Iván Duque Escobar regresó a Bogotá y se instaló en una casa en el sector de Unicentro que se convirtió en un interesante lugar de encuentro de tertulias políticas de mayores, pero con los años un semillero de jóvenes amigos de su primogénito Iván Duque Márquez. Y aunque Jorge Mario Jr. estaba cursando sus estudios de derecho en la Universidad de los Andes mientras Iván Jr. terminaba el colegio en el Rochester, sus vidas nunca fueron ajenas.
La cercanía de Jorge Mario Eastman Vélez con la corriente turbayista dentro del Partido Liberal lo llevó a dirigir la Revista Consigna, un semanario que fundó para impulsar la candidatura presidencial de Julio César Turbay en 1978, a la que le daría continuidad durante veinte años. Eastman fue uno de los grandes alfiles de Turbay y el único de sus ministros que tuvo poderes presidenciales. "Me honra haber sido su compañero de lucha a través del semanario Consigna", dijo Eastman en su honor en 2005. La muerte del expresidente dispersó un poco al círculo de amigos de turbayistas, que durante muchos años permaneció junto con un estilo de hacer política que imprimió carácter.
Mientras Eastaman padre estaba dedicado a escribir afilados editoriales y mantener a flote el semanario alimentado por diversos colaboradores de posiciones disímiles como Enrique Santos Calderón o César Gaviria, quien el algún momento estuvo al frente de la revista. Los unía su patria chica de origen: Pereira. Gaviria fue siempre un disciplinado miembro del establecimiento liberal quien acompañó a Luis Carlos Galán como jefe de debate en su campaña presidencial, no en los años de disidencia rebelde sino cuando éste había engavetado el movimiento Nuevo Liberalismo para alinearse con el Partido Liberal institucional. Fue precisamente en el gobierno de César Gaviria en el que Jorge Mario Eastman Jr., recién graduado de derecho de la Universidad de Los Andes, se estrenó en un cargo público, como parte, tangencialmente, del llamado kínder de Gaviria. El ministro del Interior Humberto de la Calle lo nombró su secretario privado, quien hizo equipo con Héctor Riveros quien también se estrenó con De la Calle.
Eastman Jr. le ayudó en su primera aspiración presidencial en 1994, antes de sumarse a la candidatura de Ernesto Samper. Tras su adhesión como fórmula vicepresidencial, Humberto de la Calle intercedió a favor de Eastman para que entrara al nuevo gobierno y fue nombrado Consejero presidencial para la modernización del Estado. Samper también nombró a Eastman padre, quien había estado más bien en la sombra, en la embajada de Colombia en Chile. Sin embargo el escándalo del Proceso 8.000 que puso en entredicho la gobernabilidad del Presidente, provocó una desbandada de funcionarios y tanto De la calle como los Eastman padre e hijo pusieron su renuncia sobre la mesa.
La llegada nuevamente de Humberto de la Calle como ministro del Interior en el 2000 en reemplazo de Néstor Humberto Martínez, le permitió a Jorge Mario Eastman Jr. ocupar por primera vez un viceministerio. Asumió luego el cargo en plena negociación de paz del Caguán y como comisionado de paz adjunto de Camilo Gómez se ocupó de las negociaciones fallidas con el ELN.
Con mucha más experiencia en la vida pública que su amigo de vieja data Iván Duque, quien permaneció entre 2001 y 2013 en cargos técnicos en el BID en Washington. Después de diez años se reencontraron en la capital norteamericana. Eastman viajó al final del gobierno Pastrana para para asumir el cargo de asesor de Seguridad Hemisférica del Secretario General de la OEA y Duque llegó, nombrado por el ministro de Hacienda Juan Manuel Santos, a la delegación de Colombia ante el BID, presidida por Maria Cecilia Otoya. Compartieron dos años no solo en las actividades profesionales sino de vida familiar.
Con la llegada de Álvaro Uribe a la Presidencia, Duque permaneció en el cargo, con Luis Guillermo –Luigi- Echeverri como jefe pero Eastman regresó al país para asumir el viceministerio de Defensa con Marta Lucía Ramírez, un puesto clave para echar a andar la política de seguridad democrática del expresidente. El combate a las Farc había comenzado, un viraje político que lo acercó al uribismo y a Juan Carlos Pinzón, de quien sería luego su fórmula vicepresidencial.
Eastman siguió trabajando con el expresidente Uribe durante los dos gobiernos, y en 2010 montó una consultora de resolución de conflictos, negociaciones y comunicaciones estratégicas, a la que se dedicó hasta la campaña presidencial de 2018, en la que se la jugó con Pinzón y no con su amigo Iván Duque. Aunque intentó por todos los medios que una vez decidido el retiro de Pinzón de la contienda electoral por su bajo nivel de aceptación en las encuestas, que éste adhiriera a Duque, el exministro de Defensa optó por Germán Vargas Lleras mientras que Eastman entró de lleno a la campaña y desde entonces operan como una llave inseparable, cuyo estilo de gobierno mantiene el sello de lo políticamente correcto y poco confrontativo que marcó la impronta del viejo Turbay.