La gran mayoría de las personas que saldrán a marchar contra Santos y su proceso de paz este sábado tendrán en la camiseta, en la cabeza, o en su consciencia, a Carlos Castaño. Para ellos el menor de los hermanos de Amalfi tenía el poder de pacificar a punta de metralla y motosierra a la chusma comunista. A medida que se acerca esta fecha infame esgrimen en sus redes sociales, sin vergüenza alguna, la imagen del jefe paramilitar mostrándolo como un macho con la suficiente testosterona como para masacrar a Iván Márquez y su banda de terroristas. A Santos en cambio, llevados por la homofobia y el machismo típicos en el uribista promedio, lo muestran como una mujer sodomizada por Timochenko, con peluca y labial. El meme, casi siempre vulgar, grotesco, viene acompañado de una frase en donde, entre insultos, se llama al presidente traidor.
A Santos lo eligieron, esos que van a marchar el sábado, para que hiciera una guerra con Venezuela, para que llenara de napalm el campo, para que terminara de una vez con ese espectro socialista que se encubría con el eufemismo de “Justicia social”. Cómo no pasó nada de esto los fanáticos del jefe del Centro Democrático se rasgaron las vestiduras como los fariseos en el Sanedrín y, como la turba enfurecida que trituró a Roa Sierra, fueron a buscar a Juan Manuel Santos a la casa de Nariño y no lo encontraron. Por eso todos los días lo matan en Facebook o en Twitter.
El Centro Democrático, este sábado, volverá a escribir una página infame en la historia de éste país. ¿Qué dirán las consignas? ¿Abajo la paz, arriba la guerra? ¿Extrañamos las masacres? ¿Allá se viene la clara, la entrañable transparencia, de tu querida presencia Comandante Carlos Castaño? Esta no es sólo una marcha contra Santos sino a favor de todos aquellos héroes que murieron o están presos defendiendo la causa de la contrainsurgencia. Uno de ellos, por supuesto, es el pobre hermano del expresidente, el mismo que le prestaba su finca, La Carolina, a las Autodefensas para que entrenaran tranquilas allí.
Qué descarada que es la derecha de este país,
se sienten perseguidos porque encarcelaron a Santiago Uribe
pero no dicen nada de los 11 dirigentes de izquierda asesinados en el último mes
Qué descarada que es la derecha de este país, se sienten perseguidos porque encarcelaron a Santiago Uribe pero no dicen nada de los 11 dirigentes de izquierda que han sido asesinados en el último mes, del paro armado que está convocando el clan Úsuga en Urabá, de la zozobra que embarga a la prensa en las regiones de Colombia. Qué descarados que son los uribistas, hasta castrochavista se atreven a llamar a un presidente obsesionado por las privatizaciones.
Si el 2 de abril marcharan solo los ricos hacendados que se vieron beneficiados con la ofensiva paramilitar de finales del siglo pasado entendería y respetaría su causa, pero que un pobre golpeado por las leyes de salud, educación y trabajo que promulgó Uribe en su primer periodo como senador, encabece las marchas, demuestra el fracaso de la educación pública en Colombia.
La marcha está amparada dizque por una indignación nacional que ha convertido a Juan Manuel Santos en el presidente con mayor imagen negativa del continente. Es infame que no tengan en cuenta en las encuestas a las poblaciones de Cauca, Norte de Santander, Antioquia, Putumayo, Bolívar, César y Nariño, en donde en verdad se vivió el conflicto, para preguntarles que piensan de la salida negociada de la guerra. La marcha es una cachetada a ellos, a los que pusieron los muertos. Es un escupitajo a las mamás de los soldados activos y que todos los días le piden al santo de su devoción que una bala no les vaya a quitar lo que más quieren.
Salir a marchar el 2 de abril es ensuciarse un poquito las manos de sangre, no solo por estar en contra del proceso de paz sino por respaldar a una familia sobre la que se tejen tantas leyendas oscuras como son los Uribe Vélez. Y la gente lo sabe, y la gente lo extraña y se añora los años en los que los muertos rojos atiborraban las volquetas, y en la ciudad los ignorantes aún creen que en la década pasada, cuando los paracos mandaban en Cúcuta, Montes de María y el Catatumbo, no había delincuencia porque ellos si sabían controlar al ratero que atracaba por hambre, por sed, por la falta de oportunidades típica en un país del tercer mundo.
Ojalá y está marcha sea la última patada de un ahogado llamado Álvaro Uribe Vélez.