La ignorancia en la que vive buena parte del pueblo colombiano se debe en gran medida al exceso de religiosidad que quieren meterle a uno hasta en la sopa.
Aunque la Constitución y la sentencia C-350-94 de la Corte Constitucional establecen que Colombia es un Estado laico y aconfesional, en la práctica ese derecho fundamental se respeta muy poco por las constantes invocaciones religiosas de funcionarios públicos, incluidos mandatarios como el expresidente Iván Duque y su virgen de Chiquinquirá.
A este atropello contribuye también el que en educación básica se impartan clases de religión por doquier (a pesar de que el artículo 68 de la carta magna establece que ninguna persona puede ser obligada a recibir educación religiosa), en lugar de privilegiar la ciencia y una comprensión del mundo basada en la razón en lugar de la superstición y el dogma.
Y si a todo esto le sumamos, a mi parecer, fanáticos religiosos como Óscar Rentería, comentarista del programa deportivo El pulso del fútbol, pues ya es el colmo del atropello a un derecho constitucional y a la diversidad de credos que hay en Colombia, incluidos los no creyentes.
Ya varios oyentes se han quejado abiertamente de este tema, pero sus quejas han caído en oídos sordos ante directivos de la emisora y sobre todo ante la terquedad del propio exfutbolista vuelto locutor.
Y lo que es peor, en lugar de entrar en razón ante las bien fundamentadas quejas, este señor ha pasado de la simple expresión de su confesión religiosa (como permite el artículo 19 de la Constitución) a abiertas invocaciones y plegarias (ya contrarias al Estado aconfesional y al respeto a la diversidad de credos), haciendo del programa deportivo, sobre todo al inicio (en los saludos), un púlpito radiofónico.
Como muestra, bastan estas frases textuales pronunciadas al comienzo de programas recientes: “Dios es el principio y el fin de todo en la vida” (17 de agosto), “La presencia de Dios guiará los mejores pasos” (19 de agosto) o “Dios es la luz que ilumina nuestras vidas” (24 de agosto).
El gran problema de los fanáticos religiosos es que se creen poseedores de una verdad única, como revelada, que quieren imponer a los demás en una especie de labor pastoral que nadie les ha encomendado; para eso están los templos o los programas religiosos, y uno tiene la libertad de elegir si los visita o no, si los sintoniza o no.
Lo que es un abuso es aprovechar la sintonía de un programa deportivo para propagar el lavado de cerebro.
Por todo ello, ante su terquedad en querer imponer sus creencias y su visión del mundo, pisoteando el derecho de los no creyentes a la no confesionalidad del Estado, sirva este artículo como caja de resonancia para compensar un poco esos constantes fines pastorales del locutor Rentería.
