Estos días he meditado alrededor de ese tema. Me pongo en los zapatos de ella y pienso "mierda, ¿qué hubiese hecho yo? ¿cómo hubiese podido tener la fuerza suficiente para pararme en un escenario y no llorar sabiendo que mi gran amor se fue de la manera más desafortunada? Pero claro, entiendo que se trata de mí, que esta soy yo y no Luisa Fernanda W. No se puede desplazar por completo de la perspectiva personal que se tiene del mundo, es obvio que no sabré responder esas preguntas porque no me ha tocado tampoco, pero sí he perdido a personas que amo profundamente y sus muertes no han sido las más afortunadas. Es decir, ninguno ha fallecido por la famosa muerte natural, sino que han sido tomados de la mano por el cáncer... y destruidos también por él. Y créanme, ni mi familia ni yo nos hemos lucrado o tenido ganancias, por el contrario, han sido pérdidas. Desde la económica hasta la familiar y personal. Cuando alguien que uno ama se va, se pierde un pedazo irrecuperable de uno.
Me he propuesto a mí misma, cada vez que alguien fallece, que la siguiente oportunidad voy a tener las agallas de celebrar su partida porque el dolor, la enfermedad, la espera, la agonía y el miedo que los aferran a la vida son sentimientos que con la muerte probablemente se detengan y les permitan ser libres. Pero cada vez que me propongo eso descubro que las ausencias pesan, duelen y arden en la cotidianidad, no en el momento en que se presentan. Es por eso que me desilusiona escuchar a esta youtuber decir que "es la primera vez que vive la partida de un ser amado" y que su única justificación sea el alborotado ruido de "tengo a Dios en mi corazón y por eso estoy llena de amor para entender lo que sucede", cuando no se necesita alardear de Dios para afirmar la fe, ni de un gran concierto para expresar el gran dolor que dejó una muerte. El discurso de estos youtubers se ha convertido también en una forma de lucrarse: "eres lo peor por criticarme, pero por favor no dejes de mirarme. Ven y escucha mi crítica. Eso me va a terminar de lucrar".
Ese discurso de "ahora nadie sabe hacer nada mejor que criticar, no están llenos de amor" ¿A nosotros quién nos dijo que el amor se trata de blancos y negros? ¿Quién nos dijo qué era el condenado amor y la forma en que debía ser expuesto al mundo? Es decir, ellos son personajes públicos pero las críticas que invalidan sus acciones están por fuera de ese imaginario tan sobrado y bastardo del "amor". ¿Qué hacemos si son públicos? ¿Qué hacemos si nos indigna ver cómo una muerte se convirtió en una forma de comercializar su imagen y lucrarse, de paso? Veamos cuántos seguidores ganó Luisa Fernanda W: casi 2 millones, y sin haber hecho ni un solo pronunciamiento sobre la muerte de Legarda. Ahora imaginémonos eso cómo se traduce en visitas con las publicaciones que ya ha hecho finalmente.
No, Luisa Fernanda, no eres "la más religiosa" ni "la más predicadora de la palabra", eres una maestra en la palabra y seduces a miles de jóvenes. Lo logras. Lo haces bien. Tu trabajo lo haces de una manera encantadora y perfecta. Sigues yéndote para arriba, nada de para abajo.
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Solo seamos "reales"... No tengo mucho que opinar aquí. No sé si al menos ella tenga certeza de lo que es ser real en un mundo de redes sociales que te obliga a mostrar un lado de tu vida, pero donde te hacen creer que "ellos son reales y muestran sus vulnerabilidades". Un negociazo. Un gran pajazo mental.
En este mundo que nos obliga a acoplarnos él, estos personajes de redes se han encargado de convertir sus fracasos en oportunidades para seguir creciendo, y maravilloso, qué fortaleza se debe tener para asumir las críticas cuando incluso esas críticas se traducen en visitas, y esas visitas en plata. Es decir, no importa cuántas veces nos esmeremos en criticarlos, les estamos dando su pago mensual.
Y aunque la muerte se ha convertido en la forma de lucrarse más grande, ahora parece que la muerte mezclada con música es una bomba para ganar millones de toneladas de billones de pesos.
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