Recientemente pudo verse cómo un pastor cristiano de nombre Roger Jiménez, perteneciente a una iglesia bautista, se refirió a la masacre acontecida en Orlando (en la cual murieron 50 homosexuales) como “excelente”, mientras calificaba a las víctimas de “sodomitas”. Cambiando de escenario pero siguiendo en el mismo tema, aunque manteniendo las debidas proporciones, en el macondiano escenario de Colombia pudo verse al padre Jesús Orjuela (el popular padre Chucho) apoyando con su firma la denominada “resistencia civil” (que ni es resistencia ni es civil) en contra de los acuerdos de paz. Es por esto que quienes somos seguidores de Jesús y tratamos de comprender su doctrina no podemos más que sentir desconcierto ante tales actitudes demostradas por líderes religiosos de la iglesia de Jesús.
Y es que en el caso del primero, debe ser natural que la Iglesia no se alegre con la muerte de ningún ser humano sin importar sus inclinaciones o sus faltas (No afirmo, bajo ninguna circunstancia, que el homosexualismo sea pecado). Si la iglesia debe alegrarse cada vez que muere un pecador, deberá vivir en fiesta permanente, pues todos los días muere alguno. En el caso del sacerdote Orjuela, lo normal debe ser que los seguidores de un pacifista a ultranza como Jesús apoyen cualquier intento de alcanzar el fin de un conflicto que ha cobrado miles de víctimas, apelando siempre al mandato de amar a los enemigos y perdonar a quienes los persiguen.
Tales situaciones me hacen recordar al escritor José Saramago y su idea sobre “el factor Dios”: Saramago no es creyente, y no señala a la divinidad (creencia frente a la cual se muestra muy respetuoso aunque no la comparta) sino a la idea que genera tantas opiniones encontradas. Al “factor” que unos y otros apelan para justificar sus desmanes o sus ideologías. Sin embargo, quienes creen en Jesús no pueden considerar a éste como el inspirador de las palabras del pastor estadounidense alegrándose por una masacre, ni el inspirador de la rúbrica del sacerdote colombiano oponiéndose a la paz. Claramente, la persona de Jesús ha sido vista como defensora de los últimos y desposeídos, amante de la paz y cercano a los excluidos de las sociedades. El Dios de Jesús es inspirador de cercanía, de perdón, de fraternidad, atributos olvidados durante largo tiempo en el seno de la iglesia católica pero recuperados por grupos progresistas de la línea de la liberación, los cuales han elaborado reflexiones que nos han permitido acercarnos un poco más al genuino rostro de Jesús, aquel defensor de las víctimas. El amante de la paz.
Volviendo a la idea de Saramago y el “factor Dios”, es innegable que en el transcurso de la historia se han cometido muchos abusos en el nombre de tal factor, y no solamente en el seno de la iglesia católica o en las diferentes confesiones cristianas; tal “factor Dios” se ha manipulado para cometer atrocidades entre musulmanes, hindúes, y cualquier otra confesión religiosa. Sin embargo, por paradójico que parezca, tal factor también ha servido para vislumbrar aspectos positivos incluso tras las palabras del pastor Jiménez o la firma del padre Chucho, pues cientos de personas han demostrado su rechazo frente a las actitudes de uno y de otro, ya que reconocen en la persona de Jesús un verdadero buscador de la igualdad y de la paz.
Tal comprensión de Jesús (alejada de la comprensión vetusta de un Jesús castigador, enemigo de cualquier asomo de diferencia o de pensamiento alternativo) es una positividad y nos recuerda la postura de Ignacio de Loyola, para quien cualquier negatividad puede ser vehículo de positividad: las posturas de estos líderes religiosos frente a las coyunturas acontecidas han demostrado que el grueso de creyentes se plantean una visión novedosa, alternativa, constructiva, de la persona de Jesús. Sólo resta esperar que esta comprensión de Jesús perdure, en pro de las víctimas a quienes el redentor de Roger prometió redención, y en pro de quienes trabajan por la paz, a quienes el redentor de Chucho llamó bienaventurados.