Por los últimos días me asiste la siguiente intuición: Julián Bedoya no será gobernador, pero sí será decisivo para definir al próximo gobernador.
Aunque el exsenador liberal no ha despuntado como un fenómeno de opinión o si acaso viene punteando en las encuestas (no pasa del 3% en intención de voto), sí tiene a su favor un factor que se escapa a los criterios de medición de las firmas encuestadoras: se trata de una plataforma electoral que le permite tener influencia en subregiones claves, sumando decenas de alcaldes y cientos de candidatos; todos integrados a la que podría ser considerada como la mayor maquinaria del departamento.
Porque en la aspiración de Bedoya -avalado a última hora por Partido Demócrata Colombiano- confluyen dos de las principales fuerzas políticas antioqueñas.
Por un lado, Renovación Liberal, el grupo disidente a César Gaviria que en las elecciones de 2022 alcanzó una de las mayores votaciones liberales, logrando que el entonces representante a la Cámara Juan Diego Echavarría diera el salto al Senado con 93.924 votos (78.090 en Antioquia); y por el otro, el equipo liderado por Carlos Andrés Trujillo, el senador conservador que en las mismas elecciones revalidó su curul con 159.810 votos (99.101 en Antioquia).
De la alianza entre Bedoya y Trujillo sale una impresionante maquinaria con presencia en todas las subregiones del departamento.
Una maquinaria constituida desde la burocracia local y con cierta participación en el gobierno Nacional. Con la capacidad de agregar en un estimativo -y esto solo lo digo por mera intuición- cerca de 300.000 votos. Un case electoral importantísimo para un candidato a la gobernación, o en su defecto, para definir a un ganador.
Aclaro que no estoy diciendo que Julián Bedoya tenga ahora 300.000 votos, ni más faltaba, solo estoy concluyendo que su alianza con Trujillo moviliza una importante plataforma electoral. Con resultados muy destacados en las pasadas elecciones al Congreso.
Es un voto clientelar, partidista, disciplinado y “agradecido”. Algo que no se mide en los criterios de las encuestas y que pasa de agache en elecciones donde los candidatos se preocupan sobre todo por generar hechos mediático que aumenten su nivel de reconocimiento.
Por el momento, Bedoya viene planteando su campaña como un foro programático, no se ha caracterizado por caer en ataques personales (como si lo han hecho Mauricio Tobón o Esteban Restrepo); por descalificar a sus contrincantes; o por posicionarse en el eje Petro-Quintero.
Para quienes nunca lo habían escuchado o solo lo habían conocido por sus escándalos (no suele ser amigo de la prensa y en sus años de congresista no destacó por algún debate), tal vez se sorprendan al escuchar un candidato con diagnósticos y propuestas concretas.
La pregunta es, ¿Acaso, llegará hasta el final de la carrera?
Lo cierto es que Bedoya es un candidato cotizado para una eventual alianza, pero no a su favor, pues es claro que no crecerá en encuestas, tiene muy poco carisma (en su publicidad hasta resulta inexpresivo) y la gobernación de Antioquia no se gana solo a punta de maquinaria, se debe contar con un capital de opinión que actualmente no tiene, o si lo tiene, resulta siendo más negativo que positivo.
De ahí que su camino sea el de jugársela por una “alianza ganadora”, ya sea con Luis Pérez (lo más probable), Esteban Restrepo (un candidato inviable) o Luis Fernando Suárez (la menos probable). ¿Cuál será el camino?
Todavía no es claro, pero, con riesgo a equivocarme, finalizo retomando la afirmación con la cual inicie esta nota: Julián Bedoya no será gobernador, pero sí será decisivo para definir al próximo gobernador.