El fácil cliché de dividir el mundo en derecha e izquierda
Opinión

El fácil cliché de dividir el mundo en derecha e izquierda

Algo va de Chile, sea el gobierno de Boric o Bachelet, o de Uruguay de José Mujica, a los regímenes de Nicaragua, Cuba o Venezuela. ¿Dónde está el gobierno de Petro?

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enero 02, 2023
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Cosa fácil dividir algo como la política en blanco y negro. Simplificar evita el trabajo de examinar matices, de encontrar elementos compartidos entre los dos colores, ni mas ni menos, que en la amplia gama de grises.

Mucho se ha dicho, desde el triunfo de Petro en Colombia y, con mayor razón, después del de Lula en Brasil, que América Latina se volvió roja. En realidad, así pareciera: Chile, Brasil, Colombia, México, Perú, Venezuela, Costa Rica, Honduras y, en el Caribe, Cuba…, países que pueden contener el 85% de la población de la región, que cuentan en este 2022 con gobiernos de izquierda.

Tal vez sea más adecuado referirse a gobiernos de izquierda con proyectos políticos diferentes en lo que se refiere a la preservación (o liquidación) de las instituciones democráticas.

Hay que distinguir. Algo va de Chile, sea el gobierno actual de Boric o los de Bachelet, o de Uruguay gobernado por el Frente Amplio de José Mujica, a los regímenes de Nicaragua, Cuba o Venezuela. Nada que ver, así se les meta en el mismo costal. Lo de Cuba es cuento viejo, lo de Venezuela lo conocemos de sobra y lo de Nicaragua, lamentable en extremo. La llamada revolución del sandinismo en contra de la dinastía de los Somoza, con el poeta Ernesto Cardenal a bordo, culminando en un remedo de otra dinastía familiar, la de Ortega y su esposa, encarcelando, sin recato, a sus opositores políticos, sustentados en la captura de recursos públicos. Qué vergüenza, qué engaño.

Hubo otra olas, la del socialismo del siglo XXI, a comienzos del siglo, con menor cobertura que la actual: Chávez, Lula, Evo, Correa, Kirchner, cuyas elecciones fueron favorecidas por la crisis económica de finales del siglo XX  y el fracaso de los partidos tradicionales para hacerle frente. Gobernaron con abundancia de recursos gracias a la bonanza de los commodities… y también fueron castigados después por el voto popular.

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Hubo otra olas, la del socialismo del siglo XXI, a comienzos del siglo, con menor cobertura que la actual: Chávez, Lula, Evo, Correa, Kirchner

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¿Dónde está el gobierno de Petro? Sin duda, no hay señales de desafío a las instituciones democráticas, de manera que no puede ubicarse en el terreno de la izquierda de dictaduras como las de Nicaragua, Cuba o Venezuela. Al contrario: hitos como las conversaciones y negociaciones con Fedegán como base para distribución de la tierra son muestra de la voluntad de hablar y llegar a acuerdos con los más diversos sectores. O la aprobación de la reforma tributaria, del marco legal para la paz total, del tratado de Escazú,  que figuran dentro de los orgullos de los 100 primeros días, que estuvieron fundamentados en elementos tradicionales de la política colombiana: negociaciones con los partidos tradicionales, léase suministro de mermelada, norma social aplicada por todos los gobiernos anteriores, liberales y conservadores. Y, en gobierno de izquierda, fue derrotada la postura de gravar a las iglesias. Bendito dios.

La reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela es un acto pragmático inteligente que conviene a los pueblos de los dos países.

La agenda de transición energética es un discurso que no necesariamente se califica de izquierda, que está en la agenda de la mayoría de las democracias en el mundo hace ya varios lustros. Otro asunto, que no tiene nada que ver con izquierda o derecha, es que alguien crea en el gobierno que se puede prescindir, de una vez, del sector de hidrocarburos para sacarla adelante, sin plan B.  Ya Lula fue claro, en campaña, con los deseos del actual presidente de los colombianos: que viva la transición, sí; pero los recursos del petróleo los necesitamos en éstos años… ¡Ah! Lula, con certeza, liderará la agenda amazónica…

Otro tema es el de las fallas de gestión del ejecutivo, que tampoco es de orden ideológico (impuntualidad, falta de comunicación interna, etc), que debería ser fácil de corregir.

Escarbando un poco más en el mundo de los clichés siempre se encontrarán pruebas de matices engañosos. Una de las principales defensoras de la democracia a escala planetaria en tiempos de Trump y Orban, de las inmigraciones de millones de sirios y de otros países asolados por la guerra, fue una conservadora social-cristiana: la señora Angela Merkel.

En Estados Unidos están Trump y los trumpistas, pero también existió el gran republicano John Mac Cain, como acá en Colombia hay conservadores como Juan Camilo Restrepo o, en su época, Alfredo Vázquez Carrizosa, profundamente respetuosos de la democracia y, desde luego, del discurso de los DDHH. O liberales como Juan Manuel Santos, que muchos podrían catalogar de centro-derecha, líder del proceso de paz con la guerrilla más antigua del mundo. O líderes empresariales que le han apostado a la paz en sus regiones y en el país.

Así como hay individuos de izquierda recalcitrante para quienes el muro de Berlín sigue vigente y que, como ocurre para algunos sectores de la derecha, Putin les recuerda a la Unión Soviética.

Finalmente, un cliché altamente perjudicial: el del uso de la expresión “empresario” como un sinónimo de actividades de carácter peyorativo, justamente, en un país de millones de empresarios, micro, pequeños, medianos y grandes, en ciudades y en el campo, creadores de riqueza y empleo, muchísimos de ellos partidarios (y beneficiarios) de la paz.

A diferencia del entorno económico favorable de la ola de gobiernos de izquierda de comienzos de siglo en América Latina, los años que vienen serán muy duros. Mejor será encontrar los matices que permitan sacar adelante cambios anhelados con la participación de aquellos que no necesariamente caen en los colores de derecha e izquierda.

 

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