El Hombre león es una estatuilla encontrada en una cueva del sur de Alemania durante los días en que estallaba la Segunda Guerra Mundial. Mide aproximadamente 30 centímetros, fue esculpida en un trozo de marfil hace unos 40.000 años y, como su nombre lo indica, es la figura de un ser humano con la cabeza de un gran felino de los de entonces, que al parecer eran unos 40 centímetros más altos que los leones actuales.
Obra maestra
Esta escultura en marfil de mamut es una de las creaciones más antiguas halladas en el mundo. Data del Paleolítico superior, la etapa inicial de la Edad de Piedra. Según los especialistas en arte rupestre, es una obra maestra. “Fue esculpido con gran originalidad, virtuosismo y habilidad técnica en marfil de mamut. Se encuentra erguido, de puntillas, con las piernas separadas y los brazos estirados a los lados de un esbelto cuerpo felino con hombros robustos como los de un león. Su mirada, como su actitud, es poderosa. Los detalles de su cara muestran que está atento, mirando y escuchando”.
Cuarenta mil años es demasiado. Impresiona que hace tanto tiempo el ser humano era capaz de pensar en realidades distintas a las que podía percibir con sus sentidos. Se trata de los albores del pensamiento simbólico y el simbolismo espiritual, cuando había aceptación de otros mundos de naturaleza inmaterial. Nuestros ancestros eran muy complejos, tal vez más que nosotros mismos. Puede que tuvieran más preguntas sin respuestas, pero eran capaces de trascender a planos sobrenaturales, y usaban su imaginación para explorar otros mundos.
El camino recorrido
No somos realmente conscientes del camino que hay detrás de nosotros. Aquí sentados, frente a un computador, creemos que todo es tan fácil como oprimir un botón. Arrogantes e ignorantes casi en la misma medida. El ser humano actual es un proyecto fallido, comparado con aquel ser que en medio de una gruta, hace 40.000 años, tallaba pacientemente una figura como la del Hombre león, sublimando de una manera maravillosa la realidad que vivía.
Decadencia
Los años, la modernidad, la industrialización, la tecnología, la ciencia, la cultura han traído consigo la respuesta a muchas de las preguntas que aquellos hombres se hacían bajo la luna, en medio de la fogata tribal, asechados por las fieras y una naturaleza salvaje, pero no nos han dado la luz espiritual y de la conciencia que esos seres primitivos poseían. Esa vieja y entrañable capacidad de asombro se perdió para siempre en el laberinto absurdo que fuimos construyendo.