En diciembre del 2021 el cielo permanecía despojado de nubarrones para Roman Abramovic. Tenía los mismos problemas de siempre, las implicaciones que le traía en los tabloides amarillentos de Inglaterra: su fortuna, avaluada en 13 mil millones de dólares, y surgida gracias a la información privilegiada que tuvieron un puñado de rusos después de que las 15 Repúblicas Socialistas Soviéticas recuperaran su libertad. Forbes una vez más lo ponía en la lista de los hombres más ricos del mundo, ocupando el lugar 120.
A los 19 años era un soldado del ejército rojo cuya única aspiración era servirle a su patria. Seis años después la Perestroika de Gorbachov generó la caída de la Unión Soviética. Con 2.000 dólares en el bolsillo y a sabiendas de donde tenía que invertir, cuadriplicó esa cifra gracias a inversiones ilícitas en bienes de raíces. En el naciente libre mercado invierte en un almacén de repuestos de autos, luego la vende y compra una fábrica de juguetes. En 1995 se asocia con Boris Berezovski y compran, con 100 millones de dólares prestados por el propio gobierno de Yeltsin, la compañía petrolera Sibnett. En el 2006 Abramovic era tal vez el megamillonario más popular de Europa, y el número 16 del mundo. Su compra en el 2003 al club de fútbol Chelsea, quien llevaba décadas sin salir campeón, fue el suceso deportivo de ese año. Para la compra invirtió 160 millones de euros y desde entonces le ha metido el equipo una cifra que supera largamente los 700 millones.
Pero por culpa del hambre expansionista de Putin, Abramovich vive sus horas más bajas con las terribles sanciones que le impuso el Reino Unido y en donde su fortuna podría quedar sensiblemente reducida. Complicó sus planes de venta del Chelsea y no podrá vender entradas, realizar traspasos, fichajes o renovaciones, 'vender merchandising' ni invertir más en seguridad.
Pero el Chelsea no ha sido el único lujo que se ha dado Abramovich y que tendría en riesgo. En el 2005 decidió gastar la calderilla que para él significan 50 millones de euros en la compra, en la ciudad de Bran, en plenos Cárpatos rumanos, del Castillo de Vlad Tepes, el hombre al que el escritor irlandés Bram Stoker inmortalizaría con su novela Drácula. Gracias a Vlad el empalador Europa jamás fue musulmana ya que el prócer detuvo en los Cárpatos el avance turco. Su ferocidad fue tal que ordenaba capturar a sus enemigos vivos y luego someterlos a empalamiento. Aún vivos, sembrados como trigo satánico en el campo de batalla, veían como los buitres le arrancaban de sus órbitas sus ojos.
Mujeriego infatigable, se ha gastado cientos de millones de dólares en sus tres divorcios. Se casó por primera vez a los 20 años, cuando aún era un joven soldado del ejército rojo, la unión duró 3 años. En su segundo matrimonio tuvo cinco hijos. Se separó y este movimiento le costó 215 millones de dólares. En el 2008 vuelve a casarse y en un arrebato de locura hace realidad lo que muchos amantes prometen sin esperanza alguna: regalar la luna. Aunque no le pudo regalar a la mujer que amaba la totalidad del satélite, si pudo comprarle 40 hectáreas de la luna que aún siguen a su nombre.
Sus juguetes favoritos son los yates. El más estrambótico de todos es El Eclipse, valorado en 380 millones de dólares y que cuenta con dos helipuertos, dos piscinas, jacuzzis y un discoteca. Además, dispone de un minisubmarino, un sistema de detección de intrusos, un sistema de defensa antimisiles y ventanas blindadas en el dormitorio de Abramovich. Cuenta con una tripulación de 70 empleados. Además tiene un jet, más exactamente un Boeing 767-33A/ER que se lo compró a una aerolínea norteamericana. Está equipada la nave con un complejo sistema de misiles.
Uno de los lugares con el metro cuadrado más caro en el mundo es el Upper East Side de Nueva York. Allí en el 2011 el ruso compró tres casas por valor de 79 millones de dólares. Eran casas vecinas que él mandó a unir y, con una remodelación que superó los 100 millones de dólares, adecuó una súper mansión.
Pero lo más impresionante son sus fiestas. Para un cumpleaños de Vladimir Putin contrató a Robbien Williams para amenizar el festejo e incluso a los Red Hot Chilli Peppers y grupos como The Killers o al mismísimo Paul McCartney. Sus invitados pueden ser prestigiosos directores de cine como George Lucas, creador de la saga de la Guerra de las Galaxias o la mítica Marta Stewart. Con todos sus activos congelados, Abramovich, como toda Europa, vive horas críticas.
