Quienes usan las redes sociales como una cofradía selecta tienen todo el derecho de hacerlo. El problema es creer que en verdad todos nuestros amigos deben pensar como nosotros. Alzando banderas de una única y correcta identidad y levantando muros contra los diferentes.
“No publiques más esa mi#rd@ o te voy a eliminar, del Facebook”. Al abrir Facebook, lo primero que leí fue este comentario de una amiga en una de mis publicaciones que me advertía que me iba a borrar de sus amigos, y en un mensaje privado me decía “Jorgito, perdón sabes que te quiero mucho pero me choca ver esas cosas en mi Facebook”. Yo me quedé como el emoticón de Whatsapp con la boca y los ojos bien abiertos.
De los mismos creadores de "aquí no se habla ni de religión ni de política” y "no me mandes emails de política" predominan en la redes títulos como: “dejas esas ideas o te elimino del Facebook y de todas las redes sociales”.
Hay quienes quieren negar que los amigos y familiares pueden pensar distinto, hay quienes prefieren vivir en un mundo sin contradicciones, ni conflictos. No los culpo, las redes sociales sirven como una entretención más y fácilmente nos invitan a olvidar un poco nuestras responsabilidades y conflictos diarios.
Pero las redes sociales son más que un pasatiempo feliz, cual película que debe cumplir nuestras expectativas. Lejos de eso nos conectan virtualmente en una interacción sui generis, impersonal dirán unos, fría o cruda juzgarían otros. Pero lo cierto es que la gente ha encontrado en ella un medio de expresión quizás hasta más sincero y democrático porque pueden ser como son y decir lo que piensan, libres de usar máscaras de apariencia o falsa cordialidad.
Detrás de la redes sociales está una sociedad que ha encontrado una forma diferente de existir, de ser, de pronunciarse a la realidad. Día a día las personas se toman el “micrófono” para replicar un buen pensamiento, para denunciar una injusticia, para contar cómo va su vida. La gente le “habla” a la gente pensando que lo que dice es importante y tiene la intención de despertar una emoción o comentario. Desde subir una foto del paseo a la playa “Epa, miren la vida que sí me merezco” hasta protestar por el mal gobierno con resultados increíbles como la primavera árabe, el 15M de Madrid, 99% Occupy Wall Street, entre otros movimientos que incluso han derrocado tiranos.
“Cada tanto depuro mis redes de fachos, fanáticos, ignorantes y idiotas” me decía un amigo. Yo le escribí corrigiéndole: “e idiotas”. Luego me depuró a mi también por ser un fanático de la ortografía.
Creer que estamos en lo correcto, es un hábito que todos y cada uno de nosotros hacemos, con la pequeña diferencia que lo hacemos desde lugares, enfoques, historias, diferentes. El tema no es quien tiene la razón, sino pretender rodearte de gente que te dé la razón, que piense solo como tú, sin posibilidades de dudar, sin nadie que amenace tu burbuja tornasol, tu mundo que intenta ser feliz.
Recibamos con una bienvenida al que piensa diferente, quien señala otras formas de ver las cosas, quien me reafirma sus valores, entre otras tantas ventajas que trae a nuestra vida “los diferentes”, “los que no son como yo soy”.
Gracias Raúl porque en tu constantes mensajes de fanatismo religioso puedo aprender sobre mis límites y mis alcances espirituales. Saludos a la tía, dile que los extraño y recuerdo con cariño nuestras visitas al río.
Gracias Estella por tus comentarios en contra de mi orientación política porque gracias a ellos puedo entender tu punto de vista y mejorar mi estrategia educativa. Quizás en política nunca estemos de acuerdo, pero bailando salsa en la pista somos los mejores.
Gracias Pedro por mostrar tu desagrado respetuoso a mis artículos. Gracias a personas como tú veo el otro lado de la moneda, entiendo más mi sentido, mis limitaciones y contextualizo mejor mi orientación profesional. Igualmente sigo creyendo que eres un experto en tu campo y te valoro.
Detrás del Facebook, Twitter, Instagram y las demás redes sociales están nuestros conocidos, amigos y familiares expresando una forma de ver la vida, una idea de mundo con algunas ideas similares a las nuestras pero, afortunadamente, con otras tantas ideas diferentes a las propias que nos señalan lo diversos, cambiantes, ambiguos que somos los seres humanos.
Diferencias que no nos alimentan necesariamente el ego, que nos aportan más cosas positivas que negativas y por supuesto no debemos matar ni siquiera virtualmente.
