Un gobierno de Petro sería nefasto porque su proyecto es de corte populista y estatista. Una combinación que retrocedería al país en competitividad por varios años. Su forma de entender el progreso es hacer oneroso para la empresa su existencia, lo que ya de por sí nos permite adivinar cual sería el balance de su mandato para el tejido económico.
La esperanza es que no encuentre formas de atornillarse por más de un periodo, como lo saben hacer los pródigos populismos que aprovechan el ciclo de las políticas económicas expansivas, que artificialmente elevan el consumo, para hacer oficial los apoyos que se saben granjear mientras dura el aparente milagro económico, antes de que sobrevenga la inflación, la baja en el PIB y finalmente la recesión.
Es populista porque sus promesas no son viables económicamente. En un país con déficit fiscal las salidas para financiar las transformaciones megalíticas que propone su campaña no son saludables.
Es estatista porque la implementación de su programa involucra un aumento de la nómina estatal. Algo que no es per se malo, pero que en un país con la cultura corrupta como el nuestro es una mala idea. Acá, por ejemplo, ya tuvimos un sistema de salud pública y era mucho peor de lo que tenemos hoy día.
La experiencia administrativa de Petro como alcalde no es muy afortunada. Lastimosamente como presidente lo puede hacer mucho peor porque a diferencia de cuando era alcalde ahora podría erosionar las instituciones democráticas. Ya sabemos que Petro tiene un entendimiento premoderno de democracia cuando calificaba de muy democrático al Estado venezolano de Maduro. Ya desde su historia personal, donde los que lo conocen lo califican con personalidad despótica, se alcanza a entrever que su gobierno sería un ejercicio de acumulación de poder.
El experimento de cambio que propone Petro es un viejo conocido en las latitudes latinoaméricanas. Nunca sacó a nadie de la pobreza y, en cambio, fue siempre una amenaza económica e institucional. El desespero que siente el colombiano por quitarse de encima la clase corrupta que cínica y vulgarmente gobierna lo llevaron a inclinarse por medidas extremas que pueden ser peores que la enfermedad. Por eso la invitación es a buscar opciones alternativas que no impliquen una ruptura en la evolución institucional del país y un manejo higiénico de la cartera pública.
