Sólo hasta el 10 de septiembre del 2019 Publio Hernán Mejía dejó de ser general. Al Ejército no le había importado que un juez de la República lo condenara a 19 años de prisión por colaborarle a las Autodefensas Unidas de Colombia mientras fue, entre los años 2002 y 2004, comandante del Batallón de Artilerría número 2 conocido como “La Popa” en Valledupar en el 2013. No, estuvo cinco años preso pero en todos esos días el ejército no le retiró sus honores. Era una de las exigencias que le había hecho la JEP para entrar en ella:
Hoy, mientras goza de libertad condicional otorgada por la Justicia Especial para la Paz en donde espera aclarar más de 300 falsos positivos en donde habría podido participar, es un activo en redes y su actividad en twitter se intensificó para atacar a los periodistas de Semana por la investigación sobre las interceptaciones ilegales del ejército.
El arsenal de trino le ha traído todo tipo de críticas, algo que hace rato dejó de importarle. Plubio Hernán Mejía era de los troperos más duros en la época de Álvaro Uribe Vélez. El 2 de octubre del 2002 dirigió una operación con catorce de sus hombres de confianza en la que fueron asesinados 18 guerrilleros del ELN en las inmediaciones de la hacienda El Socorro en la vereda Bosconia al sur del Cesar. Las Fuerzas Militares le dieron todo el reconocimiento a pesar de lo turbio del episodio del que nunca se conocieron detalles ni quedo claro si se trató o no de un enfrentamiento. Solo se supo que fue en medio de la oscuridad y que el grupo del coronel Plubio Mejía, identificado como comando ‘Zarpazo’, había aniquilado, aunque dos años después se supo, no eran ningunos guerrilleros del ELN
Pero sus reconocimientos como un duro en el terreno fueron anteriores a la Seguridad Democrática de Uribe Vélez. Fue el Presidente Pastrana gran quien lo promovió al Batallón la Popa. Había vestido el uniforme desde los 16 años, siempre sobersaliente en el curso. A los 22, ya con el grado de subteniente, cobró fama al rescatar del infierno del Palacio de justicia al magistrado Humberto Murcia Ballén quien salió del Palacio en camilla con las piernas heridas, convertido en héroe.
Sus mejores años de tropero los tuvo en el sur del país, combatiendo al Bloque Sur de las FARC en Putumayo y Caquetá. Por la experiencia que le había curtido la piel y le había incrustado una mirada capaz de escrudiñar el pasado de cualquiera, era el hombre perfecto para asumir la comandancia del importante batallón en el Cesar cuando la guerrilla tenia acorralados a los ganaderos de la región. Pastrana lo escogió para poner orden después del asesinato de la exministra Consuelo Araújo Noguera. Hizo, eso si todo tipo de acuerdos, en un territorio en el que los paramilitares de Jorge 40 contaban con todo el apoyo en la guerra contra las Farc. La llegada de Uribe al poder con su mano dura le llegó al general Mejia como anillo al dedo.
Pero las denuncias de atropellos y abusos no se hicieron esperar y en 2006, al final del primer gobierno Uribe, las denuncias saltaron a la luz pública. Los indígenas Kankuamos judicializaron muchas de sus actuaciones, incluidos los asesinatos extrajudiciales. Entre 2002 y 2004 se habían multiplicado las muertes de los indígenas en la zona, alcanzando los 53 homicidios en el primer semestre de 2003, incluido, aunque un tiempo después el del defensor delegado para asuntos Étnicos de la Defensoría del pueblo Gabriel Mujuy. Lo habían hecho pasar como un miembro de las Autodefensas muerto en combate por el batallón La Popa.
El entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos hizo eco de las denuncias, y anunció varias investigaciones contra los soldados de La Popa. Pero fue el relato de Edwin Manuel Guzmán, ex suboficial del Ejército y desmovilizado del Bloque Centauros de las AUC, el que puso bajo la lupa de la justicia el nombre del coronel Hernán Mejía.
Se descubrió lo impensable. Guzmán relató, como testigo directo, de la reunión que tuvo Mejía con el comandante del Bloque Norte de las AUC, Jorge 40, en una hacienda infestada de paramilitares. En la cita también estuvo el temible Hernán Giraldo, Óscar José Ospino, alias ‘Tolemaida’, Enrique López, alias ‘Omega’ y David Hernández, alias ‘39’, un militar retirado y amigo del coronel Mejía, quien sirvió de enalce y lo guió hasta la reunión con la cúpula de los paras de Bloque Norte, en cabeza de Salvatore Mancuso.
Cuando llegaron a la finca junto a los comandantes de las AUC , estaba ‘39’ a quien Mejía saludó con cercanía. Ese día con $ 30 millones mensuales Jorge 40 selló la alianza nada menos que con el comandante del Batallón encargado de perseguirlos.
El comando de la muerte que comandaba Hernán Mejía contaba con el apoyo del coronel Heber Hernán Gómez Naranjo, el segundo al mando en el Batallón La Popa y conocedor de todas las operaciones junto a los paramilitares.
Gómez Naranjo y Mejía se acogieron a la JEP para buscar pagar una pena distinta a los 19 años a cambio de esclarecer la verdad sobre la relación del Batallon La Popa con los paramilitares de Jorege 40 y a su vez con ganaderos y comerciantes de la región.
Ente tanto, y haciendo uso de su libertad condicional que otorga el Tribunal de Justicia Especial, Mejía ha creado un grupo en Facebook identificado como Me niego a arrodillarme que ha convertido en una tribuna personal, aunque asume la vocería de los uniformados, para justificar crímenes que el considera simples expresiones de patriotismo.