Esta historia, que parece sacada de un libro de nuestro nobel de literatura, no tiene nada de mágico y sí mucho de realismo, pues los hechos sucedieron realmente y se presentaron en el municipio de Girardot, en Cundinamarca.
Para entender esta historia, debemos remontarnos un poco en el tiempo, precisamente hasta el año 1917, cuando un grupo de ilustres hombres de la naciente ciudad decidieron donar por su propia voluntad al municipio de Girardot un lote de terreno para que fuera usado como cementerio para aquellas personas que no se encontraban dentro de la fe de la iglesia católica, pues en aquellas épocas dicha iglesia ejercía un dominio social importante y se otorgaban el derecho de discriminar a los muertos según la fe religiosa que profesaban.
El lote de terreno se encontraba ubicado en ese entonces, en las afueras de la ciudad, en el camino que conducía al municipio de Tocaima, y la donación fue protocolizada con escritura pública ante notario.
Como si lo presintieran los donantes, o tal vez por su condición de ilustrados adelantados a su tiempo, decidieron que en las escrituras de donación se estipulara una cláusula condicional, en la cual se establecía que el terreno donado debería ser usado únicamente como cementerio, en caso de que el municipio le diera otro uso, el terreno debería volver a manos de sus donantes o sus herederos.
Fue de esta manera como en Girardot se fundó o creó el Cementerio Universal, lugar de último descanso de muchas almas (eso creyeron), algunas de ellas bastantes ilustres e importantes para la ciudad. Este cementerio, de propiedad y administrado por la alcaldía municipal de Girardot se convirtió por muchos años en un lugar importante y de referencia para la ciudad, en sus mejores años era visitado asiduamente por lugareños y visitantes debido a sus exuberantes jardines y a los elaborados y finos mausoleos que los familiares de los muertos levantaban en su memoria, la mayoría de ellos con hermosos diseños y finos materiales.
Pero como los tiempos cambian y los dirigentes de las ciudades también, a finales de los años setenta y principio de los años ochenta le llegó la mala hora para el Cementerio Universal de Girardot. Dejó de ser importante para la administración municipal, debido a que por el crecimiento del área urbana este fue absorbido por la ciudad y pasó de estar a las afueras de Girardot a quedar en pleno centro, y su capacidad para inhumar cadáveres a través de los años fue colmada. Fue entonces dejado al abandono de las diferentes administraciones municipales, como si no fuera su responsabilidad, sus otrora llamativas y bien diseñadas tumbas fueron consumidas por la maleza y los restos de quienes descansaban en paz quedaron a merced de los indigentes quienes terminaron saqueando de allí lo que más pudieron.
Pero mientras los habitantes, políticos y demás dirigentes de Girardot no le prestaban importancia a este bien histórico de la ciudad y quizás miraban con desdén este predio abandonado y de mal aspecto en pleno centro de la ciudad, uno de sus hijos ilustres, quien seguramente desde que fue alcalde en los años noventa había empezado a pensar en un buen negocio, se le ocurrió la brillante idea de vender este cementerio. Rodolfo Serrano Monroy, alcalde de Girardot en el periodo 2008 – 2011 decidió, con intereses económicos personale,s como quedó demostrado posteriormente, vender en el año 2011 el predio en el cual existía aún el Cementerio Universal de Girardot. Y digo aún, porque a pesar de haber sido dado al abandono por el municipio de Girardot, en este Cementerio hasta el año 2011 aún se encontraban inhumadas cientos de personas, girardoteños e importantes como el señor Ramón Bueno, fundador de nuestra ciudad.
El argumento no podía ser diferente al mismo con el que los mandatarios poco intelectuales pretenden justificar sus más aberrantes actuaciones: el desarrollo de la ciudad y la inversión de empresarios privados.
Poco le importó al alcalde Serrano que los herederos de los donantes del predio ya habían iniciado acciones judiciales para recuperar el terreno tal como lo estipularon las escrituras de donación y que la suerte de la propiedad del predio que se debate entre el municipio y los herederos del predio aún no haya sido definida y hoy en septiembre de 2015 el Honorable Consejo de Estado aún no haya emitido su concepto, el cual puede ser favorable para los herederos del predio.
Poco le importó también, que aún en el predio yacían los restos de cientos de girardoteños que construyeron y forjaron la ciudad, como es el caso de el señor Ramón Bueno fundador de Girardot, el ciudadano Ingles Henry Kidd, conductor de la primera locomotora del país en la ruta Girardot – Bogotá y fundador del primer hotel de la ciudad, el Hotel Henry, los Ingenieros Timoteo Gutierrez y Jesus Noval Copete, el primero pionero en la construcción de puentes de quien sus postulados aún hoy se enseñan en las facultades de ingeniería y arquitectura del país; y el segundo importante diseñador y constructor de edificios de la época, generales de la república que lucharon en la guerra de los mil días y hasta los mismos donantes del predio entre otros.
El predio fue vendido a un tercero llamado Julio Iván Romero Páez, con muertos y todo, y este a su vez a los inversionistas de Almacenes Éxito que, finalmente arrasaron con los restos humanos que allí se encontraban y finalmente construyeron su almacén.
El resto de la historia ya lo conoce la ciudadanía, bueno, a aquellos a quienes les interesan los temas de ciudad, el predio fue vendido muy por debajo de su valor comercial a un tercero – único proponente – y este luego hizo el negocio del siglo vendiendo el predio al Almacén Éxito, quien urgía construir uno de sus almacenes en nuestra ciudad.
Dejando a un lado el debate cultural, histórico y moral detrás de estos dudosos actos administrativos, no nos queda más que centrarnos en el debate legal, de los procedimientos aparentemente legales usados por la Administración Serrano para vender este activo del municipio, debate que en el mes de agosto del presente año 2015 presenta algunos resultados concretos, nacidos de la iniciativa de un grupo de ciudadanos que denunciaron estas posibles irregularidades en el año 2011 y que cuatro años después las autoridades de control empiezan a dar la razón con la condena de segunda y última instancia al señor Rodolfo Serrano Monroy por el detrimento al patrimonio del municipio en esta venta estimado por la Procuraduría General de la Nación en la suma de $604 millones de Pesos. La condena de 12 meses de suspensión de su cargo como Alcalde o en su defecto el pago de una multa equivalente al valor de los 12 meses del último salario devengado por el exalcalde, que parece irrisoria para un personaje de estas calidades, cobra un interés expectante en los ciudadanos interesados en Girardot, pues puede sentar las bases para otras condenas por los mismos hechos en los procesos que actualmente adelanta la Contraloría de Cundinamarca y la Fiscalía General de la Nación en contra del señor Serrano, a quien esta condena no lo debe tener tranquilo al ver como su poderío se desvanece, pues es la segunda condena en su contra en el presente año y por increíble que parezca la segunda en toda su vida pública. Resta también esperar los resultados del proceso iniciado por los herederos del predio, quienes alegan que hasta el año 2011, cuando el predio se vendió y el cementerio fue arrasado por los constructores, la donación dejó de cumplir su objetivo y por ende la condición resolutoria de la donación es aplicable, es decir el predio debe volver a sus donantes o sus herederos.
Los girardoteños debemos también, con responsabilidad, conocer y debatir sobre estos hechos de la historia reciente de la ciudad, pues en la jornada electoral que se aproxima en el mes de octubre de este año tenemos directos representantes de la casa Serrano en la contienda por la Alcaldía de Girardot. La señora Jacqueline Trujillo Jiménez, esposa del señor Rodolfo Serrano Monroy, pretende llegar a dirigir los destinos del municipio de Girardot, y conociendo los antecedentes sabemos quién impulsa su candidatura y con qué intereses, pues cuando el nombre de un poderoso capo político se derrumba, estos acostumbran a suceder en su trono a sus más cercanos amigos o familiares para poder perpetuarse en el poder, y como es sabido en el caso de Girardot, seguir arrasando con el patrimonio y presupuesto público, que como en el caso del señor Serrano, las autoridades de control han empezado a descubrir y condenar sus responsabilidades.