En la colonia de Tateposco, Tlaquepaque, Jalisco (México) se encuentra el templo de San José, cuyo jefe espiritual es el cura José Álvarez Franco, mejor conocido como el padre Patillas. A sus ochenta y tres años se le considera uno de los últimos representantes de la Teología de la Liberación en México.
En estas colonias marginales los vecinos por lo general suelen reunirse en la parroquia que es donde tradicionalmente se desarrolla gran parte de la vida social. El cura ejerce el papel de intermediario ante la divinidad y eso es algo que le confiere un gran prestigio y respeto.
El padre Patillas es uno de los personajes más queridos pero también más odiado por los conservadores y cristeros. La alta sociedad jalisciense lo califica de “patán y grosero” pues cuando abre la boca la polémica está servida.
La población del área metropolitana de Guadalajara en estas últimas décadas ha crecido desmesuradamente como consecuencia de la migración del campo a la ciudad. Y es que en un corto espacio de tiempo ha pasado de dos a ocho millones de habitantes. Este es un fenómeno que se repite en toda América latina y que según los expertos de continuar ese ritmo de aquí al 2050 podría superar los 15 millones de habitantes. Gracias al desarrollo de la industria del software la “perla tapatía” se promociona a nivel internacional como el “silicon valley mexicano,” donde sobran las oportunidades y los puestos de trabajo.
Desde hace siglos esta urbe ha sufrido una caótica metamorfosis que ha engendrado enormes desigualdades. Los guetos de riqueza y de pobreza son el fiel reflejo de un régimen de exclusión social o de apartheid forjado desde la colonia. La alta sociedad se refugia en cotos o condominios vigilados por guardias de seguridad y protegidos por muros y cercas electrificadas. En sus castillos feudales esa oligarquía criolla disfruta de un nivel de vida solo a comprable al Primer Mundo. Estamos en la zona rosa de espigados rascacielos, malls, supermercados, boutiques, clubs, restaurantes, SPA y tiendas de lujo. Mientras en las colonias de los extrarradios se hacina el lumpen proletariado que tiene que soportar graves carencias en servicios básicos: agua, luz, centros de salud, escuelas o universidades. Tales anomalías los sitúan ineluctablemente en el Tercer Mundo.
La migración del campo a la ciudad es quizás uno de los dramas más desgarradores del México contemporáneo. Y es que son millones de indígenas, campesinos o mestizos que por pura supervivencia se han visto obligados a abandonar sus tierras en busca de un futuro más promisorio. Su destino no será otro que surtir la cantera de mano de obra barata que demandan las fábricas, industrias, las constructoras o el sector servicios. Este destierro es el peor castigo pues supone la pérdida de sus medios de producción, sus raíces e identidad.
Fue durante sus estudios de teología en el seminario Montezuma en Nuevo México (EE. UU.) que el padre Patillas entró en contacto con las corrientes más progresistas de la Iglesia católica. Allí comprendió por qué “Cristo es el primer socialista y el primer comunista”. Por lo general la mayoría de los sacerdotes recién ordenados optan por una existencia tranquila y relajada en alguna parroquia de los barrios de la clase alta. La diócesis les otorga un salario medio que complementan con las limosnas y las jugosas donaciones que reciben de los feligreses más prestantes. Pero el padre Patillas decidió ser pobre entre los pobres siguiendo el ejemplo bíblico de las comunidades cristianas primitivas regidas por las leyes de solidaridad y ayuda mutua.
Como heredero directo del cura Hidalgo, prócer de la independencia mexicana y héroe nacional por excelencia, todos los días toca las campanas de la iglesia anunciando la buena nueva del “Cristo liberador”. Fundador del Frente Democrático de Luchas Populares “Oscar Arnulfo Romero” e integrante de la Asociación de Sacerdotes para el Pueblo, (comunidades Eclesiales de Base surgida tras el Concilio Vaticano II) “Jesús repartiendo pan y celebrando en común con el pueblo”. Desde hace casi 50 años que se ha dedicado de cuerpo y alma a los más humildes: vendedores ambulantes, la atención de la familias más vulnerables, los artesanos Purépechas, los trabajadores y obreros de las ladrilleras, los sin techo o los huelguistas. En su parroquia existe un consultorio médico y asesoría jurídica gratuita, y desde la pastoral juvenil se ha empeñado en el rescate de los drogodependientes o alcohólicos.
El arzobispo de la diócesis de Guadalajara José Salazar López lo acusó de propagar la Teología de la Liberación e incitar a la juventud a rebelarse contra el estado de derecho. Por tal motivo en 1983 fue suspendido por la arquidiócesis de Guadalajara. El cardenal cristero Juan Jesús Posada Ocampo, asesinado por la mafia en 1993 —al confundir la limusina en que se desplazaba con la del Chapo Guzmán— durante su apostolado como obispo de la diócesis de Tijuana, lo calificó de “bestia negra”. En el año 1991 Juan Pablo II nombró cardenal a Sandoval Íñiguez que llevó su expediente a Roma para que lo excomulgaran por inmiscuirse en política e intentar crear un cisma en la iglesia al mejor estilo de Martin Lutero. Pero a pesar de todo siguió ejerciendo su sacerdocio apoyado por más de 70 parroquias mexicanas. Incluso el entonces gobernador Alberto Orozco mandó a la policía para expulsarlo de su parroquia por apoyar las luchas populares. Una acción que no pudieron llevar a cabo porque una cadena humana de vecinos se lo impidió.
¿Quién escucha a los más pobres?, ¿quién atiende sus suplicas? Solamente Dios padre todopoderoso puede ofrecerles el consuelo en su tránsito por este valle de lágrimas. Los pastores les dan de comulgar al redil con la promesa de que serán recompensados con la vida eterna. Pero la Teología de la Liberación replica que hay que luchar por un paraíso en la tierra y no en el cielo.
Los años sesentas y setentas fueron décadas de gran agitación socio-política no solo en México sino en toda América Latina. El triunfo de La revolución cubana fue decisivo para que la juventud tomara conciencia de su papel de vanguardia antimperialista.
La Liga Comunista 23 de Septiembre fue una organización político-militar clandestina (con presencia en 22 estados) fundada en Guadalajara en el año 1973 que propugnaba el derrocamiento del gobierno oligárquico traidor para imponer la “dictadura del proletariado”. ¡Socialismo o barbarie! Si los teólogos hablan de imitación a Cristo los jóvenes guerrilleros estaban decididos a ofrendar sus vidas a imitación del mártir Che Guevara. En las reuniones de constitución las diferentes facciones concluyeron que “la lucha armada era la única opción válida para enfrentar a un régimen autoritario y represor priista”.
En la Liga Comunista confluyeron los siguientes fracciones: los Comandos Armados, los Lacandones, Patria o Muerte, Frente Estudiantil Revolucionario, Movimiento Estudiantil Profesional, Grupo 23 de Septiembre, los Macías, los Guajiros, los Procesos, los enfermos de Sinaloa, Movimiento de Acción Revolucionario, Frente Urbano Zapatista. Se decidió bautizar con el nombre de Liga 23 de septiembre en honor a los mártires caídos en el ataque al cuartel militar de sierra Madera en Chihuahua el 23 de septiembre de 1965 —que pretendía imitar golpe perpetrado por Fidel Castro al Cuartel Moncada en 1953—. Esa generación de jóvenes valientes poseídos por un espíritu romántico e idealista estaban decididos a asaltar el cielo.
México fue el país con el mayor número de grupos guerrilleros en América Latina
Muchos curas rebeldes abrieron las puertas de sus parroquias a los insurgentes para brindarles apoyo logístico, refugio a las células clandestinas y asilo a los perseguidos políticos. Según las leyes eclesiales “la casa de Dios es inviolable” y el estado debe respetar su inmunidad. El padre Patillas responde indignado: “Esta es la iglesia del pueblo y no la de las ratas que trabajan en el gobierno”.
Lo cierto es que los alzados en armas ejercían su legítimo derecho a la defensa contra la demencial arremetida del ejército y la policía. En esa época de la guerra fría las autoridades gubernamentales del PRI encabezadas por el presidente Luis Echeverría (asesorados por agentes de la CIA) decidieron que el exterminio era la mejor solución para eliminar la “amenaza comunista” Había que escarmentar a aquellos que socavaban los “sagrados principios de la democracia”. Aplicaron la misma táctica de Videla y Pinochet, es decir, arrestar a los sospechosos, recluirlos en cárceles clandestinas, torturarlos hasta que confesaran sus crímenes y delataran sus cómplices. Y una vez obtenida la información deseada se ejecutaban con un tiro de gracia a los “terroristas” para posteriormente enterrar sus cadáveres en fosas comunes. Es muy difícil calcular el número de víctimas que dejó la “guerra sucia” porque el gobierno mexicano hizo lo imposible por ocultar este aberrante genocidio. Monstruosas violaciones a los derechos humanos que han quedado completamente impunes.
Según consta en documentos desclasificados del Archivo General de la Nación la CIA enviaba informes secretos al gobierno de Díaz Ordaz para que sus cuerpos de seguridad apresaran a los “peligrosos cabecillas comunistas o socialistas”. La Sedena (Central de Inteligencia) aplicó el manual de la “guerra sucia” o terrorismo de estado para deshacerse de esa “chusma de indeseables”: dirigentes de izquierda, sindicalistas, obreros, campesinos, estudiantes, o profesores. “Porque la mala hierba había que cortarla de raíz”. El padre Patillas y el padre Máximo Gómez apoyaron dichas gestas libertarias que tuvieron su punto más álgido en el año 1968 con la matanza de Tlatelolco y en 1971 con la masacre del Halconazo.
El Che Guevara por su formación marxista-leninista se definía como ateo. Paradójicamente cuando los militares bolivianos exhibieron su cadáver en la lavandería de Vallegrande se le comparó con el Cristo redentor. El mítico guerrillero reconoció en una entrevista que “cualquier proceso revolucionario en América Latina obligatoriamente tenía que contar con el cristianismo” “El cristianismo como doctrina mayoritaria está tan arraigado en el pueblo que la mejor táctica es adoptarlo para sumar más adeptos a la causa” Fidel Castro, alumno aventajado de los jesuitas, fue mucho más allá: “hay más de diez mil coincidencias entre cristianismo y comunismo” Algunos intelectuales y periodistas criticaron al EZLN por encabezar sus marchas con la imagen de la virgen de Guadalupe. La comandancia respondió que la virgen se había convertido en una insurgente más (le taparon su rostro con un pañuelo rojo) y los acompañaba en su lucha libertaria. Lo cierto es que Samuel Ruiz, Obispo de San Cristóbal de las Casas, fue uno de sus máximos protectores propiciando incluso el levantamiento Zapatista del 1 de enero de 1994.
Aunque en teoría México es un estado laico la religiosidad hace parte intrínseca de su idiosincrasia, ¿quién puede contradecir las tradiciones más vernáculas? La virgen de Guadalupe es reina y señora. En América Latina la mayoría de los procesos de liberación han tenido una profunda raíz cristiana hasta el punto que muchos curas empuñaron las armas echándose al monte.
Quizás uno de los representantes más destacados del cristianismo revolucionario fue el extinto comandante Hugo Chávez, quien en infinidad de ocasiones mientras arengaba las masas entraba en trance invocando tanto a Marx como a Jesucristo. “reivindico al Cristo revolucionario, no al cristo de los burgueses. Esta revolución es profundamente cristiana ¡viva Cristo el redentor! ¡Viva Marx!”
Pero el padre Patillas es aún más rupturista y no ceja en su empeño de criticar la jerarquía romana, especialmente a los papas Juan Pablo II y Ratzinger, a los que califica de “falsos profetas que persiguieron la Teología de la Liberación” y acusa de “bendecir a los ricos y olvidarse del pueblo”. Por su compromiso a favor de los más pobres y necesitados sufrió una persecución implacable por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas. “El arzobispado de Guadalajara hace parte de un engranaje pecaminoso y perverso capaz de invertir 90 millones de pesos para construir un santuario a los mártires cristeros a sabiendas de que muchas parroquias están en la ruina y el abandono”, denunció en una homilía de acción de gracias.
Su gran virtud es el haber resistido durante décadas el embate de sus enemigos cuyo objetivo no era otro que eliminar a los “curas rojos” de las comunidades eclesiales de base. Pero a partir de la asunción al trono de San Pedro del papa Francisco ya puede respirar tranquilo pues según él “se ha restablecido el humanismo y la solidaridad del Vaticano II”, “la vida comunitaria o colectiva instituida por Cristo y sus apóstoles se opone frontalmente al neoliberalismo individualista y competitivo”. Desde el púlpito reivindica el protagonismo de la mujer históricamente oprimida por el judeo-cristianismo. “Debe terminarse de una vez por todas la tiranía de la cúpula católico patriarcal”
En el templo de San José de Tateposco Jesucristo, la virgen de Guadalupe y demás santitos comparten el altar con Marx, Lenin o los grades luchadores Che Guevara, Fidel Castro, Salvador Allende, Ernesto Cardenal, el obispo de Chiapas Samuel Ruiz, monseñor Romero del Salvador, el padre Cardenal de Nicaragua o el cura guerrillero Camilo Torres.
El padre Patillas se solidariza con la tragedia de los migrantes centroamericanos en su éxodo hacia la frontera norte porque como dijo el Papa Francisco: “Cristo era un refugiado, un migrante” Millones de mexicanos también han tenido que migrar a los EE. UU. donde más de 25.000.000 residen legal o ilegalmente. Lo increíble del caso es que las remesas enviadas a sus familiares sumaron en 2018 un gran total 33.480 millones de dólares —que superan con creces a las exportaciones de petróleo—. Realmente ellos son los que mantiene la paz social.
¿Serán capaces las nuevas políticas sociales del gobierno de la cuarta transformación de competir con los jugosos sueldos que ofrecen los grupos delincuenciales? El gobierno piensa disminuir la inseguridad aumentando el pie de fuerza y repartiendo becas entre los jóvenes para que se dediquen a estudiar y no a delinquir (las becas “Jóvenes Escribiendo el Futuro” de 2.400 pesos mensuales) Un “halcón” o espía en nómina de los carteles llega a cobrar 500 pesos diarios.
En Guadalajara la espiral de violencia en vez de disminuir se reproduce con exagerada virulencia. No paran los robos, asesinatos, feminicidios, secuestros, desapariciones, torturas o los embolsados.
Aquí no vale ni la ética ni la moral porque lo importante es obtener dinero fácil y rápido con tal de satisfacer los caprichos más estrafalarios. Un carro de alta gama, ropa de primera, teléfonos de última generación o una preciosas escort VIP, ¿cuánto tiempo tendrían que trabajar legalmente una persona para hacerlos realidad? El salario mínimo en México se sitúa en los 176 pesos diarios en la zona norte y 102 pesos en el resto del país. ¿Cuánto cuesta una narcocamioneta GMC? Nada menos y nada más que 800.000 de pesos. (40.000 dólares). Muchos de estos vehículos circulan diariamente por Tonalá, Tlaquepaque, Tlajomulco o Zapopan. Los carteles y las mafias de la droga no solo obtienen millonarios beneficios de sus “exportaciones” a los EE. UU. o Europa sino también del narcomenudeo o el consumo interno (que es el principal causante de la criminalidad).
El gobierno de Morena para fomentar entre la ciudadanía los principios humanistas de la paz y el amor ha decidido publicar la “cartilla moral”. Se ha elegido para su divulgación a las iglesias cristianas y evangélicas por su enorme capacidad de catequizar a su fieles. Pero los pandilleros, y sicarios no entienden de sermones y sin remordimiento alguno aprietan el gatillo de sus AK47 fusilando al que se atraviese en su camino. Ellos también tienen sus propios altares donde le rinden culto a Malverde y la santa muerte para que los guíen y los protejan. Jalisco es uno de los estados más inseguros del país y los expertos del SESNSP pronostican que este año 2019 se batirán todos los records en homicidios dolosos. La delincuencia hace parte de la lucha de clases o, mejor dicho, de la venganza social contra el poder establecido.
México necesita más que un milagro para redimir a más de 52 millones de pobres
El proceso revolucionario mexicano tiene distintas fases históricas: la revolución mexicana con sus mártires Villa y Zapata, las guerrillas de corte socialistas y comunistas de los años sesentas y setentas, el partido de los pobres de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en Guerrero, Tlatelolco 1968, el levantamiento del EZLN en 1994 y la masacre de los 43 normalistas de la escuela rural de Ayotzinapa —que viene a confirmar el exterminio sistemático de los militantes de izquierda—. Cuando el presidente Felipe Calderón declaró el 10 de diciembre del 2006 la “guerra contra el narco” se dio comienzo a una de las fases más sanguinarias que ha dejado más de 250.000 muertos y 40.000 desaparecidos. ¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?
El verdadero beneficiado de esta colosal tragedia sin lugar a dudas es el imperialismo norteamericano. Se ha cumplido rigurosamente su objetivo de aniquilar los movimientos de izquierda, ha castrado la rebeldía emancipadora de una juventud que creía firmemente en los ideales socialistas o comunistas. La contrarrevolución neoliberal capitalista se erige victoriosa, no cabe la menor duda que la santa alianza entre los narcotraficantes y delincuentes con los poderes fácticos (políticos, empresarios, jueces, policías o militares) ha sido todo un éxito. México permanece sumido en una terrorífica guerra de baja intensidad que no le permite alcanzar unos niveles óptimos de desarrollo. México no puede representar un peligro para Washington, tiene que ser un estado débil, sumiso y dependiente como bien lo refleja la filosofía de los WASP: “Mexican slaves never lift their heads” (los esclavos mexicanos nunca levantarán la cabeza).
La Iglesia católica mexicana ha sido pasiva y cómplice de la descomposición social, la corrupción, la impunidad, la violencia y la prostitución de los ciudadanos.
El padre Patillas sentencia: “Es necesario dinamitar el poder neoliberal corrupto”, “sin una verdadera revolución no habrá cuarta transformación”. Basta de reformas inútiles que solo conducen al fracaso. Nos urge construir sociedades fuertes y funcionales con cultura de desarrollo, sociedades prósperas en las que reine la justicia social procurando el bienestar y la felicidad del pueblo.