La memoria histórica de Barranquilla está ligada a sus canales fluviales o a los llamados “caños”. Sobra decir que gran parte del surgimiento como urbe y su despegue industrial se debió en gran medida a que ellos mismos facilitaron el ingreso y egreso de bienes materiales, mercancías, materias primas y personas que llegaban directamente a los puntos de gestión y realización, ya fuese como bienes industriales o como actividades de labor o comercio. Esa inmediatez y prontitud en el manejo de todos estos intercambios le imprimió a la ciudad de Barranquilla una solidez comercial que era la envidia de otras urbes en Colombia. De ahí su acelerado crecimiento…
Hasta mediados de los años 40 era factible la pesca en los caños de Barranquilla y aquellos que vivían en sus riberas, derivaban su sustento en gran medida de esta actividad. El primer gran error, consistió en hacer que el sistema de manejos de las aguas residuales desembocase en estos cuerpos de agua. Para esa época la corriente de los caños era constante y controlada, lo cual daba la supuesta confianza que el flujo de agua podía manejar todas esas excretas.
Un dinamismo industrial aupado por una veloz comunicación con el río posibilitaba un crecimiento incomparable para la ciudad. Pero el ingreso de nuevas modalidades de transporte y de paso, el crecimiento de la inmundicia por el vertimiento de aguas no tratadas y al desatención por parte de las autoridades de la época hicieron que poco a poco estas vías hídricas fuesen perdiendo su atractivo. Esa desatención sesgada y clasista por parte de la dirigencia pública y privada, que persiste hoy día en nuestro ámbito, incidió en que se mirase a toda el área de influencia de los caños y al sector de Barranquilla como terrenos descartables para cualquier desarrollo urbanístico. Este quizá fue un error coyuntural y de marca mayor el cual, hasta nuestros días, nos sigue impactando e influenciando negativamente para la ulterior asimilación de todos estos espacios.
Obsérvese en la foto que el caño del mercado era amplísimo y exuberante; Como para el tránsito de los vapores que navegaban más allá de la intendencia fluvial. Había astilleros de embarcaciones y bongos de gran magnitud y de paso, el complejo urbanístico de nuestra otrora Barranquilla giraba alrededor de esta hidrografía. Los testimonios fotográficos son elocuentes y llenos de una belleza incomparable la cual tristemente hemos dejado perder. Eran canales llenos de vigor biológico, con profundidades importantes, fácil accesibilidad en sus orillas y lo más importante, revestidos de una interacción entre el hombre y el medio ambiente. Precisamente esa complementariedad fue su designio crucial para el avance de Barranquilla como ciudad pujante y de progreso. El mercado era limpio y accesible, dinámico y fresco con una importante masa arbórea que circundaba los caños los cuales estaban provistos de una oferta de alimentos y productos de variada clase que podían adquirirse directamente en las embarcaciones. A eso agréguenle que la cadena de intermediación se circunscribía a una relación directa entre el productor de la mercancía o un intermediario más, con el consumidor directo. Quizá por eso la ciudad era barata y amable a la vez…
Pero hoy no… Hoy día impera un olvido y un desafuero abyecto. Estas actitudes en algún momento son inentendibles y desde otro punto de vista inexcusables.
Después de una historia tan noble con la cual están revestidos estos cuerpos de agua, hoy parece que quisiésemos pasarle la factura de la indiferencia y la ignominia. Esas industrias que otrora lograron el empuje con la apertura que les brindaban los caños hoy le retribuyen el favor a punta de botaduras de aguas residuales no tratadas. Si hay algunos que propician el olvido y el destierro de los canales o caños de Barranquilla, pues su postura yerra a groso modo. Hay que insistir en su recuperación y en darle ese apego turístico y comercial que tanta buena vida nos brindó. La historia pesa y brinda ilustración.
Víctor Marenco Boekhoudt
Ing. MSc. en Geominería