Mucho ha sonado últimamente la frase "Estado de opinión", aquella tesis propuesta hace ya una década por el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe. De entrada, sobra decir que dicha tesis es la fórmula perfecta de cómo destruir el Estado de derecho, aún cuando el que la propone diga que es la máxima expresión de este.
Lo que plantea esta tesis es sencillo, someter la institucionalidad del país (las tres ramas del poder público) a la voluntad de las mayorías. Esto de la mano del querer revocar las altas cortes y reducir el congreso.
Dicha voluntad de las mayorías se vería materializada en la rama del poder ejecutivo, en cabeza del presidente de la República, dada la imposibilidad de escoger por vía democrática a los togados de las altas cortes y por la gran diversidad de corrientes políticas que confluyen en el congreso. En consecuencia, tanto el poder legislativo como el judicial quedarían subordinados al ejecutivo, lo que en últimas acabaría con el sistema de pesos y contrapesos y la independencia entre los poderes del Estado, pilar fundamental de todo régimen democrático.
Partiendo de ese punto, es obvio que esto traería consigo un abuso flagrante del poder, en el cual la limitación o anulación de los derechos fundamentales estaría a la orden del día, puesto que no habría un órgano jurisdiccional independiente en capacidad de protegerlos, debido a que el revocamiento de las altas cortes haría desaparecer a la corte constitucional (garante de la carta magna), todo esto legitimado en la voluntad de las mayorías.
Por ende, el desconocimiento e irrespeto de tales derechos constituye el segundo quiebre de la democracia, ya que el carácter necesario de ellos parte de la base de que éstos ineludiblemente deben ser reconocidos por un Estado democrático. Esto se puede constatar en que uno de los elementos esenciales de la democracia es el reconocimiento y respeto de los ya mencionados derechos fundamentales, es decir, estos son cosubstanciales a la democracia y no es posible concebir a aquellos sino en el marco de dicho sistema.
Expuesto lo anterior, es fácil llegar a la conclusión de que este modelo es la antítesis misma de la democracia, del Estado de derecho, en el cual el abuso del poder sería la característica principal, constituyéndose en un auténtico régimen autoritario.