Hay algunos que afirman que el establecimiento permanece inmutable cualesquiera sean las circunstancias. Que es perenne como la hierba. No es cierto: lo único inmutable es la ley del cambio. Y en Colombia se están dando las circunstancias políticas para anunciar un cambio esperado en el establecimiento. Que viene de perder mucha legitimidad con 50 años de guerra, que Santos está demostrando que era posible evitarse. Y perderá mucha sintonía cualquiera sea el desenlace Petro. Y se han acumulado factores que anuncian la gloria inmarcesible de un bien que germinando está.
Si Petro cae, pierde el establecimiento, porque cargará con ese sambenito. Y si Petro se queda, también pierde el establecimiento porque Petro crecerá desde la Alcaldía de Bogotá hasta la Presidencia de Colombia en el 2018. Con cara pierden ellos, y con sello también.
Después de 200 años de sometimiento y dominación, se apoderaron de la economía, de la política, de las instituciones, de las leyes y de la República, y por medio de un sistema de gobierno que ellos mismos llaman dizque “democracia” y “Estado de Derecho”, han cabalgado a sus anchas en los más odiosos y excluyentes privilegios. Democracia llaman a unas elecciones que suceden con alguna frecuencia, de las cuales ellos tienen el control y siempre ganan, eligiendo los mismos con las mismas. Y Estado de Derecho lo que hace posible decretar la muerte política con baba jurídica a Gustavo Petro, el más caracterizado adversario del establecimiento.
Petro ha sido la evidencia más grande de la falta de democracia en Colombia hoy. Antes fue la guerrilla. Ahora son la Constitución y las leyes las armas letales para librarse del más duro competidor por la Presidencia de la República del 2018, para llamar las cosas por su nombre. No es tanto el Alcalde de Bogotá el que está en juego ahora. Lo que se está jugando aquí es la próxima candidatura presidencial de Gustavo Petro en el 2018.
Una democracia que permite que un funcionario administrativo, con babosadas, en funciones disciplinarias, tenga la potencia de destituir y decretar la muerte política del segundo cargo más importante de la Nación, por razones distintas a las consagradas en el Artículo 23 de la Convención Americana de Derechos Humanos, es una democracia funcional, de bolsillo, hecha a la medida del establecimiento que se resiste a perder sus odiosos privilegios. Tiene que ser con una cruzada enérgica de la CIDH que recupere la democracia como un paradigma de la convivencia pacífica y no como un paraíso de la exclusión en que la ha convertido el establecimiento.
Que un hombre con una trayectoria política como Petro quede inhabilitado 15 años para ejercer funciones públicas, por una basura que le regaron sus enemigos, más parece caído en una trampa que una actuación dolosa que comprometa su impecable gestión. Petro es un hombre honesto que le ha dicho de frente NO a las mafias de la política y de la contratación. Y el pueblo y las mayorías lo están acompañando en eso. Y ya empiezan a reconocer algunos medios la calidad de su gestión
(http://www.semana.com/nacion/articulo/petro-con-la-imagen-mas-favorable-segun-cifras-conceptos/372193-3) y de su programa BOGOTÁ HUMANA. La sentencia “Petro se va por mal Alcalde” con que remató Ordóñez su pésima actuación, es indicativa de su sesgo perverso.