El espejo de Esperando a los Bárbaros
Opinión

El espejo de Esperando a los Bárbaros

Somos expertos, como el coronel Joll, en imaginar enemigos, en soñar inminentes ataques. ¿Cuál será el remedio colectivo para tan dramática situación cultural?

Por:
marzo 10, 2023
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Me he permitido en esta ocasión escribir de una forma indirecta, porque siento que la forma directa de nombrar ciertos problemas no se está escuchando; quizás reflexionada de otra forma, se pueda comunicar de mejor manera la preocupación por el sinsentido que circunda.

Ha sido posible ver en Colombia el film producido en el 2019 de Esperando a los Bárbaros, una novela del nobel sudafricano de literatura JM Coetzee (1980), adaptada por el director colombiano Ciro Guerra. Siempre las adaptaciones de la literatura al cine han sido polémicas y se suma a ello los debates y denuncias recientes en relación con el comportamiento personal del director de la película; pues bien, como muchos otros colombianos, la he visto (ojalá la pudieran ver muchos más). La he observado, no con lentes de crítica cinéfila, incluso tampoco con los ojos de un admirador de la literatura metafórica de Coetzee, la he disfrutado más bien desprevenido y por momentos creo que la he sentido con las entrañas de quien se enfrenta a la alegoría de los horrores y dominaciones que nos han pasado y que nos siguen sucediendo como civilización humana.

Esperando a los Bárbaros construye un relato del mundo represivo del apartheid en Sudáfrica y su trama se expresa en recrear los símbolos y los perfiles de la vivencia interna de una segregación especifica del colonialismo histórico; sin embargo, la narración situada en la frontera del desierto norte africano a finales del siglo XVIII, amplifica rasgos de los colonialismos modernos y de sus desdoblamientos naturalizados hasta nuestros días: la interiorización de los estados de emergencia, la convivencia psíquica con el peligro de vida inminente, el estigma social, el estereotipo sobre las personas, la negación cultural, el ninguneo étnico, las etiquetas a lo diverso, la definición de enemigo a todo lo que signifique diferencia, la sospecha frente al comportamiento que no encaja en el canon propio, el encerramiento cultural, la construcción de males en todo lo que no es como “nosotros”, la incapacidad de escuchar otra lengua y otros lenguajes, son sólo algunos rasgos de un régimen de apartheid que siguen viajando por campos y ciudades de nuestro tiempo.

El espejo contemporáneo de Esperando a los Bárbaros viaja con los migrantes y desplazados de cuanta tiranía y guerra que peregrinan por el mundo, se ancla en las villas de miseria que han quedado a la orilla del “progreso urbano”, camina por los miles de conflictos interétnicos e interculturales que producen el sufrimiento colectivo contemporáneo. En nuestra propia historia como nación, tenemos un balance reciente de las tramas vividas en el contexto de las guerras y las violencias que nos agotan, con el relato de la Comisión de la Verdad del conflicto armado, dirigido por Francisco de Roux: torturas, desapariciones, desplazamientos, despojos, masacres, asesinatos selectivos, filas de armados de muchas banderas arrinconando muchedumbres solitarias, culturas raizales y locales arrasadas con espíritus aplastados, uso de la mentira y la sugestión espiritual para construir en cada momento el respectivo enemigo interno, el conveniente bárbaro para emprender la empresa de la guerra; quizás por ese sin fin de guerritas generadoras de riqueza para pocos y pobreza para muchos, es que se ha aprendido la conducta terrible y desquiciada de reincidir en violencias y brutalidades arrogantes que se nombran como heroicos enfrentamientos sociales, políticos y dicen que militares, cuando en cambio, son festivales de la usura, la violencia y la ambición desenfrenada.

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Por ese sin fin de guerritas generadoras de riqueza para pocos y pobreza para muchos, es que se ha aprendido la conducta terrible y desquiciada de reincidir en violencias y brutalidades arrogantes

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Así ha sido Colombia, pienso mientras reflexiono el film de Ciro, inspirado en Coetzee; pero además, lastimosamente así sigue siendo, solo nombro algunos ejemplos dispersos, pero conectados en la misma lógica de sometimientos cotidianos: aquí no se puede discutir una reforma socialmente necesaria sin que se usen los poderes mediáticos, financieros y políticos para desprestigiar y demonizar cualquier argumento que se le atraviese a quienes buscan mantener privilegios; aquí se quiere enfrentar la inseguridad, que ciertamente desespera en las ciudades, llenando todo de armas y frentes violentos que persiguen los “bárbaros de la esquina”, cuando precisamente lo que se necesita es desarmar los civiles y recuperar el recto comportamiento de los agentes institucionales que deberían combatir el crimen y los problemas de convivencia con mayor integridad y perseverancia; aquí practicamos obsesivamente el deporte de matonearnos en las redes sociales y en las transacciones cotidianas, estableciendo fronteras sociales, espaciales, étnicas, existenciales, políticas, todas ellas forjadas como barreras para relacionarnos con respeto y con dignidad.

En síntesis, somos expertos, como el coronel Joll del filme comentado, en inventar bárbaros, en imaginar enemigos, en soñar inminentes ataques de los cuales tenemos que defendernos. Si no trabajamos en esa delicada cuestión, no habrá gobierno o reforma que valga, porque es propiamente la inercia social la que nos ahoga y nos hace fallar en los intentos de cambio, pues terminamos en el círculo vicioso de que cada uno de nosotros, cada comunidad o grupo social, es el bárbaro de otro y así sucesivamente con las consabidas y recurrentes explosiones de violencia.  ¿Cuál será el remedio colectivo para esta dramática situación cultural de esta Colombia reincidente? Tenemos que explorarlo con un sentido práctico; por ejemplo, podríamos hacer un inventario de nuestros propios bárbaros para mirarles el rostro y descubrir lo que les queda y nos queda de humanidad; sé que es difícil pero toca intentar afrontar los propios fantasmas con mayor dignidad; en esa línea de argumento comparto un aparte del poema que inspiró a Coetzee a escribir semejante novela y a Ciro Guerra a hacer una aceptable y sentida adaptación de su argumento.

“¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.”

Constantino Cavafis

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