En su momento, hasta municipios se erigieron en Sucre por cuenta de las regalías.
Y en Córdoba, y en otros departamentos que reunieran las calidades para acceder al preciado botín, es de creer que los mismos hicieron lo que sus pares en Sucre.
Y todo y lo mismo, para derivar provecho de esta renta extractiva que llegaba abundante, como el maná bíblico, de las arcas de la nación para remediar las calamidades ancestrales de las gentes de estos territorios y regiones.
Vale decir, aquellas que en grado cada vez más creciente sucumben en las carencias de salud y saneamiento básico, educación, acueductos, vías, a cuyo remedio estaba destinada la contraprestación económica que, a título de regalía, dispone la Constitución Nacional por la explotación de un recurso natural no renovable.
Desde cuando comenzaron a girarse a departamentos y municipios del país los dineros provenientes de las regalías, su cuantía aumentaba en razón de que el precio del petróleo y el carbón, mayores generadores de esta renta, alcanzaba sus picos más altos en el mercado que los demandaba.
Sucreños, cordobeses, guajiros esperábamos
que las regalías ayudaran a remediar
los males que animaron su reparto
Era de esperar, y en esa estábamos sucreños, cordobeses, guajiros y otros de este Caribe somnoliento y lerdo, que los fines altruistas para las cuales fueron dispuestas las regalías darían, en la misma proporción y cantidades que llegaban, en remediar los males que animaron su reparto.
De manera más efectiva, en regiones que, además de su pobreza, miseria, sed y aridez, tenían el recurso natural no renovable que las producía o los puertos por donde se transportaban.
Tanto así, que “bendición” las llamaban gobernadores, alcaldes y las comunidades beneficiarias, en tanto algún ministro al cual le tocaba asignarlas a unos y otros, quizá por lo empalagosas y adictivas, “mermelada”.
Todos por estos pagos, asolados por las plagas que se lo han tomado y por la nueva del sika, dábamos por descontado que su sed inmemorial acabaría, que el saneamiento básico y la educación mejorarían en cobertura y calidad, que el hambre y la desnutrición en niños y ancianos se reducirían.
Nada de eso ocurrió en proporción directa a los cuantiosos presupuestos trasladados a la región Caribe, sus departamentos y municipios, en la bonanza de las regalías que irrigaron las arcas de una y otros.
De lo que si registran los anales de las regalías en la Región Caribe, en proporción directa a los recursos acopiados y apropiados en la bonanza, es el desbordamiento en el uso incorrecto de los mismos y la errada administración y ejecución de proyectos con plata de aquellas.
Ni transparencia ni eficiencia ni eficacia ni medidas de control, principios rectores de su uso y aplicación, se han cumplido a cabalidad para evitar el manejo poco confiable de las regalías que se ha venido haciendo en detrimento de su fin social superior y constitucional.
Recientemente Simón Gaviria, director del Departamento Nacional de Planeación, precisó, en el Índice de Gestión de Proyectos de Regalías, acerca del uso ineficiente, ineficaz e incontrolable de las regalías que, no solo en los departamentos del Caribe, sino en la mayoría de los departamentos, se ha venido haciendo de esta renta extractiva.
Que es deshonrosa y causa vergüenza esta clasificación del DNP, es verdad que duele, pero igual es el estímulo que tienen los nuevos gobernadores y alcaldes 2016–2019, para enderezar el rumbo torcido de las regalías, su inversión transparente, eficiente, eficaz y controlable.
Si bien Sucre, en el Índice de Gestión de Proyectos de Regalías, no sale bien librado, no es menos cierto que a ello ha contribuido el largo consentimiento de sus habitantes a quienes han agenciado su dirección y administración.
Además de injuriar, conjurar, amenazar, sindicar de, a quien osara proponer control al desmadre de la corrupción, la ineficiencia y la ineficacia en la inversión, ejecución y control de los recursos de regalías.
O de cualquier otro recurso de origen público, destinado a paliar las carencias básicas de sus habitantes; la peste de la pobreza, la inequidad y la exclusión social prevalecientes en casi todos sus habitantes.
De la mano de Planeación Nacional y de la confianza, transparencia y credibilidad que en el Gobierno Nacional inspira el nuevo gobernador de los sucreños, es dable esperar que el baldón que hoy arrastran mis coterráneos sea episodio superado y las regalías sirvan para lo que fueron instituidas.
Poeta
CristoGarciaTap