Como lo señala William Díaz -profesor de la Universidad Nacional de Colombia- en una columna escrita en El Espectador, la “autonomía universitaria” se ha convertido en un término vacío: nadie la define pero todos la defienden.
Y el mismo diario, en su editorial del 17 de mayo, también se sumó a esta vocinglería. En un texto de dudoso nivel periodístico, El Espectador coloca un titular irónico, mezclando los temores del gobierno actual de ser víctima de un entramado golpista (tipo lawfare, tan de moda en estos lares latinoamericanos) con la intervención del ministro ad-hoc para intentar poner orden a una situación ya crítica en la universidad: Ismael Peña se autoposesionó como rector, y como tal ha venido ejerciendo hace un par de semanas, hundiendo a la institución en una vorágine de líos legales y políticos sin precedentes.
¿De verdad es la intervención del ministerio a una institución pública en crisis comparable con el fantasma de una conspiración de ultra-derecha para derrocar a un gobierno elegido democráticamente?
Las fuentes que usa El Espectador para su editorial son tendenciosas, y la manera en que son presentadas deja ver claramente que no hay investigación de fondo, o que hay mala leche. Diego Torres aparece como representante incuestionado de profesores en el CSU.
Si bien ese es el puesto que detenta oficialmente, una parte importante del profesorado -incluyendo al Comité Nacional de Representantes Profesorales- no lo reconoce como tal, y no se ha iniciado su revocatoria por no estar aun reglamentada.
Torres está lejos de ser voz autorizada del estamento profesoral, y se le entiende, más bien, como traidor y vergüenza pública. El profesor Wasserman hace parte del grupo de exrectores que pudieron serlo, precisamente, por los votos de los gobiernos de turno: ostentan su calidad de representantes de la comunidad universitaria gracias a la mano de ministerios y presidencias anteriores. En ese entonces, cuando fue designado rector por esas fuerzas externas, no defendió la “autonomía universitaria” como ahora.
Los miembros del CSU que fungen como voceros del gobierno actual, en una aporía histórica, son los únicos que están defendiendo los intereses de la comunidad universitaria, mientras que sus representantes están empeñados en ignorarlos.
La columna editorial de EL Espectador asegura que con “jugaditas” e intentando modificar el quorum, Petro quiere imponer su rector. Mentiras. Quienes han deshecho constantemente el quorum son los consejeros “peñistas”, y las “jugaditas” las hicieron ellos también, al inducir al CSU a un método de votación de dudosa legalidad, basado, justo, en la “teoría de juegos”.
La composición del CSU permanece intacta, con un peso gubernamental igual al que tenía cuando fueron designadas anteriores rectorías. Resulta bochornoso para un medio como El Espectador que, por mediocridad o intereses políticos, defienda de manera tan superficial la “autonomía universitaria”.
Lo que vemos ahora es una pugna entre los representantes de gobiernos anteriores que no quieren soltar los puestos directivos de la universidad defendiendo la “autonomía universitaria”, y la voluntad de profesores, estudiantes y egresados, representada -paradójicamente- por el actual ministerio.