Por más vueltas que le doy, no alcanzo a abarcar la magnitud de la estupidez de quienes han convertido al Esmad en un punto de referencia destacadísimo de la muy particular geometría ideológica colombiana.
Es que la geometría ideológica colombiana, aquella que utilizan los políticos y los periodistas para acomodar a la gente en la derecha o la izquierda, es muy particular. O mejor, ha devenido muy particular en los últimos años.
Hasta hace poco, la ubicación en la derecha o en la izquierda dependía de las posiciones que se asumieran en referencia a temas como la propiedad privada, la justicia social, la alineación o la no alineación en la política internacional, el grado de intervención del Estado en la economía, por ejemplo. Inclusive, hubo temas más episódicos que se intentaron como referentes para la geometría ideológica y que rápidamente fueron desechados porque muy pronto cayeron en la cuenta de que en ellos podían llegar a coincidir tanto los unos como los otros. Tal como ocurrió con la represión a la oposición, la corrupción o la obsesión por darse las mañas para convertir a todo contradictor en un enemigo fatal o, cómo no, el vicio impenitente de darle a cualquier controversia el alcance de la más encumbrada disputa ideológica. Obviamente, estos temas han sido dejados de lado, poco a poco, sobre todo desde cuando han venido siendo más inocultables las increíbles coincidencias entre Pinochet y Maduro.
En Colombia la cosa es muy particular, inclusive chistosa, dirían algunos.
Aquí han ocurrido cosas como que un máximo exponente del modelo neoliberal se declara gay y ahí mismo lo gradúan de progresista o casos en que máximos exponentes de la politiquería y la corrupción se han declarado fieles abanderados del abortismo y de inmediato los medios de comunicación los han exaltado como grandes dirigentes de avanzada.
Claro que la pirueta ha venido llegando a unos absurdos enfermizos.
Hace unas semanas recalcaba cómo se han inventado que los partidarios del metro subterráneo para Bogotá son llevados a las mieles del progresismo y que aquellos que coinciden con el metro elevado terminan arrumados, de inmediato, en el vejestorio de los detestables derechistas.
Pero ahora sí han llegado, como dirían las abuelas, a la tapa del coco.
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Resulta que hoy la ubicación en la exótica geometría política de la derecha y la izquierda depende de qué opinas frente al Esmad
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Resulta que hoy la ubicación en la exótica geometría política de la derecha y la izquierda depende de qué opinas frente al Esmad.
Cómo llegar a explicarle al mundo que en Colombia ser de izquierda o de derecha depende, en buena medida, de si estás o no de acuerdo con que el Estado tenga un escuadrón antimotines en un mundo cada vez más lleno de motines.
Casi imposible de explicarlo, pero así es.
Esta semana tuvieron que meterle el Esmad a Universidad de Antioquia, en Medellín, y a la Distrital, en Bogotá, y a la izquierda mamerta se le metió en la cabeza que ese fue un atentado derechista contra la autonomía universitaria. Como si la defensa de la autonomía universitaria estuviera en cabeza de ese puñado de encapuchados violentos y como si la autonomía universitaria consistiera en que las autoridades no puedan entrar a las universidades estatales.
Y los periodistas dándole bolas a esa estupidez.
Pocas cosas son tan sintomáticas de la mala calidad y de la doble moral de esa dirigencia política como esta discusión sobre el Esmad y la universidad
La primera gran mentira radica en mostrar a los encapuchados como si fueran los verdaderos representantes de los estudiantes, cuando todos sabemos que no pasan de ser un ínfimo reducto que no lee ni interpreta el sentir de la gran comunidad universitaria y que por el contrario se imponen, como una dictadura, amparados en un discursito manido, en unas prácticas violentas que amedrentan a los muchachos pacíficos y, no pocas veces, en los recursos que las redes del microtráfico les pagan para que les sigan haciendo el mandado de degradar la tan importante autonomía universitaria en un santuario de impunidad para los expendedores que volvieron los campus de las universidades en vergonzosas ollas de todo tipo de drogas.
¿Quién ha dicho que la autonomía pasa por prohibir que la policía pueda entrar a las universidades a perseguir traficantes?
Peor aún, ¿quién ha dicho que la autonomía pasa por prohibirles al resto de instituciones del Estado que entren a las universidades públicas a devolverles a los estudiantes la verdadera autonomía y libertad que los encapuchados les han arrebatado a punta de intimidaciones, piedras y explosivos?
Yo no entiendo a estos gobiernos que no entran a las universidades a defender los verdaderos derechos de los estudiantes porque les da miedo que un par de senadores y un par de periodistas de la ilustre mamertería les tiren un par de ciberpedradas.